Madrid, 1 de junio, seis de la tarde. Dos jóvenes rubias con vestidos vaporosos y estampados tropicales dan zancadas a la par que gritan «¡viva la novia!» en el hotel Santo Mauro del céntrico barrio de Chamberí. A su alrededor, una jauría de amigas rellenan sus copas de champán y festejan con euforia una despedida de soltera, recibiendo un verano que arranca por fin en la capital. Es casi imposible que en su frenesí alcancen a observar las dos siluetas que charlan en una esquina algo escondida de los salones, guarecidas con elegancia en un sofá tapizado. Una de ellas es el director de cine Pedro Almodóvar, que ha pausado por unas horas el proceso de montaje de su primera película rodada en inglés, La habitación de al lado, apenas finalizada en Nueva York. La otra corresponde a Susan Sarandon, una actriz que no requiere apenas introducción y que visita Madrid por primera vez en su vida. Al otro lado de la cortina de este salón, nadie imagina que este encuentro se esté produciendo, pero, a este lado, la cita se antoja histórica.

susan sarandon elle agosto
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‘Blazer’, pantalón, camisa y minicorbata, todo de Max Mara, zapatos de Michael Kors, anillo de Van Cleef y anillos de la actriz. .

«Conocí a Pedro en el 2003, tres días antes de los Oscar. Estados Unidos había invadido Irak, y, aunque no sabíamos si aquella ceremonia acabaría ocurriendo, nos lanzamos a las calles para protestar por aquella decisión», recuerda Sarandon. No volverían a verse con frecuencia a excepción de noviembre de aquel año, cuando Pedro le entregó el Giraldillo de Oro en el Festival de Cine de Sevilla. Pero ese sería el germen de una admiración mutua que hoy se palpa en este encuentro con motivos dispares. 48 horas después, la intérprete estadounidense (nacida Susan Tomelin en Nueva York, en 1946) recibirá el premio honorífico por su trayectoria en el marco de los ELLE Style Awards, que la revista ofrece a los personajes que han dejado huella en la cultura y la sociedad en este último año. «Es curioso porque, aunque no he venido tantas veces, siempre he sentido que conocía España a través de los ojos de Pedro. Sobre todo, por cómo ha diseccionado a la mujer con pluralidad, contraste y complejidad. Nos conocimos caminando por una causa justa, y es simbólico que ese camino se cierre precisamente aquí», concede.

De puertas para afuera, el nombre de Susan Sarandon sonará a prácticamente cualquiera en el planeta. Para muchos será eternamente Janet Weiss, la joven que sucumbe a los encantos terrenales en la ya de culto The Rocky Horror Picture Show. Para otros, la heroína al volante de Telma y Louise. Y para unos cuantos más, la madre recelosa que acaba entregándose a la generosidad de Julia Roberts en Quédate a mi lado. Y aunque cualquiera de estas opciones resulte válida, pocos saben que, en realidad, muchos de esos momentos eternos fueron también responsabilidad suya. «Toda mi vida he elegido papeles que, además de poder ejecutar, también pudiera defender a nivel social. Habrá quien piense que el cine sólo debe entretener, pero toda película es un acto político. Lo es si desafía el statu quo, aunque también puede ayudar a perpetrarlo», razona. Una de las reflexiones que lanza en las casi dos horas que dura nuestra conversación, durante la sesión de fotos que la convierte en protagonista de la portada de agosto de ELLE España.

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Mono de Max Mara, pendientes y anillo dorado con piedra verde, ambos Van Cleef, y anillos y pulseras de la actriz.

La convicción con la que Sarandon desgrana su recorrido y su contexto no es, precisamente, reciente. «Soy la mayor de nueve hermanos. Mi madre se crio sin una figura materna, y además fue entregada a un orfanato cuando aún era una niña. Puedes imaginar cómo es la vida para una mujer que no ha tenido ese tipo de referentes», cuenta. Ella, Leonora Marie Criscione, conoció a su padre cuando este cantaba en una banda de jazz y viajaba constantemente, y poco después se quedó embarazada. «Eso sería el final de su carrera, pero aun así se mudaron a Nueva York y de ahí a Nueva Jersey cuando me tuvieron a mí. Fui a un colegio católico bastante tradicional y crecimos como una familia de clase media, cuando ese concepto todavía era realista». La familia acabó trasladándose de Queens a Washington, donde residían sus abuelos y, por casualidad, Susan empezó a trabajar en el grupo de teatro llevando la mesa de control. «Eso fue lo más cerca de estudiar interpretación que estuve nunca», recuerda con sorna. Es curioso que fuera otro estudiante, llamado Chris Sarandon, quien la llevara por aquellos derroteros meses después. «Era cuatro años mayor que yo y, en resumen, él creía que lo sabía todo, y, por supuesto, yo también lo creí». Aquel flirteo derivó en un romance que pasearon de las salas de cine a las de casting, donde Susan le acompañaba a menudo. «En uno al que me llevó, nos pidieron hacer juntos una escena, y nos llamaron a ambos para volver. Así conseguí mi primera película».

Crecimos como una familia de clase media, cuando ese concepto todavía era realista

En escasas semanas, Sarandon debutaba en Joe (John G. Avildsen, 1970) como una joven tan desquiciada como hipnótica. «En ese film vislumbré cosas que aprendería más adelante. Como el hecho de que la intuición vale cien veces más que el análisis. La vida es muy corta como para tomarte este trabajo demasiado en serio. Y, además, si lo haces, te acabas convirtiendo en un intérprete un poco ridículo de ti mismo». Ese espíritu lúdico se hace obvio al echar un vistazo al ramo de proyectos que aceptó en los años 80. Del terror bizarro de El ansia (1983), junto a David Bowie y Catherine Deneuve, a la comedia satírica de Las brujas de Eastwick (George Miller, 1987), con Cher y Michelle Pfeiffer; de la comedia Los búfalos de Durham (1988) al drama Pena de muerte en 1995, que le valdría su único Oscar hasta la fecha. «No creo en ese tópico de hacer buenas o malas películas, de conseguir el éxito o el fracaso según la taquilla que ha recaudado tu último proyecto. Para mí el trabajo de actor no es una cosa individual. Siempre he sabido que resulta imposible hacerlo bien si no te apoyas en la gente que está a tu alrededor, si no confías de verdad. E incluso así, hay veces que todo cuaja y la cinta no logra tener la acogida que esperabas. Por eso es importante desentenderse del resultado final, y enfocarte en lo que tú has hecho. No creo en los conceptos de éxito o fracaso».

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Abrigo tipo bata de seda de Isabel Sanchís, bailarinas de Loro Piana, anillo con flor roja y anillo con dos piedras de Van Cleef.

Nadie conoce apenas los entresijos de su vida privada, más allá de su relación con el también actor Tim Robbins. «Siempre me pareció mejor disfrutar de mis hijos que obsesionarme con mi profesión», explica al respecto. «Con Eva (Amurri, fruto de su relación con el director italiano Franco Amurri) estuve un año fuera de combate. Con Miles (el hijo que tuvo con Robbins) llegué a trabajar hasta el quinto mes de embarazo, mientras rodaba El aceite de la vida (George Miller, 1992). Cuanto más crecían ellos, más cuidaba yo los papeles que hacía y el sacrificio que suponían para mi vida personal. Nunca quise dejar de actuar por el hecho de ser madre, pero la realidad era obvia y desbordante. Así que acabé eligiendo varias de las películas que hice aquellos años porque podía grabar en los meses de verano y volver para septiembre». Uno de esos veranos lo pasó con Geena Davis, recorriendo el desierto entre Utah y California a lomos de un deportivo Ford descapotable. El director Ridley Scott orquestó un wéstern feminista con ingredientes de drama, comedia y romanticismo, y, con cierta inconsciencia, aquel road trip bautizado Thelma y Louise (1991) acabaría convirtiéndose en una película de culto atemporal, pese al aluvión de críticas que recibió por los sectores más conservadores en aquellos años 90, aún profundamente machistas. «Claro que era una película política, ¿pero cuál no lo es? Incluso cuando decides no desafiar el statu quo ya estás declarando que estás en contra del progreso de una manera u otra», insiste.

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‘Blazer’, pantalón, camisa y minicorbata, todo de Max Mara, sombrero de Dior, zapatos masculinos de Michael Kors, anillo ancho de oro de Van Cleef y anillos y pulseras de la actriz.

Sarandon habla pausada, sin titubeos, pero poniendo el punto sobre cada i necesaria. Su relación con Hollywood no es precisamente una historia de amor –reside en Nueva York desde hace décadas– y, aunque tiene una de las carreras más longevas de su generación, su compromiso con las causas sociales a veces la ha posicionado en un punto de mira incómodo y controvertido. «La industria del cine de Estados Unidos es caprichosa, desde luego. Hay un refrán que dice que los ejecutivos contratan a hombres que les gustaría ser, y a mujeres que desearían poseer, y hay cierta verdad en ello. E igual que existen directivos masculinos terribles, también hay mujeres que han imitado ese sistema de poder. Ahí tienes nuestra guerra particular en la serie Feud, donde Jessica Lange y yo recreamos a Joan Crawford y a Bette Davis. Realmente, eran los demás los que las enfrentaban para llevarlas al desquicio entre celos y envidias. Las estructuras que construya el feminismo no deberían ser contra los hombres, sino erigidas mirando al futuro con ellos como aliados», explica. «Sería absurdo no celebrar que esta industria haya cambiado, y que se hayan denunciado los comportamientos de gente como Harvey Weinstein. Pero ¿y qué pasa con todos los que han sostenido ese sistema durante tantos años? Porque todos ellos siguen ahí, en los mismos puestos de poder».

Los ejecutivos contratan a hombres que les gustaría ser, y a mujeres que desearían poseer

Susan da un último sorbo al botellín de agua que una asistente ha dispuesto en el camerino del plató donde se harán los retratos de este reportaje. Mira por el espejo el trasfondo de la sala, y emite un breve suspiro. En los últimos tres días, ha paseado por lugares como el Museo del Prado, visitado galerías de Chueca o cenado en templos castizos como el restaurante Lhardy o el Corral de la Morería. «Madrid está siendo mucho más de lo que esperaba», suelta instalándose en cierta melancolía. Y aunque aquí recibirá un premio honorífico de manos de Almodóvar, al otro lado del Atlántico hay un escenario menos favorable desde que, el pasado noviembre, se manifestara en favor de Palestina tras la intervención de Israel en Gaza. «La injusticia siempre me ha dolido y enfadado. Me crie en Washington en los años 60, con toda la guerra de Vietnam sobrevolando aquella época y asesinatos como el de Kennedy o Martin Luther King Jr. ensombreciendo nuestra cultura. No tuve que forzarme para educarme en este sentido, era la única opción plausible. Por eso me extraña tanto la desinformación que hay actualmente, en un momento donde lo tenemos todo a nuestro alcance. En cada uno de nosotros estaría la opción de parar el genocidio que está ocurriendo en Gaza, y eso implica que dejen de morir israelíes y palestinos. Nadie merece morir de esta manera». Su visión personal le hizo dejar de trabajar con su anterior agencia de representación, y actualmente asume que gran parte de la industria la ha incluido en una lista negra por posicionarse a favor de Palestina. «Entiendo que es duro asumir que todos formamos parte del problema, pero una guerra así sólo se fragua con nuestros impuestos, con tu dinero y con el mío. Por eso es admirable que países como España, Irlanda o Noruega alcen la voz y digan: “No queremos contribuir a esto”».

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Cazadora de napa cruzada de Emporio Armani, falda de seda de Mascob, top de encaje,pulsera dorada ancha ypulsera dorada multipiezas, todo de Saint Laurent.

Es un lapso agridulce, pero en su mirada no se intuye un atisbo de resignación. «Me di cuenta de que mi profesión traía consigo un altavoz en los 70, cuando Estados Unidos introdujo la Enmienda de Igualdad de Derechos. En una de las marchas iba caminando junto a Marlo Thomas, y me dijo: “La única forma de que salgamos en las noticias es que tú hables”. Y lo hice, muerta de miedo pero lo hice, porque es la manera de vivir que concibo». Lo replicó visibilizando la lucha del sida en los 80, con las crisis recientes en Lesbos o Nicaragua o con las políticas de migración de Donald Trump, llegando a ser detenida en 2018 por salir en una manifestación en Washington D.C. «Nunca dejará de sorprende que un norteamericano piense que alguien está desesperado por entrar en nuestro país, cuando lo que realmente intenta es alcanzar una vida digna, estable y, sobre todo, libre», remata. Y tras pensárselo unos segundos, lleva sus manos a un bolso de mano del que saca un pequeño papel usado. Es un texto del historiador social Howard Zinn que arranca así: «Tener esperanzas en tiempos difíciles no es una estupidez romántica. Se basa en el hecho de que la historia de la humanidad no incluye sólo crueldad, es también un relato de compasión, sacrificio, coraje y bondad». Esas serán las palabras que, horas más tarde, ocupen su discurso al aceptar el galardón que ELLE le otorgará de manos de Almodóvar.

La vida es muy corta como para tomarte este trabajo demasiado en serio

Con todo, Sarandon no incluye dejar de trabajar entre sus proyecciones de futuro. Este verano estrenará en Estados Unidos la comedia The Fabulous Four, junto a Bette Midler, Sheryl Lee Ralph y Megan Mullally, y a falta de fecha estrenará también The Gutter (de los hermanos Yassir e Isaiah Lester), Nonnas (de Stephen Chbosky) o Six Triple Eight para Netflix. «Me enamora la idea de encontrarme en un plató», confiesa con cierta emoción. «Necesito estar presente, vivir y aprender. No dejar nunca de aprender. Lo hago con mis hijos y mis nietos. Mi intención es seguir trabajando hasta que tenga que marcharme de aquí».

Lunes, 3 de junio, 10 de la noche. En la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles, el mismo director manchego que moldeó su imaginario de España subirá al escenario de los ELLE Style Awards para dedicarle un galardón con sabor a justicia poética: «Si el mundo estuviera gobernado por mujeres como Susan Sarandon, estaríamos hablando de un mundo mucho más justo. Y con toda seguridad, de un mundo donde no habría guerras».

**MAQUILLAJE: SOFIA TILBURY. ASISTENTE DE MAQUILLAJE: MELINA BISMPIKI. PELUQUERÍA: MANU MORENO (NS Management). MANICURA: LUCERO HURTADO (One-Off Artists). ASISTENTE DE ESTILISMO: LETICIA HUARTE.