Este miércoles 20 de diciembre, la Infanta Elena de Borbón celebró su 60 cumpleaños con un almuerzo familiar que tuvo lugar en el restaurante Pabú de Madrid y en el que reunió a sus padres, Don Juan Carlos y Doña Sofía. El emérito acudió a la celebración desde Abu Dabi en un avión de la compañía VistaJet, propiedad del padre de Nina Flohr, casada con su sobrino Nicolás de Grecia. A la comida también asistieron Don Felipe y Doña Letizia, así como sus hijos, Felipe, “Pipe”, quien vive en la capital de los Emiratos Árabes Unidos junto a su abuelo y ha participado estos días en la Cumbre del Clima COP 28, y Victoria Federica, volcada en su faceta de “influencer”. A su vez, no faltaron su hermana, la infanta Cristina, y alguno de sus sobrinos Urdangarin, así como sus tías, la princesa Irene de Grecia y la infanta Margarita, o sus primas, Alexia de Grecia, Simoneta Gómez-Acebo y María Zurita.
Si en España, no existiera la Ley Sálica, la hija mayor de los reyes de España desde 1975 hasta 2014, nacida en 1963 cuando todavía su padre no había sido nombrado heredero a título de rey por Francisco Franco, también sería la reina de nuestro país. Sin embargo, ya no cuenta con agenda pública y, desde 2014, cuando su hermano Felipe se proclamó monarca, no forma parte de la Familia Real. Al igual que su tía, la infanta Pilar, hermana mayor de Don Juan Carlos, entendió el signo de los tiempos que le tocó vivir y nunca se planteó su segundo plano como un sacrificio dinástico. Aún así, sigue siendo la tercera en la línea de sucesión al trono. Por ello, algunos de sus amigos le continúan dando el lugar y trato que Su Alteza Real merece. Por ejemplo, el pasado sábado cuatro de noviembre, durante la celebración de la boda de Sol Matossian, nieta de la princesa Tessa de Baviera, prima segunda del rey Juan Carlos, ocupó un lugar mucho más importante que los padrinos, quienes estaban sentados en la primera fila de la pequeña capilla del Soto de Mozanaque, la finca donde tuvo lugar el enlace. Ella, junto a su hermana, la infanta Cristina, estaba justo detrás de los contrayentes, en el altar. Doña Elena sorprendió con su habitual elegancia: con un “look” de tweed rosa palo, una enorme flor roja y el pelo recogido en un moño. Fue un espejismo de sus mejores momentos estilísticos.
A pesar de sus vínculos familiares, los padres de la novia, el ex matrimonio formado por Sonia Márquez y el poderoso banquero Miguel Matossian, son uno de los mejores amigos de la Infanta. De hecho, le alquilaron su piso de París, un apartamento de 140 metros frente al Louvre, cuando se casó con Jaime de Marichalar y el matrimonio se instaló allí. El duque de Lugo, perteneciente a una aristocrática familia castellana y vinculada a la monarquía, ya que su abuelo, Luis de Marichalar y Monreal, vizconde de Eza, fue ministro del Ejército y Marina durante el reinado de Alfonso XIII, trabajaba en la capital gala como banquero en Credit Suisse.
Sucedió en París
De hecho, aunque hay varias versiones, fue en la ciudad de Proust y la Bella Otero donde se conocieron en 1987. Doña Elena se trasladó a la capital de la luz para realizar un curso de literatura francesa en La Sorbona junto a su amiga, Leticia Espinosa de los Monteros. "Es cariñoso y tenaz. ¡No ha parado hasta convencerme!", dijo sobre su prometido la infanta Elena cuando lo presentó a la prensa en 1994. Jaime le regaló un anillo cuya pieza principal formaba parte de una diadema que su abuela le dio a su madre, la condesa viuda de Ripalda, Concepción Sáenz de Tejada.
Su boda, celebrada en Sevilla en 1995 y la primera que nuestro país acogía desde la de Alfonso XIII y Victoria Eugenia en 1906, fue una explosión de cariño de los españoles hacía los miembros de la realeza. La anécdota aquel día fue que la novia, vestida de Petro Valverde, se olvidó de hacer la reverencia a su padre para pedirle permiso antes de dar el “sí, quiero” a Jaime. Hoy son sus más íntimos los continúan realizando el “plongeon” a Doña Elena. La primera, su hija, Victoria, como hemos visto en varios de sus encuentros en Las Ventas de Madrid. Ha sido una madre sufridora por sus vástagos. Hoy en día, a pesar de que ya son mayores de edad, los educa junto a su ex marido y también con la ayuda de Nicolás Murga, un militar del Ejército del Aire que fue investigado como presunto testaferro del emérito y que se ha convertido en un segundo padre para ellos: les da consejos, les recomienda qué hacer en los momentos de decisiones más difíciles, les acompaña en sus vacaciones… Para ellos, Nicolás es, sencillamente, “Nico”, y es al que llaman cuando necesitan, urgentemente, salir de un apuro.
De alumna a profesora
Doña Elena fue al colegio de Santa María del Camino, en Madrid donde conoció a Carlos García Revenga, su tutor entonces y secretario personal en 1993 junto a Anunciada Fernández de Córdova, además de íntimo amigo, al que siempre apoyó, incluso cuando fue despedido por Zarzuela. Según contó él mismo al periodista Raúl del Pozo, su marcha de palacio fue tan traumática que tuvo "que pedir dinero" a su "madre para pagar la casa". Doña Elena estudió Magisterio y también se licenció en Pedagogía. Habla tres idiomas a la perfección. Con su madre, la reina Sofía, suele hacerlo en inglés, al igual que con su tía, la princesa Irene de Grecia, a la que todos llaman “tía Pecu” por sus peculiaridades, como lo fue en 1986 fletar un Boing para llevar a la India 72 vacas lecheras de Cantabria y así evitar que fuesen sacrificadas. Doña Elena hizo sus primeras prácticas como profesora de esta lengua en su colegio.
En 2001, a la infanta le tocó pasar por uno de los momentos más duros de su vida cuando su marido sufrió una isquemia cerebral mientras practicaba deporte. El matrimonio había regresado de París tres años antes, cuando a él le habían nombrado en la capital "managing director senior advisor" de Crédit Suisse First Boston. El ictus le cambió la vida. A pesar de los años de rehabilitación, aún arrastra secuelas. Posteriormente, en 2003, cuando su marido ya estaba un poco más recuperado, se convirtió en profesora de inglés de la guardería “Micos, mi primer cole”, situada en El Viso, en el centro de Madrid, a la que también asistían sus hijos.
La duquesa de Lugo, título que recibió de su padre con motivo de su enlace, quiso ser empresaria. El 20 julio de 2007, se puso al frente de una sociedad llamada Global Cinoscéfalos, junto con su secretario, García Revenga, y el hermano de éste, Javier, que figuraban como apoderados de la sociedad, dedicada a desarrollar proyectos en parques comerciales o distribuir contenidos para medios de comunicación. Ese mismo año, se anunció el ya icónico “cese temporal de la convivencia” de Doña Elena y Jaime de Marichalar. Desde entonces, la relación entre ambos es cordial, aunque nunca han pretendido ser amigos. Eso sí, con la excepción de algunos momentos, como cuando fue a visitar a la que había sido su suegra en el hospital, unos días antes de que muriera, en 2014. En febrero de 2008, el Rey ordenó cancelar la sociedad de su hija mayor. Fue entonces, cuando Doña Elena recaló en Mapfre, donde dirige en la actualidad el departamento de Proyectos Sociales. “No hacemos comentarios sobre nuestros compañeros”, nos dicen desde allí.
En 2009, la mujer que, según la periodista Ana S. Juárez, llamaba en privado "Oso" a su exmarido y él la apodaba cariñosamente "Osa" protagonizó el primer divorcio en décadas de la monarquía. La primera mujer en divorciarse de la Familia Real española fue la infanta Eulalia de Borbón, hija de Isabel II. Lo hizo en 1900, de su primo, Antonio de Orleans y Borbón. Aquello desató un gran escándalo en la corte madrileña. Doña Elena y Jaime, quien ha mantenido el grupo de amigos que formó junto a la infanta como Anna Gamazo, Marisa de Borbón o Alicia Koplowitz, han tenido grandes problemas entre ellos, salvo cuando tuvieron que recurrir al juez para que estipulara las condiciones del régimen de visitas. “No hubo nunca ningún problema grave, pero Jaime se llegó a quejar en alguna ocasión de la flexibilidad con la que la infanta Elena se tomaba el horario de entrega de los niños, que desde el principio de la separación han vivido con ella”, cuenta una persona fiable.
La reina Sofía se ocupó mucho de ellos en aquellos momentos. También otra buena amiga de la infanta, Rita Allendesalazar. Junto a su fallecido marido, el teniente coronel de la Guardia Real José María Álvarez de Toledo, los han criado como a dos sobrinos. “En aquellos momentos, la prensa les desgració la vida. El acoso al que se vieron sometidos especialmente cuando se separaron sus padres fue de coña. ¡Nadie los ha protegido! Bastante bien han salido para lo que han tenido que pasar”, comparte un miembro de la familia Borbón, que prefiere guardar el anonimato.
En este tiempo, ni Doña Elena ni Jaime han rehecho su vida. A él no se le conoce pareja. En cambio, a ella se la ha relacionado con los jinetes Luis Astolfi, Felipe Zuleta, Alfredo Fernández Durán, el monitor Carlos Ruiz de Velasco o el médico Ángel Villamor. Antes de conocer a Jaime, también estuvo relacionada con Cayetano Martínez de Irujo, Jorge de Habsburgo, el arquitecto Alfredo Santos Galera y el jinete Alfredo Fernández Durán. Sin embargo, hoy en día los que copan titulares por sus romances son sus hijos, Felipe, por su intermitente relación con Mar Torres, heredera del grupo cárnico El Pozo, o Victoria, por su amistad con Álex Recort, el torero Roca Rey o el piloto Albert Arenas. Su padre tuvo siempre reticencias en conocer a su anterior pareja, el DJ Jorge Bárcenas.
La infanta, cuyo carácter es proverbial tal y como ha mostrado en numerosas ocasiones, cuenta con dos biógrafas: las periodistas Carmen Duerto y Núria Tiburcio. La primera, una de las más respetadas del sector, sostiene que es fan de la teletienda y que recibía los encargos que pedía, especialmente productos adelgazantes, en casa de Pichu Garaizabal, madre de los hermanos Fuster, buenos amigos de su hermano Felipe, con quien estudiaron en el colegio Santa María de los Rosales. También contaba que le gusta ir a hacer la compra personalmente y que Mercadona es uno de sus supermercados favoritos. Tiburcio, una de las grandes promesas del periodismo sobre realeza en la actualidad, narra, por ejemplo, cómo se enfrentó al “caso Nóos”, uno de los escándalos que provocó que la monarquía entrara en barrena y que llevó a la infanta Cristina al banquillo de los acusados. Urdangarin entró en prisión en 2018. “Estuvo a su lado al cien por cien, convencida de que eran inocentes, y se llevó una gran decepción con su cuñado. Fíjate que Iñaki pasó la última noche antes de entrar en la cárcel en el piso de su cuñada. Hablaron durante horas, Elena le consolaba y le abrazaba, acabaron llorando… Ahora no entiende la traición de Urdangarin a su hermana con Ainhoa Arteta. Es que no quiere ni ver en pintura a Iñaki”, ha dicho.
¡Qué viva España!
Doña Elena es una enamorada de los caballos, le encanta la caza, navegar, esquiar y tiene un perro, Tula, un ejemplar de Fox Terrier, que lleva sujeto con una correa con la bandera de España. Es nuestra gran embajadora. Por ejemplo, en su reciente visita al Rastrillo de Madrid, organizado por su prima Simoneta Gómez-Acebo, también llevaba un bolso con la bandera. Cuando luce un sombrero panamá, lo hace con un ribete con la enseña nacional y, por ejemplo, cuando España ganó el Mundial de Fútbol se pintó incluso la cara, junto a sus primas y amigas, María Zurita y Mencía de Morales, íntima de la primogénita de los eméritos y nieta de Alicia de Borbón Parma, quien pudo haber reinado en nuestro país si su tío, Alfonso XIII, no hubiera tenido descendencia. ¡Incluso la funda de su móvil tiene la bandera! También la ha puesto en el balcón de su apartamento. Doña Elena es ducha en las redes sociales. De hecho, tiene perfil de Instagram, aunque, naturalmente, es secreto. Y en él comparte, por ejemplo, un atardecer mientras degusta una refrescante sangría española.
Ahora compra en Zara y, cuando tiene que asistir a algún evento de la realeza internacional, cuenta con su modisto de confianza, Lorenzo Caprile. Él plasma en su diseño lo que Doña Elena siempre destila: españolidad. Es La Chata del siglo XXI. Lleva chaquetas toreras, madroños… Durante su matrimonio con Jaime de Marichalar, se volvió la española más sofisticada del mundo. Vestía de Chanel, Oscar de la Renta, Lacroix o Valentino. Usaba pieles, mantillas, encajes, peinas, perlas, abanicos y grandes tocados, sombreros y pamelas. Al divorciarse, ha vuelto a su esencia más natural. Ninguna de las marcas quiere hablar del revulsivo que supuso que Doña Elena las seleccionara. Hablar con su círculo más cercano es casi misión imposible. Durante todo este tiempo, se ha intentado blindar de los medios y curiosos. Solo Caprile, se arranca y suelta: “Alteza, muchas felicidades. Que sea muy feliz. ¡Se lo merece!”. Pues eso, muchas felicidades, señora.