Cuando aparece en la pantalla de mi ordenador son las 9h en Los Ángeles. Lleva un cómodo jersey, sostiene con firmeza una taza en la mano y, detalle inconfundible, se ha recogido apresuradamente el pelo con una pinza que deja libres algunos de sus mechones rubios. Robin Wright (Texas, 1966) tiene hoy ese aire de niña traviesa que es difícil atribuirle desde que en 2013 su rostro se convirtiera en el de la imperturbable Claire Underwood en la producción de Netflix House Of Cards. El papel de esposa perfecta y sin escrúpulos de un político maquiavélico es uno de esos que cambian una carrera. Con él, justo antes de cumplir 50 años, la actriz volvió a ser un nombre conocido en el mundo entero y dio que hablar. Sí, era poderosa y luchadora, pero no, no era joven... Ahora sabemos que era mejor que eso: mostraba con maestría la fortaleza que imprime la edad.
Con la sonrisa de la victoria en su cara, Wright se prestó a hacer esta entrevista y a protagonizar una sesión de fotos en la que aparece vestida por Ralph Lauren, igual que su personaje en la exitosa serie. Del diseñador podría hablar durante horas: de la ocasión en la que le enseñó su taller en Nueva York, de sus conversaciones informales o de la belleza de su ropa, que le sienta como un guante. «Recuerdo muy bien la primera vez que vi Annie Hall, de Woody Allen, una de mis películas favoritas. Me impresionó mucho el vestuario, sin saber que era de Ralph Lauren. De hecho, así me vestía yo, con ese aire masculino. Más tarde, cuando empecé a frecuentar las alfombras rojas, siempre regresaba a él. Su estilo es eficaz y atemporal, y me encanta la fuerza que desprende, su atención a la estructura y los hombros, tanto si se trata de un traje de tres piezas como de un vestido largo. Es muy americano, con un toque un poco viril y una sofisticación carente de ostentación. También firmó los diseños de El gran Gatsby», asegura. Y es que cuando Robin Wright habla de este tema lo hace con emoción y dándole la importancia que requiere: «Con Kemal Harris, la encargada de lo que llevo en House Of Cards, elegimos El general como tema para la sexta temporada, como si Claire fuera un alto rango militar. Así que buscábamos prendas con charreteras, botones dorados, puños adornados... Ralph Lauren era perfecto para eso. El vestuario es una de mis pasiones, y puede que esto no sea así para todos los actores, pero para mí es casi lo primero que define a un personaje. Eso y el pelo».
Hablemos del pelo entonces. Para millones de chicas, Robin fue primero Kelly Capwell en la telenovela Santa Bárbara. Diez horas de trabajo al día entre 1984 y 1988, páginas de diálogos insípidos que memorizar para la mañana siguiente y la fama pegajosa de los actores de televisión: aprendió el oficio a las malas, pero destacaba entre la multitud con esa gracia que resistía la peor iluminación y su melena de princesa, lisa, larga, rubia, digna de un anuncio de champú. Gracias a ella se salvó del patíbulo e hizo su primer largometraje, La princesa prometida, una deliciosa parodia de los cuentos de hadas dirigida por Rob Reiner. Tomar la decisión de cortarla no debió de ser fácil: «Hablé mucho de ello con David Fincher (productor de House Of Cards), que me dijo: “Claire Underwood es un busto de mármol en este momento: no se mueve apenas, aunque puede matar a alguien con una simple mirada”. Y pensé que el cabello corto, que acentúa la línea de la mandíbula y los pómulos, era una forma de aportarle una severidad al personaje que le pegaba más que la suavidad del pelo largo». Entonces, ¿sin arrepentimiento? «¡El pasado es el pasado! Hace poco intenté dejármelo crecer, pero me hacía parecer diez años mayor...».
La actriz habla de su edad sin dificultad y sin pintarlo todo de color de rosa: «He pasado algunos de los mejores momentos de mi vida después de los 50, eso está claro. Todos los tópicos son ciertos: te desprendes de esas pequeñas cosas que no puedes controlar, te sientes más ligera, te centras en lo importante. Sucede de forma natural. Por supuesto, si a los 50 mi carrera se hubiera hundido, no diría lo mismo. Hay que saber permanecer disponible pero deseable, ser diplomática y mostrarte fuerte y amable al mismo tiempo, dos cosas difíciles de conciliar. Supone mucho esfuerzo», confiesa.
Y esfuerzo es lo que ella ha demostrado. Eso y una gran capacidad de reinvención. Después de Forrest Gump, rechazó grandes películas, entre ellas Batman y Parque Jurásico, justo cuando su carrera estaba a punto de dispararse. Acababa de casarse y todo apuntaba a que se quedaría un tanto eclipsada por el aura deslumbrante de su marido, Sean Penn. «Es cierto, saqué tiempo para mis hijos y sólo trabajaba durante el verano, para que pudieran venir conmigo cuando rodaba. Me alegro de haberlo hecho, y quizá por eso sigo aquí. No estoy en la lista A, la de los nombres que bastan por sí solos para financiar una película, como Margot Robbie, pero jamás he dejado de rodar».
Aunque nunca abandonó la profesión, no alcanzó ese éxito de los primeros tiempos... hasta que se presentó House Of Cards, en 2013. Ya en el mapa de nuevo, la huelga de guionistas, que paralizó durante meses la industria, no pudo llegar en peor momento para ella. El pasado otoño tendría que haber estrenado Here, la nueva cinta de Robert Zemeckis, que protagoniza junto a Tom Hanks 30 años después de Forrest Gump. El proyecto fue aplazado y no pudo mencionar nada sobre él: la más mínima palabra habría sido vista como una promoción y una traición a la lucha sindical. Respecto a las reivindicaciones que se hicieron, la actriz se muestra de acuerdo: «Necesitamos que nos paguen cada vez que se vende y se revende un producto, y no sólo por el rodaje. Exclusivamente las plataformas sacaban beneficio de ello, sin redistribuirlo entre la gente que había participado». Por otro lado, se percibe que aquella situación de paro puso a prueba su carácter inquieto: «Eso tenía que acabar, porque debilitaba la industria a largo plazo, y a corto plazo mucha gente se encontró en una situación crítica».
No trabajar es, sin duda, la peor pesadilla de Robin Wright. De hecho, nunca le ha sucedido. ¿Y tres días sin hacer gimnasia? «¡Imposible!», se ríe. «Por eso me gusta tanto ir a Europa, donde te tomas tu tiempo para vivir. La pandemia también tuvo ese efecto, aunque las circunstancias fueran espantosas, de obligarnos a bajar el ritmo, de recordarnos cómo puede ser todo cuando no estás de un lado para otro siete días a la semana, 24 horas al día». Pero lo cierto es que probablemente ella disfrute de esa vorágine. «No soporto no trabajar», confiesa apretando los dientes. Se nota. Este 2024 estrenará en Netflix la película Damisela, junto a Millie Bobby Brown y dirigida por Juan Carlos Fresnadillo. También circula la información de que ha firmado una nueva serie con Amazon Prime, que producirá, dirigirá y protagonizará. Y es que no ha terminado lo que empezó a los 18 años. Este es su día a día y hasta en el vocabulario que escoge se le nota. Cuando habla de cine, dice «industria del entretenimiento»; cuando cuenta su vida, utiliza el término «carrera»; cuando menciona sus películas, se refiere a ellas como «proyectos». Y lo hace con un eco de placer, maestría y fortaleza en su voz. Siempre.
Producción: Brune de Margerie. Asistente de estilismo: Natasha Bocha. Peluquería: Luca Blandi. Maquillaje: Laura Stiassni. Manicura: Lolly Koon.