«La familia al completo solíamos ir de vacaciones a la NASA, en Florida. Durante la cena hablábamos de las misiones de los transbordadores, de los vehículos exploradores o de lo último que estaba ocurriendo en el Laboratorio de Propulsión a Reacción. La investigación espacial es la vanguardia, la última frontera para entender el universo. Mi padre (médico de urgencias en St. Louis, Misuri), en cuanto a conocimiento, me animó a que saliera de mi zona de confort», asegura Karlie Kloss (Chicago, 1992), quien quería ser, con todo su corazón, pediatra, investigadora o profesora. «Siempre me identifiqué como una chica a la que se le daban bien las matemáticas y las ciencias. Mis hermanas bromeaban con que era la empollona. Imagínate a una niña adorable, de primer grado, divirtiéndose con experimentos científicos; así era yo. Me encantaba aprender, guiada por una curiosidad sin límites». Y un reto que la hiciese superarse... A sus 32 años, no es sólo un icono de moda y embajadora de la saga olfativa Good Girl de Carolina Herrera, también dedica sus esfuerzos a Gateway Coalition, su organización comunitaria centrada en la salud reproductiva; a Kode With Klossy, su proyecto personal más ambicioso, un programa gratuito puesto en marcha en 2015 para chicas y jóvenes de género no binario de entre 13 y 18 años que quieran aprender a programar, y a Bedford Media, el conglomerado mediático que ha creado con su marido y que supervisa las publicaciones i-D y LIFE. Nada puede detener a la fuerza de la naturaleza que es Kloss, una estrella polar dentro de la industria que practica y defiende la máxima «si puedes verlo, puedes serlo». Porque ella es el ejemplo.
Carolina Herrera siempre apoya a mujeres reales, fuertes e independientes. ¿Cómo formas parte de su estela?
La señora Herrera es auténtica y poderosa, es la musa por excelencia. He trabajado con ella y con sus hijas desde el inicio de mi carrera. El primer desfile que abrí en mi vida fue el suyo. Era una adolescente de 15 años a la que le quedaba por construir su confianza profesional, personal y corporal. Ella creyó en mí y me ayudó a cimentarla. Es uno de sus dones. Tener modelos a seguir o leer sobre personas que te inspiren a soñar a lo grande te hace ver que todo es posible.
Lo que haces tú con Kode With Klossy... ¿Qué te motivó hace casi diez años a que las niñas abrazasen programar?
Recuerdo que hace una década no dejaba de oír la palabra codificación y me picó la curiosidad. Me dije: «¿Qué es este lenguaje tan potente y por qué sólo hay un grupo selecto de personas, en especial hombres, que saben usarlo?». Siempre he pensado que lo que pueden hacer los chicos, las chicas también pueden llevarlo a cabo. Igual de bien, incluso mejor. Por desgracia la industria tecnológica carecía, y sigue careciendo, de diversidad en todos los ámbitos, y cuando aprendí a programar me di cuenta de que eso no iba a desaparecer hasta que creáramos más oportunidades para que las jóvenes desarrollasen su potencial. Cuando pienso en mis clases de secundaria, no había informática. Para ellos había taller, vamos, carpintería, y economía doméstica para nosotras, que consistía en cocinar y cuidar una casa.
¿Por qué programar? ¿Cuál es su poder?
Porque, si entiendes cómo funciona a nivel profesional, abres nuevas oportunidades para tu carrera laboral y tu vida en general. La tecnología está cambiando la manera en que funciona el mundo; las compañías que se dedican a ello ejercen una gran influencia sobre nuestro día a día, y es emocionante ver cómo las mujeres en STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas) –me gusta definirlo así, porque las industrias creativas están entrelazadas con la tecnología– construyen nuestro presente y futuro.
¿Qué has aprendido de tus estudiantes en este tiempo?
Que no hay nada más poderoso que una red de niñas apasionadas y motivadas. Por eso me conmueve tanto observar su valentía. Conocen su valía y me da esperanza de cara al planeta que levantarán. Para mí su autorrealización y su autoconfianza son más importantes que un conjunto de habilidades técnicas. Porque cuando alguien es consciente de sus capacidades, es imparable. Muchas veces, como mujeres, y lo digo desde mi experiencia, nos enrocamos y dudamos de nosotras. Es una mezcla de lo que el mundo nos dice que tenemos ser con nuestros límites autoimpuestos: que no pertenecemos ahí o que no podemos lograrlo. Así que cuando dejas de ser tu propio obstáculo, reconoces tu poder y te das cuenta de tu verdadero potencial, no sólo abres nuevas puertas, derribas otras desde sus bisagras.
¿En algún momento tuviste miedo?
Tengo la suerte de que una de mis amigas es Natalie Massenet, una empresaria extraordinaria. Hace años me preguntó: «¿Qué harías si no tuvieras miedo?». Y siempre ha resonado en mí, porque nos quedamos atrapados en nuestros pensamientos, temiendo todo tipo de cosas: el fracaso, qué creerán o dirán sobre mí... Hace falta valor para convertirse en emprendedor, sea cual sea el sexo, edad o experiencia.
Nada te detiene a la hora de defender lo que crees. Hace un mes, se estrenó el proyecto audiovisual que produjiste con Phoebe Gates, Everybody’s Fight: An In Bloom Series. ¿Desde cuándo luchar por los derechos reproductivos ha sido importante para ti?
Siempre he estado involucrada. De adolescente trabajé en St. Louis como voluntaria acompañando a pacientes de Planned Parenthood, y luego me uní al equipo de Choices en Carbondale (Illinois). Sin embargo, cuando el Tribunal Supremo anuló el caso Roe contra Wade fue un punto de inflexión. Mi creencia en el derecho de la mujer a elegir fue aún más profunda. Sobre todo tras tener a mis hijos durante ese tiempo. Mi deseo de hacer algo se volvió urgente, porque cuando restringes el acceso a la atención reproductiva segura y legal, restringes la libertad de una persona para controlar su propia vida. Puede que demócratas y republicanos no estén de acuerdo en determinadas cosas hoy en día, pero muchos de nosotros hemos encontrado un punto común: la protección de la libertad reproductiva. El aborto forma parte de ella y es un derecho humano básico. No debe politizarse. Estoy muy agradecida de haber tenido embarazos saludables y acceso a la atención que necesitaba, pero eso no debería ser un privilegio. La triste realidad es que en Estados Unidos las tasas de mortalidad materna han aumentado y esto sucede en un país que es potencia mundial.
Una duda: ¿existe allí la baja maternal remunerada?
No. Hasta que no tuve a mi primer hijo, no fui consciente sobre temas como permisos retribuidos o la mortalidad y la salud maternas. El hecho de que una de cada cuatro mujeres tenga que volver al trabajo dos semanas después de dar a luz es devastador. Recuerdo lo que mi cuerpo sufría, mi salud mental, la falta de sueño, lo que implica el cuidado de un bebé... Yo tuve la suerte de contar con un sistema de apoyo y con mi pareja. Por eso necesitamos a más mujeres en posiciones de liderazgo, que generen políticas que protejan y defiendan la maternidad retribuida. Porque nosotras entendemos lo vulnerable que es ese periodo tras tener un hijo. La política en Kode With Klossy es 12 semanas de baja remunerada, que es mejor que la de algunos lugares de trabajo y no tan buena como la de otros. Pero al menos es algo.
¿Cómo involucras a la generación Z en lo que crees?
Escuchándolos y haciéndoles partícipes. La realidad es que su mundo es ya diferente, también lo son su forma de comunicarse y de vivir, que seguirá cambiando con la inteligencia artificial. Lejos de ser meros consumidores pasivos, estos jóvenes son creadores natos, defensores, emprendedores, toman las riendas de movimientos sociales, usan su dominio de las redes para desencadenar diálogos que algunas aulas todavía temen tocar. Invierten tiempo, esfuerzo y pasión para que el presente y, sobre todo, el futuro mejoren.
Hablando de inteligencia artificial, ¿qué te parece?
A la máquina hay que entrenarla. ¿Y qué pasa? Que no tiene ética. Si tú le introduces basura, saca basura. Si los datos vienen limpios, analizados y con calidad, te va a generar ese mismo tipo de contenidos. Y si los equipos que la desarrollan no son diversos, todos piensan lo mismo, a la hora de programar no toman conciencia de la pluralidad que existe en la sociedad. Por eso es un momento apasionante como mujeres para ser parte del cambio. Necesitamos presupuesto, voluntad política y ser más en los espacios en los que se diseñan estas herramientas, pero también allí donde se debaten las regulaciones. La IA no crea un discurso nuevo, recrea el existente.
¿Crees que la tecnología cambiará el mundo de la moda?
Por supuesto. La mayoría de nuestras becarias elaboran proyectos orientados al impacto social, incluidos los problemas de la industria de la moda, ya sea la sostenibilidad, la contaminación del agua, el calentamiento global o la integración de las tallas. Y eso me hace albergar muchas esperanzas de cara al futuro, porque veo se preocupan por los mismos problemas que los líderes mundiales. Muchas de ellas son tan jóvenes que ni siquiera pueden votar, pero eso no les impide tomar medidas reales.
¿Cómo ves nuestro futuro en sectores predominantemente más masculinos?
Espero que haya más directivas en todas las disciplinas. Que demos la vuelta a esa idea de “si no puedes verlo, no puedes serlo”. Alterar el paradigma, que las niñas vean a mujeres en puestos de liderazgo para que se den cuenta de que ellas también pueden ocuparlos. Hay tantas mujeres brillantes desafiando las probabilidades... De las más de 10.000 becarias que han pasado por nuestros programas, la mayoría hoy está en la universidad; casi el 80% se ha especializado en informática, una locura comparado con el escaso 5% de mujeres que se gradúan en Estados Unidos en estos campos. Debemos terminar con el tabú de que, para escribir código, has de ser un genio matemático o un ingeniero. Falso. Las adolescentes deben saber que, si desean llegar a ser algo, pueden serlo. Que vayan a por ello, con determinación y sin dudar. Sin ponerse nunca en una situación de inferioridad o debilidad frente a los hombres.
Si pudieras citarte con tu yo juvenil, ¿qué le contarías?
Le diría: «No subestimes tu poder y tu potencial». Cuando era una adolescente de 13 años y en mis 20, hubo momentos que no me lo creía, y necesitaba oírlo. Muchas veces me empequeñecía o sentía que tenía que ser lo que los demás querían que fuera. Y cuando puedes explotar tu auténtico yo, incluso si es diferente de lo que la sociedad, tu familia o el mundo espera de ti, tienes que mantenerte fiel a eso.
Los sueños no acabaron con las elecciones de Estados Unidos del 5 de noviembre... ¿Cómo se mide el progreso en un país que a veces avanza con lentitud?
Con más mujeres en la mesa, porque nuestras vivencias son otras que las de nuestros homólogos masculinos. Muchas hacemos malabarismos con diferentes responsabilidades e identidades, tanto personales como profesionales.
¿Cómo la vicepresidenta Kamala Harris apoya el progreso?
Con su ejemplo. Cuando mujeres de diversos contextos, edades, géneros, etnias o religiones ofrecen una comprensión más amplia y profunda sobre el impacto de las decisiones, fomentan un liderazgo empático e inclusivo. No se trata sólo de marcar una casilla, sino de tener un diálogo constructivo a través de las diferencias. Por eso me incomoda lo polarizados que nos hemos vuelto en muchas de las conversaciones fundamentales. Si tuviéramos más comunicación, reconoceríamos nuestra humanidad en común.
¿Qué te gustaría compartir con otras mujeres?
Al recordar mis últimos años de adolescencia, veo que tenía miedo de perder un trabajo si decía que no deseaba hacer algo. Pero no fue así. Cuanto más ejercía el poder de mi voz, más respeto me ganaba de mis compañeros. Y lo conseguí por mí misma y por abrazar lo que me hace ser quien soy hoy. Sólo ahora tengo la confianza para mantenerme erguida y reconocer esa fuerza. Cuanto más evoluciones e inviertas en ti, más gente querrá formar parte de ello y acercarse a ti para aprender de lo que te interesa.
¿Notas que se usa un lenguaje cada vez más duro, más categórico?
A través de las palabras, se puede diagnosticar la salud de una sociedad. La desinformación supera ya a la información. Es casi imposible rastrear la verdad en la actualidad por la sencilla razón de que nadie la busca. En general, lo que lees son titulares en pocos minutos y lo que se persigue es validar nuestra postura. Deberíamos volver a la reflexión, a la conversación con pausa, a generar espacios de sosiego y a escuchar al otro. Eso nos hace crecer. El derecho a que la opinión se transforme, que cambie, me parece algo sano como personas, como sociedad. Existen más posibilidades de salvarnos en una comunidad unida, que dividida y crispada.
¿Qué papel juega aquí la educación?
Es la herramienta. La evolución reside en el conocimiento. Sé curioso y comete errores, sé paciente y no te riendas. Si no sabes por lo que luchas, ¿cómo defiendes tus ideas?
¿Hoy es peligroso expresarse tan abiertamente?
Sí, y me duele. Aunque eso me motiva a hacer más, a hablar más alto. El silencio no es una opción ante las injusticias, y el miedo no debe impedir que se defienda lo correcto. Si sabes que algo no está bien, no puedes dejarte intimidar.
Eres una mujer que actúa y llama a la acción. ¿Te has sentido tentada de meterte en política?
¡Madre mía! No tengo ningún interés. Pero sí diré que estar informado como votante y como ciudadano y ser capaz de defender tus derechos es algo muy importante para mí.
¿Te atreves a predecir dónde estarás los próximos 10 años?
Me resisto a mirar demasiado en la bola de cristal. La verdad es que no sé dónde estaré dentro de una década. Nada en los últimos diez años ha salido exactamente como estaba previsto, lo cual forma parte de la belleza de la vida. Cuando tenía quince años y crecí en St. Louis, no sabía nada de moda ni de programación, ¡ni siquiera había tomado nunca un avión! Espero que los próximos diez años me deparen tantas sorpresas y aventuras y que, haga lo que haga, sea feliz, goce de buena salud y esté rodeada de mis seres queridos.
En tiempos de pánico, ¿qué te da tranquilidad?
Mis hijos. No hay nada que me ancle más a la vida y a lo que importa que estar a su lado. Tengo la esperanza de poder construir un mundo mejor para ellos. Es mi propósito.