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Corría el año 1894 cuando John Barbour abrió en South Shields una marca de ropa homónima especializada en prendas pensadas para llevar en la húmeda campiña británica. Aquel empresario, dedicado a la importación textil (en concreto, de un material similar al hule), no sabía que acababa de fundar una firma que terminaría por definir el estilo británico del nuevo siglo. Han pasado 130 años desde entonces y la marca ha sabido abrirse a un público amplio sin dejar de lado el armario de los abanderados del estilo british más clásico. Iconos como Alexa Chung (colaboradora habitual de la firma, con quien acaba de estrenar camapaña) lo llevan sin parar, Dua Lipa demuestra que los Z también conectan con la prenda y por supuesto, la casa real británica sigue siendo cliente fiel de una firma a la que ellos mismos han contribuido a ensalzar como sinónimo de moda de calidad.
La gran particularidad de las prendas de Barbour que llegaron al mercado en 1894 era su resistencia, si bien tuvieron que pasar algunos años para que naciera su icónica chaqueta encerada. La primera tienda, llamada J. Barbour & Sons, abrió sus puertas en South Shields, una ciudad costera situada en el norte de Inglaterra y donde a día de hoy la compañía tiene todavía su sede. En 1936, Duncan Barbour, nieto del fundador y motorista por afición, ideó toda una línea específica para motoristas, prendas de acabado encerado, que fueron todo un éxito durante décadas.
Resistentes y duraderas, las prendas de Barbour se colaron en el armario de nombres como el actor Steve McQueen, gran amante del mundo del motor o de miembros de la realeza británica. Entre ellos, el Duque de Edimburgo, siempre vestido de Barbour en sus viajes para cazar. Tanto es así, que Barbour recibió su primera autorización como proveedor oficial de la Casa Real (Royal Warrant) por parte del Duque, más tarde llegaría el de la reina Isabel (1982) y el de por aquel entonces príncipe Carlos (1987).
Durante sus primeras décadas de existencia, Barbour se limitó al armario masculino, ya sea con sus prendas para el campo o con los trajes de motorista (también realizaron prendas para la Marina británica), pero en 1983 lanzaron a la venta un abrigo que cambió el rumbo de la marca y permitió adentrarla también en el vestidor femenino. Se trata de la famosísima chaqueta Beaufort, diseñada por Margaret Barbour. La prenda se incluyó en el catálogo de la marca, pues otra de las claves del éxito de Barbour fue el carácter innovador en su forma de vender, introduciendo la venta por catálogo desde 1908.
La chaqueta de algodón encerado, hoy en día un emblema, presentaba el color verde característico de otras prendas Barbour, el forro de tartán y el cuello de pana que perdura en el modelo actual. Cuando el encerado se desgastaba, se podía volver a aplicar, un servicio de reparación que hoy en día cada vez asumen más tiendas pero era menos frecuente cuando Barbour lo instauró.
Además del Duque de Edimburgo, la reina Isabel y el ahora monarca Carlos III, Barbour también formó parte de una de las mujeres más influyentes del siglo XX: la princesa Diana. En un viaje oficial a la isla de Barra, en el archipiélago de las Hébridas, en Escocia, Diana de Gales lució una chaqueta larga de Barbour, perfecta para la intensa lluvia y humedad. La presencia de Barbour entre los royals británicos sigue siendo una constante. Hace solo unos días, la actual princesa de Gales, Kate Middleton, llevó un diseño de la última colección de la marca. La propuesta pertenece a la colección cápsula con Alexa Chung, una de las mejores embajadoras de la firma.
Hoy en día la chaqueta Barbour, igual que otras prendas tradicionalmente vinculadas al vestir clásico, como puede ser el pantalón de pinzas, se ha hecho hueco en el armario urbano. Y todo fue gracias al festival de Glastonbury de 2007. Pongámonos en contexto: en aquel año la escena indie dominaba las tendencias, Lily Allen arrasaba con sus letras descaradas y Álex Turner se erigía como el ídolo forracarpetas de las seguidoras de Arctic Monkeys. Los festivales de música no eran tan numerosos pero Glastonbury ya se vislumbraba como el epicentro de lo cool gracias a iconos como Kate Moss, en esos tiempos siempre junto al músico Pete Doherty. Para acudir a aquella cita con la música, mejor hacerse con unas botas de agua con las que combatir el barrizal formado durante la lluvia que solía hacer siempre presencia. En este ambiente, las chaquetas de Barbour podían cumplir su función a la perfección, pero su estética posh no encajaba con el aire indie del festival. Todo cambió cuando Lily Allen, cabeza de cartel, se subió al escenario a cantar vestida con un vestido rosa chicle de palabra de honor. En un momento dado, la lluvia apareció y la artista se puso encima una sudadera gris y... ¡una chaqueta Barbour! Lo mismo hizo Álex Turner cuando junto a Arctic Monkeys actuó para los más de 135.000 asistentes que congregaba el festival. No es de extrañar, por tanto, que las ventas se multiplicaran.
El creciente éxito de la prenda, aprobada por mujeres con formas de vestir no precisamente sospechosas de ser clásicas, demuestra que no hace falta vestirse como si se fuera a ir a Balmoral para llevar una chaqueta Barbour. Dua Lipa lo tiene claro, como demostró con una foto en sus redes sociales el pasado verano, luciendo un diseño de la marca. Sienna Miller, Millie Bobby Brown, Keira Knightley, Lily James, Emily Ratajkowski... la lista de celebridades amigas de la chaqueta encerada es cada vez más larga. Si bien la marca está empezando a rejuvenecerse para acercarse a los más jóvenes, no renuncia a su marcado estilo british, el mismo que les dio la fama.