Todo empezó con una sencilla camiseta blanca y una frase que no dejaba lugar a dudas: We should all be feminists, todos deberíamos ser feministas. Era el otoño de 2016 y Maria Grazia Chiuri (Roma, 1964), tras convertirse en la primera mujer en llevar las riendas creativas de Dior, presentaba su primera colección en París que, como simboliza la emblemática t-shirt, unía estética y ética, tendencias y contenido social, abanderando una revolución feminista en la industria de la moda que sentaba las bases de una nueva filosofía para la histórica maison. Y para toda la sociedad. Desde ese día, la diseñadora italiana no sólo ha traído una perspectiva contemporánea, fresca y effortless a la marca, sino que no ha parado de seguir alimentando ese manifiesto en favor de la visibilización del talento femenino y del empoderamiento de las mujeres para que ocupen su lugar en el mundo. Convencida de que una marca como Dior tiene el deber de ser un caleidoscopio de visiones y diferentes voces, un crisol de tradición y futuro, una fusión de heritage y nuevos valores, ya que la moda es una increíble caja de resonancia capaz de retumbar en todas las partes del planeta.
Por eso, nada más aterrizar en Francia, Maria Grazia decidió que únicamente trabajaría con mujeres fotógrafas –pues la mirada masculina llevaba décadas dominando el mundo e influenciando el concepto de mujer–, y decidió reclutar para Dior a algunas de las mentes más brillantes, desde escritoras, como la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, historiadoras como Linda Nochlin, artistas como Judy Chicago, Olesia Trofimenko, Tomaso Binga, Claire Fontaine, Mickalene Thomas... Y hasta mitos del pasado: la filósofa Susan Sontag, la reina Catalina de Médici, o la cantante Joséphine Baker, que, sin ir más lejos, inspira su colección de Alta Costura primavera/verano 2023.
Como si de la propia Catalina u otra reina del Renacimiento se tratara, la directora creativa ha logrado reunir en torno a sí a una corte de prodigios donde florecen la creatividad, la belleza... y, en este caso, la lucha feminista. Si actualmente existe un mecenas del talento femenino es, sin duda, esta italiana convencida de la importancia del trabajo en equipo (e incluso en comunidad), que, tras pasar por Fendi y Valentino, está transformando una de las grandes casas de moda mundiales en un vehículo para cambiar la sociedad.
¿Cómo nació la idea de la colección de Alta Costura de primavera/verano 2023 inspirada en Joséphine Baker que hemos visto hace unos días en París?
Fue justo después del desfile dedicado a Catalina de Médici (el del prêt-à-porter de primavera/verano 2023). Tanto Joséphine como Catalina entendieron el poder de la moda y cómo, a través de la ropa, podían socavar los estereotipos.
Cuando Joséphine llegó a París, se hizo famosa con un espectáculo en el que debía interpretar el cliché de la mujer negra, pero ella, gracias a su estilo y a su personalidad, logró desmontarlo; y también dinamitar los roles de género. Fue la primera que vistió de esmoquin, y combatió por los Derechos Humanos en la Resistencia. Luego, volvió a Estados Unidos con un armario lleno de diseños de Dior y más couturiers franceses, de los que fue embajadora. Por ese vínculo tan fuerte me parecía bien celebrarla.
Usaba la moda como manera de expresar su personalidad...
Desde luego. De hecho, para esta propuesta no nos hemos fijado únicamente en su imagen sobre los escenarios o en eventos especiales, sino también en sus momentos de ocio o cuando viajaba... Tanto ella como Marlene Dietrich (otra grandísima clienta y amiga de Dior) entendieron perfectamente el poder que la moda podía aportar a sus proyectos. Joséphine hizo activismo con sus vestidos.
Una moda que es capaz de cambiar la sociedad. Desde su llegada a Dior lo ha conseguido y ha sabido visibilizar a un gran número de mujeres artistas, escritoras, fotógrafas...
Creo que la responsabilidad de estar al frente de una maison como esta te lleva a pedir apoyo a las mujeres del pasado... y a las contemporáneas. Me han sido de mucha ayuda e inspiración, y por eso he querido compartir sus historias.
Como comentamos, para la colección de primavera/verano 2023 ha rescatado la figura de la Catalina de Médici, una de las más poderosas de Europa en el siglo XVI.
Creo que a ella la encontré en París, gracias a los espacios que transformó. Estoy pensando en los Jardines de Luxemburgo o en las Tullerías. Organizaba allí unos grandes bailes que, por medio de sus vestidos y de los de las damas de su corte, expresaban lo que quería transmitir en sus Regencias. Había conexiones fuertes con ella por el hecho de ser yo italiana. Lo interesante es cómo ella entendió el poder de la ropa hace muchos años. Algo que se nota también en sus retratos.
Es cierto que se puede ver un cierto paralelismo entre Catalina de Médici, una florentina que se convierte en reina de Francia, y usted, una romana que conquista el mundo de la Couture: dos mujeres fuertes que dejan una impronta.
Todos estos personajes dejaron una gran huella en países que no eran los suyos. Joséphine Baker ha entrado ahora en el Panteón, y es la única mujer negra que está enterrada allí. Está junto a otras cinco grandes, como Simone Veil, que han contribuido a la cultura francesa.
Ha citado a Simone Veil y una de las otra cinco grandes mujeres es Simone de Beauvoir...
Las dos son muy, muy importantes por lo que hicieron. También Colette está en el Panteón. Todas mujeres que, para mí, nunca se celebran lo suficiente. Por eso yo sigo haciéndolo; porque las que poseen más talento, tanto en el pasado como en nuestro tiempo, suelen ser reacias a celebrarse ellas mismas. Parece casi algo egocéntrico, e incluso poco educado. Sin embargo, para mí es una cosa fundamental que debemos aprender.
Para Simone de Beauvoir, «Mujer no se nace, se llega a serlo».
Sí, se necesita cierta conciencia...
Recuerdo el hashtag de uno de sus primeros desfiles: #thewomanbehindmydress. Siempre piensa en ellas, ¿no?
La moda tiene un imaginario compuesto por autores masculinos, a pesar de que las femeninas han sido grandísimas. Sin ir más lejos, mira Dior: en 70 años de historia, yo soy la primera mujer.
Es verdad que siempre ha habido más fotógrafos hombres y, al contrario, usted ha elegido siempre apostar por fotógrafas, porque quería esa mirada femenina cómplice, hermana, capaz de reflejar la de otras mujeres, de trasladar su identidad.
Desde luego que sí. Eso fue lo primero que pedí nada más llegar a la maison: traer fotógrafas. No nos damos cuenta, pero contribuyen muchísimo al imaginario fashion. No es solamente la obra del diseñador o el director creativo la que conforma la narrativa, sino también la imagen. Si únicamente hay hombres tras la cámara, es obvio que tendrá un punto de vista concreto. La mujer siempre ha estado cosificada por el ojo masculino. La famosa mirada femenina consiste en otra forma de verla, menos como objeto y más como sujeto de la foto. Cuestión de perspectiva.
Lo llaman female gaze... y además usted añade algo más, una inspiradora y poderosa cadena de talento que se crea gracias a las colaboraciones con diferentes artistas.
Lo más importante es precisamente esa idea de sororidad. Yo doy las gracias a las que han querido colaborar conmigo, porque se han convertido en una comunidad; me han apoyado en mi recorrido e incluso nos hemos hecho amigas. Y agradezco a Dior que entendiera enseguida mi voluntad de compartir este espacio de comunicación. Porque lo que me interesa es tener más voces de mujeres distintas con experiencias diferentes.
En la colección que llega ahora a las tiendas, la de Catalina, por ejemplo, la artista invitada es Eva Jospin.
Sí, es muy amiga mía. Además, vive en París, por lo que quedamos con frecuencia, y habla un italiano perfecto. Me encantan sus obras con papel reciclado, y su capacidad para unir aspectos naturales y arquitectónicos. Es más, ya habíamos colaborado anteriormente en la Alta Costura, porque ella tenía un proyecto maravilloso inspirado en la Sala de los Bordados del Palazzo Colonna en Roma. Y pudimos realizarlo junto con otra cosa que para mí es muy importante: la escuela de bordado de la India. Es un centro que da a las chicas la posibilidad de ser independientes.
Dar trabajo a una mujer puede levantar una comunidad.
La verdad es que la moda tiene ese poder de transformar la realidad. Esto es bastante desconocido, pero, en la India, los bordadores son casi todos hombres. Por eso tuve la idea, junto a la diseñadora Karishma Swali, de crear una escuela de bordado para chicas, Chanakya School of Craft, la Escuela de Artesanía Chanakya. Ella se entusiasmó, y empezó a crear una fundación para llevar a cabo el proyecto. Nosotros, desde Dior, la apoyamos. Y he de decir que, al principio, hubo una cierta reticencia; al fin y al cabo, se trata de un país con muchas lenguas y religiones distintas. Abrir una escuela donde se acepta a mujeres de cualquier procedencia, religión y lengua era difícil. Así que, al empezar, eran sólo 30; pero ahora, por suerte, hemos llegado a 450. Estamos muy orgullosas. La verdad es que es el proyecto que más me toca. Llevamos trabajando en él seis años, y ya hemos abierto un taller. Cada vez que vuelvo a la India y veo cuánto ha progresado, me doy cuenta de las increíbles oportunidades que puede brindar esta industria.
¿El futuro de la moda es femenino?
El futuro es complejo, esa es la verdad. Porque, al final, esta industria también lo es. A menudo se piensa que se la puede definir en una palabra, sintetizarla. Pero Francia, Italia, Estados Unidos, Japón... cada país tiene una historia diferente y la ha desarrollado de manera desigual. Y, luego, las marcas tienen sus propias realidades. Así que cada uno debe seguir su propio camino e innovar en base a su herencia.
¿Ha conseguido ser la mujer que soñaba ser?
No soy capaz de decirlo. Lo que he intentado es dar lo mejor de mí siempre. Y aspiro a estar en paz conmigo misma.
Usted es una gran inspiración para muchísimas personas, incluida su hija Rachele, con la que colabora.
Sí, y ella para mí. Las nuevas generaciones me encantan. Incluso me parecen mejores que las pasadas. Yo he aprendido más de lo que he enseñado.
Hablando del pasado, en otros siglos las mujeres que gobernaban usaban un código de vestimenta masculino. Usted también ama coger diseños de hombre y adaptarlos.
Incluso a nivel personal, siempre he usado y comprado prendas sin pensar en su asignación de género. Por ejemplo, fui una gran clienta de los pantalones techno stretch de Prada Uomo de los años 80 y 90. Compraba lo que me gustaba, y no reparaba nunca en si la prenda estaba clasificada en una sección o en otra. Es algo que se ha quedado dentro de mí, y por eso lo incluyo en mi trabajo.
Eso de quitar etiquetas, de no encasillar, es muy moderno.
Pues me alegra, porque no me he levantado nunca diciéndome: «Soy una mujer». Soy Maria Grazia, ya está. Es algo que no se me pasa por la mente, y me alegro de que a otras personas les pase igual, me parece superado.
Ese es un enfoque mucho más enriquecedor.
El género está tan ligado a la cultura que es difícil para muchos que hemos crecido en ese sistema prescindir de él. Pero podemos dar pasos hacia adelante.
Un paso importante hacia adelante lo ha dado usted llevando la pasarela a la calle y diseñando prendas de uso diario, como vaqueros o camisetas, ¿hoy lo que nos libera a las mujeres es la comodidad?
He entendido que la libertad reside en que cada uno decida de manera autónoma cómo quiere ser. Una mujer puede elegir libremente un corsé y unos tacones altos. Lo importante es que lo haga porque así lo ha querido, y no para parecerse a un modelo que le ha sido impuesto desde fuera. Todavía hoy, creo que muchas se visten para los demás, más que para sí mismas. Para seguir un modelo que ellas piensan que deben encarnar.
He leído que usted se define a sí misma como una mujer pragmática. ¿En qué sentido lo dice?
Porque a menudo tenemos una narrativa demasiado romántica respecto a la creatividad. Que la persona creativa no tiene reglas, que no sigue un proceso. Y, sin embargo, para mí la creatividad requiere mucho rigor, mucho trabajo... y también mucha organización para poderla llevar a cabo a ciertos niveles. Incluso los artistas, para crear un cuadro, hacen bocetos... Tienen un proceso de trabajo. Y para escribir un libro es necesario un rigor inmenso: tienes que ponerte a escribir todos los días. Mucha gente piensa que en la moda, uno se despierta por la mañana, se le enciende una luz y diseña lo que se le ha ocurrido. Pero hace falta una cierta disciplina.
¿Y cree en la creatividad colectiva, en la fuerza del equipo?
He tenido la suerte de trabajar para una gran empresa como Fendi, donde mis mentoras fueron las cinco hermanas Fendi, que me enseñaron el valor del trabajo en equipo. Siempre se lo agradeceré, igual que a Valentino y Giancarlo Giammetti, otra gran pareja que ha trabajado siempre codo con codo. Yo siempre he trabajado en equipo. Existe una idea que viene del pasado, del diseñador solo en una sala. Pero no era creíble antes y mucho menos ahora. Todos tenemos un team, más o menos grande en función de la marca. Pero el diseñador o couturier, para darle a esas obras un valor diferente al del sastre, se veía obligado a presentarse como un pintor, solitario en su estudio. Pero ni los pintores trabajan así, porque siempre han existido los talleres de arte; Miguel Ángel solo nunca habría podido pintar la Capilla Sixtina...
Pero a la gente, tras la pandemia, le cuesta ahora volver a trabajar juntos en las oficinas.
En los últimos años ha habido una tendencia narcisista generalizada. Y los nuevos medios, con esa celebración constante de uno mismo, han influido. En realidad, para hacer cualquier tipo de trabajo, es necesario un equipo. Y, personalmente, lo veo mucho más interesante. Me parecería extremadamente aburrido trabajar sola. Me gusta trabajar con otras personas.
¡No puedo estar más de acuerdo! Por cierto, Maria Grazia, ¿cuál es su mantra de vida?
Intentarlo. Y enjoy your life. Nunca hay que dejar de intentar disfrutar la vida.