Tu idea de las vacaciones de verano perfectas son aquellas que transcurren en tranquilidad, sin hacer meteóricas carreras por capitales de provincia o de estados; aquellas en las que puedes ir a tu ritmo y combinar un rato de lectura a la sombra con un paseo por las afueras de un pueblo o un rato de conversación con el paisano sentados en un poyato. Has llegado a tu tema perfecto, porque aquí te traemos cinco tranquilos pueblos del norte de España que todavía no están demasiado masificados.

Tenemos pueblos de interior, para una desconexión absoluta; otros con fantásticos faros para ver atardecer junto a ellos y junto al mar; otros en los que subirse a la tabla de surf será una de las experiencias más emocionantes y otros en los que el entorno natural es, simplemente, sobrecogedor. ¿Te convencen?

Mundaka (Vizcaya)

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Una somera mención de Mundaka nos lleva a hablar de su famosa ola izquierda y por qué es un paraíso para surfistas, que acuden a la localidad vizcaína a superar retos y a participar en los muchos campeonatos que se organizan en la playa de Laidatxu. Pero más allá del neopreno y la tabla, Mundaka es un pueblo de unos 2.000 habitantes con encanto por sí solo. Acércate hasta el puerto, donde arranca el casco antiguo; un paseo por sus estrechas calles te llevará a palacios como el de Larrinaga, su ayuntamiento porticado o el clásico Casino que tienen todas las ciudades del norte -sí, este también con un restaurante para probar-. Si quieres hacer buenas fotos, 'haz piernas' y súbete a los miradores: el de la ermita de Catalina es el clásico pero el de Portuondo, a las afueras, te sobrecogerá. No te marches de Mundaka sin pasear por la reserva de Urdaibai.

Muxía (A Coruña)

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Es una preciosa villa marinera de apenas 5.000 habitantes, perfecto punto de partida para descubrir la fascinante Costa da Morte. Un paseo por la localidad coruñesa de Muxía será suficiente para admirar sus ejemplos de arquitectura regional: eras, cobertizos, hórreos... todos erigidos en sólida piedra. También es así la iglesia románica de San Cristovo de Nemiña, la más pequeña de la comarca, o la de San Martiño de Ozón, un claro ejemplo de la arquitectura religiosa de la zona. Si solo puedes/quieres ver un templo, es obligatorio el santuario de la Virgen de la Barca, paso obligatorio de los peregrinos que extienden el Camino de Santiago hasta la costa da Morte, y no muy lejos de los dos últimos secaderos de congrio artesanales que quedan en Europa.

Cabezón de la Sal (Cantabria)

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D.R.

Viajamos hasta un pueblo de interior, solitario y con mucho encanto, pero que está a tan solo 10 km de la costa -así que en unos minutos puedes saciar tus ganas de mar-. Es Cabezón de la Sal, una villa de 8.400 habitantes que se puede enorgullecer de estar entre las más bonitas, tranquilas y típicas de Cantabria. El nombre tiene que ver con la vinculación del pueblo a esta sustancia: se extraía en esta zona y 'cabezón' era el nombre de una medida que se usaba para comerciar. Un paseo por la localidad te retrotraerá a tiempos de esplendor: palacetes de evocación francesa, casonas de piedra, edificios blasonados... Los más pequeños de la casa (o quizá, no tan pequeños) disfrutarán en el museo 'cringe' de Cabezón de la sal, dedicado a los calabozos, que recrea una cárcel del siglo XVIII en el lugar donde estaban las mazmorras. Y ahora sí, en familia conviene ir al poblado de Picu de la Torre, que reproduce las viviendas de la Edad de Bronce.

Bembibre (León)

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D.R.

Si buscas la tranquilidad de un pueblo pequeño de interior, donde sea posible desconectar, pasear, leer y dedicarse a la tranquilidad más absoluta, pero que sea punto de partida para excursiones a otras ciudades de mayor recorrido (como Ponferrada y Astorga), tu destino ha de ser Bembibre. Esta localidad de 9.000 habitantes se encuentra en el valle del río Boeza, uno de los afluentes del Sil, una zona conocida como Bierzo Alto. Sin duda un motivo para ir a Bembibre es que su nombre deriva del latín 'bene vivere' (buen vivir), lo que nos da una idea de su gastronomía, lo agradable de su gente y el clima. Es muy curioso el castillo derruido, que los lugareños denominan el Palacio y las casas de la población, con paredes típicas de piedra y barro y cubiertas de pizarra.

Pola de Somiedo (Asturias)

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D.R.

Es la capital del concejo de Somiedo, con un parque natural que lo invade todo y que es el gran protagonista del paisaje de la zona. Llegar ahí no es fácil y requiere pasar alguna que otra carretera compleja, no lejos de territorios como Cangas del Narcea o Nalón. Los principales núcleos de población no alcanzan los 300 habitantes, así que te garantizamos desconexión absoluta. En Pola de Somiedo no hay que dejar de ver la iglesia parroquial de San Miguel, el templo de San Pedro de la Riera, del siglo XVIII, el palacio renacentista de Caunedo y por supuesto los lagos de Saliencia, un entorno natural del que no te querrás marchar nunca.