Cuando Beatriz Corredor ingresó en 1993 en el Cuerpo de Registradores de la Propiedad y Mercantiles, en el mundo rural era frecuente que se llamara “registradora” a la esposa del registrador. “En mi primera oficina algún paisano se dirigió a mí como ‘la chica’, y mi oficial solía contestar con buen humor: “La chica es la señora registradora”, cuenta divertida esta madrileña de 56 años que fue ministra de Vivienda.
Los muchos puestos que ha desempeñado a lo largo de estos 30 años de carrera le permiten tener una visión muy amplia de cómo ha evolucionado el papel de las mujeres en el entorno laboral. Hoy preside Redeia y el Consejo de Administración de una corporación que agrupa a cinco filiales (Red Eléctrica, Redinter, Reintel, Hispasat y la plataforma tecnológica del grupo, Elewit) lo que le obliga a estar atenta a muchos frentes. Un trabajo que asume con el mismo entusiasmo y la vocación de sus comienzos.
¿Cuáles son los principales retos que enfrentas en tu trabajo diario?
Diría que los mismos que cualquier directiva o profesional con un alto nivel de responsabilidad. Y lo podría resumir en la organización de mi agenda; la actualización permanente –conocimientos, regulación, tendencias– y, sobre todo, las relaciones personales: la gestión del consejo de administración y de los equipos. Y al ser la representante institucional de Redeia, es esencial mantener óptimas y fluidas relaciones con administraciones públicas, organizaciones, reguladores, grupos de interés… Todo ello en un momento de alta incertidumbre global, que nos obliga a adaptarnos a cambios inesperados: saber improvisar es ahora una habilidad imprescindible.
Todo evoluciona de forma vertiginosa, sobre todo en los sectores en que trabajo, como la energía y las telecomunicaciones, cuya transformación está cambiando radicalmente el mundo que conocemos. También mi pasado de opositora me pesa… Necesito tener un conocimiento profundo de lo que abordo, leer, estudiar, entender. Y no podría hacerlo sin una comunicación permanente con mis compañeros de Redeia: sin ellos sería imposible desempeñar adecuadamente mi función.
¿Y cómo es un día típico en tu agenda?
Mi jornada suele empezar sobre las seis de la mañana y, como casi todas las madres trabajadoras, lo primero que me ocupa es la intendencia doméstica, que tengo que simultanear con temas urgentes de la empresa y alguna alerta de prensa. Y desayuno en casa, salgo siempre con el primer café ya puesto.
Si no tengo viaje, llego a la oficina después de dejar a mi hija pequeña en clase (aunque a partir de este curso se va a encargar casi siempre su padre), y luego suelo mantener reuniones con las unidades de la compañía, para seguimiento de objetivos y proyectos en curso, previsiones de agenda, orden del día del Consejo, presentación de informes…También mantengo encuentros dentro y fuera de nuestra sede con nuestros grupos de interés, asociaciones, empresas, colegios profesionales, etc. Y cada vez es más frecuente que tenga que representar a la compañía en un evento, congreso, seminario o foro de debate.
Pero quizás mis jornadas preferidas son las visitas a alguna comunidad autónoma en la que tenemos una instalación o un proyecto que desplegar: en mi época de ministra aprendí que desde el despacho no puedes conocer bien el territorio y a sus representantes y vecinos. Es necesario ir allí, escuchar y contar con las personas que lo habitan. Es de lo más gratificante de mi puesto.
Tú has ocupado posiciones de gran relevancia en diferentes sectores. ¿Cómo ha cambiado el panorama para las mujeres en el mundo laboral?
Hemos evolucionado tremendamente en todos los ámbitos. El acceso a la función pública es objetivo y no discriminatorio para las mujeres, de hecho, somos mayoría en los principales servicios del Estado, y en el ámbito político y en el sector público las leyes de paridad han hecho avanzar muchísimo a las mujeres.
En el ámbito económico y empresarial, aunque rondamos ya el 40% de representación femenina en los Consejos de Administración del Ibex, (gracias, una vez más, al impulso legislativo) aún queda mucho camino que recorrer para aumentar y consolidar nuestra presencia, tanto en puestos directivos como en sectores clave como la inversión, la innovación, la tecnología o las ciencias.
Redeia es la primera empresa del Ibex 35 que llegó al 50% de mujeres en su consejo de administración, pero ¿por qué nos cuesta tanto?
Suelo decir que, en España, incluso en Europa, la legislación no impide que las mujeres lleguemos a todos los ámbitos de poder, pero la falta de legislación sí. Porque la desigualdad estructural sigue siendo una realidad con la que convivimos. Los obstáculos sociales, psicológicos, culturales, familiares y organizativos siguen frenando a muchas mujeres, que a menudo enfrentan la “doble carga”, la sobrecarga más bien, de responsabilidades laborales y familiares. Romper con estos obstáculos y entender que toda la sociedad ganaría en derechos, oportunidades y beneficios económicos si logramos una igualdad real está costando un esfuerzo gigantesco, y a día de hoy el riesgo de retroceder parte del camino ya recorrido es inquietante.
¿Y cuáles crees que son los mayores obstáculos que aún enfrentan las mujeres para alcanzar posiciones de liderazgo?
En este caso, suelo decir también que las mujeres somos más conscientes de nuestras debilidades y los hombres de sus fortalezas. El techo de cristal, el de cemento, el síndrome de la impostora, el miedo y su reverso, la autoexigencia, la culpa… Parte de las limitaciones pueden venir de nosotras mismas, de las consecuencias de siglos de desigualdad y discriminación. Pero uno de los principales motivos por los que las mujeres no acceden a posiciones de poder es la persistencia de estereotipos de género (“mujer de carácter” o “ambiciosa” tiene un claro matiz peyorativo) y sesgos en las estructuras económicas y relacionales de las empresas, que influyen no solo en las decisiones de contratación, sino también en las de formación, desarrollo directivo y promoción.
La conciliación entre la vida personal y profesional es un tema de creciente importancia. ¿Cómo promover un equilibrio adecuado en las organizaciones?
La pregunta de cómo conciliar nuestra vida profesional y personal es una cuestión que casi a ningún hombre se le plantea, porque se presupone que ellos no se encargan de las tareas del hogar o que tienen menos responsabilidades familiares; es decir, que están al margen de la política de los cuidados. Por eso prefiero hablar de corresponsabilidad en lugar de conciliación, que es una cuestión distinta y que nos afecta a todos, independientemente de nuestro género, de si tenemos o no hijos o hijas, o de nuestro estado civil.
En Redeia impulsamos la igualdad de oportunidades como vía para incrementar el bienestar en el trabajo, favoreciendo un espacio que contribuya a la realización personal y profesional, a la salud física, mental y emocional de nuestra gente, con horarios flexibles o un modelo híbrido de teletrabajo, por ejemplo. Nuestra compañía, de hecho, ha sido certificada como Empresa Familiarmente Responsable (EFR) B+, por nuestro compromiso por el balance entre vida personal, familiar y laboral de los empleados.
A lo largo de tu carrera, ¿cuáles han sido los valores más importantes que has tratado de mantener y transmitir?
La honestidad, la ética y la lealtad. Y cuando hablo de lealtad no me refiero a una alabanza incondicional o un apoyo acrítico a las opiniones o decisiones de un superior; sin escuchar no se aprende y es mucho más fácil equivocarse. Algunas de las mejores lecciones de mi vida profesional las he recibido de colaboradores que me han dicho, de forma argumentada, lo que no quería oír.
¿Cómo has integrado esos valores en la gestión tanto en la administración pública como en el sector privado?
Toda mi carrera ha estado guiada por la vocación de servicio público, lo que ha hecho que la ética y la asunción de responsabilidad hayan sido esenciales en cada paso que he dado, desde los registros en los que he servido, hasta mi puesto actual pasando por el Ministerio de Vivienda. Al final, gestionar desde el Consejo de Ministros es como liderar el mayor Consejo de Administración del país, donde la responsabilidad es máxima y la ética no es negociable. La ejemplaridad no puede desligarse del ejercicio de una función pública.
En el sector privado, esa misma responsabilidad se traduce en promover una cultura de cumplimiento, transparencia, rendición de cuentas y buen gobierno corporativo, desde el Consejo de Administración a los comités de dirección, para que vaya permeando a toda la organización. Es un factor clave para generar la confianza necesaria en la sociedad, los ciudadanos y todos los grupos de interés.
¿Cómo definirías tu estilo de liderazgo?
Qué difícil contestar a eso… La pandemia y, antes, la crisis económica de 2008 han cambiado la visión de cómo tienen que ser los liderazgos: diría que menos verticales y más horizontales, es decir, menos jerárquicos y más democráticos; menos compartimentados y más transversales; menos basados en potestas y más en auctoritas, que dirían los eruditos. Intento siempre conseguir que las personas del equipo estén motivadas y convencidas del proyecto o la decisión, y que se sientan involucradas; es decir, que perciban que su opinión, experiencia o idea es valorada.
Suelo decir que el mejor test para saber si un equipo funciona es que la gente se ría en las reuniones de trabajo, que haya esa sensación de empatía, confianza y libertad para expresar lo que piensan. Es la mejor vía para obtener toda su creatividad y, por tanto, la mayor eficiencia del equipo.
Y en cuanto a mi forma de liderar… Me gustaría ser recordada como una persona accesible, humilde, empática y solidaria. Casi nada.
¿Qué personas te han influido más a lo largo de tu vida y su carrera?
Mi abuela paterna, Inés, con la que viví mientras preparaba las oposiciones. Era portera en una finca y nunca he conocido a una persona con tanta dignidad y valores. Siempre nos recomendaba ser humildes. También mis padres, con su modelo de honestidad, esfuerzo y sacrificio; esa exigencia me ha acompañado siempre. En el ámbito profesional, Cristina Garmendia, una gran líder impulsando proyectos y creando equipos. Y una admirable persona.
De niña, ¿imaginabas que tu vida sería así? ¿Has cumplido tus sueños?
Sí y no. Durante muchos años quise ser neurocirujana, hasta que en el último momento (cuando tuve que elegir entre ciencias o letras) acepté que no podría soportar convivir de forma permanente con el sufrimiento humano, y menos aún no ser capaz de aliviarlo. Entonces opté por el pragmatismo de una carrera quizás más versátil como el Derecho, que sí me ha dado la satisfacción de servir a la sociedad desde diferentes posiciones y de devolverle parte de lo que me aportó, porque pude cursar mis estudios gracias al sistema de becas públicas. Pero nunca, nunca, imaginé que podría ocupar los puestos que he desempeñado después… yo también padecí el síndrome de la impostora. Le debo buena parte de lo que soy a quienes confiaron en mí más que yo misma.
Finalmente, ¿qué consejo le darías a las nuevas generaciones de mujeres que aspiran a ocupar posiciones de responsabilidad en el futuro?
Que nunca subestimen su capacidad para liderar los proyectos en los que crean. Que confíen y se mantengan firmes en sus valores y principios, y que no tengan miedo a tomar decisiones difíciles. Que busquen mentoras y redes de apoyo que las guíen, las motiven e inspiren a lo largo de toda su carrera.
Y que nunca dejen de aprender, porque la formación continua es esencial; no hablo solo de conocimientos académicos, sino de aquellas habilidades personales o directivas que necesiten incorporar a su desempeño.
Las mujeres podemos y debemos estar en todos los lugares donde se toman las decisiones, como dijo Ruth Bader Ginsburg, contribuyendo a la construcción de un futuro mejor para nosotras y, por ello, para la sociedad en su conjunto.
Beatriz Corredor lleva traje-pantalón de CH Carolina Herera, sandalias de terciopelo de Lily & You y aros de oro de Uno de 50.