Hay temas delicados en la oficina, y por descontado, la política es uno de ellos. Aunque los expertos aseguran que el debate puede generar vínculos, es innegable que en el caso de que las posturas sean radicalmente opuestas, la conversación puede volverse delicada.

"A menor conocimiento y mayor rigidez, más posibilidades hay de que el asunto acabe mal”

El estudio 'Polarización afectiva: entre el tribalismo y el absolutismo moral' indica que quienes tienen opiniones más marcadas sobre los temas morales se desenvolverán peor en un ambiente laboral en el que los compañeros de trabajo o los superiores tengan opiniones contrarias. Por ello, la primera pregunta es evidente: ¿Es oportuno hablar de política en el trabajo? La psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez, responden. “Lo que va a determinar si es oportuno hablar de temas como la política en el ámbito laboral es el conocimiento que se tenga de los compañeros de trabajo y si son rígidos o flexibles a la hora de dialogar. A menor conocimiento y mayor rigidez, más posibilidades hay de que el asunto acabe mal”, aseguran.

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“En general, es un tema que se debe considerar dentro del ámbito personal, es decir, es un tema que no tiene por qué surgir en una relación laboral. Lógicamente, si la empresa o institución está relacionada de forma estrecha con el ámbito político, como puede ser un sindicato o un partido, va a ser inevitable, va a tener mucho peso y será difícil abstraerse o tener puntos de vista variados. Pero, salvo en estos casos, como en cualquier conversación interpersonal, es mejor debatir, charlar con quien esté abierto a dialogar, para no acabar discutiendo, en enfrentamientos y animadversiones. Hay que actuar sin miedo, pero con inteligencia”, dicen los fundadores del Centro de Psicología e Introspección.

"Cada uno debe darse cuenta de qué temas le alteran y por qué"

No cabe duda de que el respeto ha de ser el pilar recurrente, y para poder crear vínculos, resulta vital no intentar cambiar las opiniones del otro, sino escuchar y debatir… Sin embargo, la mayoría de las personas a las que preguntáramos diría que no hay que tratar de convencer a los demás. El problema es que cuando dialogamos sobre temas en los que nos sentimos involucrados emocionalmente, como puede ser la política, es complicado evitar intentarlo. “De ahí a sentirse atacado y defenderse hay un paso. Sin embargo, sobre lo que no se suele reflexionar es sobre si uno en realidad escucha. Y menos aún sobre cómo hay que hacer para aprender a escuchar… sin alterarse, sin tener que controlarse, sin generar enfado o disgusto. El primer paso es que cada uno debe darse cuenta de qué temas le alteran y por qué; saber si uno está tan mediatizado por una idea que le impide dialogar, escuchar o tener en cuenta las opiniones contrarias, y si es capaz de cambiar de opinión y ser flexible y no ver la conversación como una lucha o una competición, algo que es muy habitual”, dicen María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez.

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“La clave es darse cuenta de que detrás de la rigidez que uno tiene frente a las ideas opuestas de los demás hay miedos que conviene aprender a resolver. Si se resuelven estos temores, se podrá dialogar sin convencer ni dejarse convencer, razonando, reflexionando conjuntamente. Un diálogo sucede cuando al final todos los que dialogan han aprendido algo”, señalan.

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Pelea política

La diferencia de puntos de vista, aunque sean radicalmente opuestos, no tendría por qué ni debería dañar una relación, ni tu desempeño laboral. Sin embargo, no podemos negar que existen compañías en las que pesa mucho una determinada ideología. Por ello, el ambiente o la cultura empresarial pueden estar muy marcados por los propietarios o el equipo directivo de la empresa, por lo que de no haber flexibilidad, es recomendable no significarse, pero sin mentir. “En el caso de relaciones asimétricas, como es la capacidad de decisión jefe-empleado, hay que ser especialmente cuidadoso. Pero esta precaución debe tener un límite: no se debe simular que se piensa de otra manera, ni aceptar ofensas o malos modos por temor. Hay que saber poner límites, sin enfadarse, y hacerse respetar sin entrar en provocaciones. Uno debe sentir que no habla del asunto y que, al mismo tiempo, se respeta a sí mismo”, aseguran la psicoterapeuta María Ibáñez y el psicólogo Jesús Jiménez.

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La rigidez ideológica va a generar un ambiente laboral encorsetado que inevitablemente empujará a la empresa a perder el talento de quienes no se ajusten a esa rigidez y tan marcada carencia de libertad ideológica. Cuando la ideología se sitúa por encima de la buena relación entre las personas, provocará malestar y perjuicios de todo tipo, incluida la pérdida de eficacia, bienestar y rendimiento en el trabajo.

"Hablar de política es delicado tanto en persona, como en redes sociales"

Pero incluso cuando en la oficina evitemos temas delicados, pese a ser las redes sociales personales, también pueden modificar la vida laboral en el caso de que tengamos el perfil abierto… ¿Es conveniente hablar de política, a sabiendas de que quizás un compañero de trabajo o un jefe puede verlo? “Desde luego, las redes sociales son personales, pero tener un perfil abierto sitúa cualquier publicación en la esfera social y, como tal, puede influir en todos los ámbitos, incluido el laboral. Así, más que pensar en si es conveniente o no, en general, lo que hay que saber es medir las consecuencias de ese acto social que es publicar en redes sociales. Hay que tener presente que se está comunicando a los amigos, a los desconocidos, al jefe, al vecino y a los compañeros de trabajo. Si en el trabajo no hay problema en hablar de estos temas, si hay flexibilidad y confianza, no habrá problemas, siempre que sean opiniones respetuosas. Sin embargo, si en las relaciones cara a cara es un tema delicado, hay que tratarlo de igual manera en las relaciones digitales”, dicen María Ibáñez y Jesús Jiménez.

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Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.

Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.

Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.