“La pérdida de tiempo es el pecado más mortal”. Estas palabras corresponden a Max Weber, y aunque tienen más de 100 años, no nos extrañaría ver una taza o una libreta con este mensaje sobre la mesa de cualquier ejecutivo. El mundo laboral está obsesionado con la productividad, y prueba de ello es la cantidad de libros, artículos e incluso aplicaciones (app Store cuenta con casi 200) para optimizar el tiempo. Su objetivo no suele ser, en muchas ocasiones, disponer de más tiempo libre, sino poder trabajar más. Cada segundo ha de dirigirse a un objetivo destinado a dar resultados perfectamente cuantificables, y la obsesión por la productividad absoluta, esa que hacía a Benjamin Franklin despertar cada día a las cinco de la mañana, ha terminado no solo por ocupar la vida laboral, sino también la personal.
El confinamiento puso de manifiesto la obsesión por la productividad en la que nos hallamos sumidos. Sesiones de ejercicio maratonianas ante el sofá, recetas con ingredientes bio, una interminable lista de series que ver “para estar al día” y cursos de idiomas fueron algunas de las ocupaciones de muchos durante el aislamiento, cuando no hacer nada y aburrirse se erigieron como los pecados capitales de una sociedad capitalista que no concibe un segundo improductivo.
En ‘El arte de saber aburrirse’, Sandi Mann sostiene que existe un lado positivo del aburrimiento, que puede ser un catalizador para el humor, la diversión, la reflexión, la creatividad y la inspiración.
Mann señala que la solución al “problema del aburrimiento” es potenciarlo en lugar de evitarlo: concedernos a nosotros mismos periodos de tiempo alejados de la constante estimulación puede enriquecer nuestras vidas, abrazar el aburrimiento y valorar positivamente el tiempo de inactividad. “En una situación en la que cualquier momento de vigilia se ha convertido en un tiempo en el que nos ganamos la vida, y en el que entregamos hasta nuestro ocio para que con él se lleven a cabo evaluaciones numéricas a través de los «me gusta» de Facebook e Instagram, verificando su rendimiento como se verifica el rendimiento de las acciones, monitorizando el desarrollo actual de nuestra marca personal, el tiempo se convierte en un recurso económico, y ya no existe justificación para pasarlo «sin hacer nada»”, escribe Jenny Odell en ‘Cómo no hacer nada’, un manifiesto contra el discurso de la eficiencia que habla del descanso como de un acto de resistencia política.
Cómo ser (de verdad) productivo
Mientras que algunos creen que la sociedad vive asfixiada por su obsesión por la productividad, hay quienes la han convertido en el motor de sus vidas y quienes la defienden por encima de todo. Le pedimos a Jose María Villarmea, experto en productividad personal y desarrollo de equipo, que nos explique cuáles son las claves para mejorar, percibir y abrazar un nuevo concepto de productividad personal.
● Elige todos los días una o dos tareas que estén alineadas con tus verdaderas prioridades.
● Identifica cuál es tu momento de más energía (frescura) y asocia a él tus tareas clave ( las que te hacen avanzar).
● Aprende a decir NO. Es imposible que podamos abarcar todo y estar en todo, por lo que aprender a decir no es un fantástico escudo para defender tus prioridades.
● Preocúpate y ocúpate de mejorar y de proteger tu atención, pues es la responsable de la calidad de tu trabajo, de tu lucidez, creatividad y de ser más resolutivo.
“La palabra productividad incluye la palabra vida dentro, es decir, las personas más productivas no lo son por querer más resultados, sino por tener mejores vidas. Una persona más productiva podrá salir del trabajo antes y mejorar así su calidad de vida. Las personas productivas cuidan no solo la productividad, sino que también cuidan de sí mismas, sus relaciones, su descanso y su salud. Actúan bajo un paradigma en el que el alto rendimiento existe. Las personas más productivas tienen metas y objetivos ambiciosos, construyen planes para hacerlos realidad y actúan para cumplir sus objetivos”, explica César Piqueras, conferenciante, formador, coach ejecutivo y escritor.
“Para mí la productividad es bienestar mental, emocional, físico y espiritual, y en todos esos planos hemos de ser excelentes para ser productivos. Lo que no hacemos es auto sabotearnos, que es lo que ocurre a la mayoría, que tiene intenciones sobre cómo quiere ser en el futuro pero no las pone en práctica. Ser productivos, en definitiva, nos hace más libres”, sentencia.