Entiendo que, como con las calorías del helado vainilla con nueces de Macadamia, hay veces que uno prefiere no saber, pero las ventajas de conocer este numerito tan revelador y, sobre todo, su evolución son tantas que merece la pena hacer el esfuerzo. Es como lo de pesarse antes de empezar una dieta: duele, pero hay que hacerlo. Sobre todo porque, contra lo que pueda parecer, lo que uno vale y lo que uno gana no tiene tanto que ver.
¿Eres rico?
Una de las definiciones de riqueza que más me gusta no tiene nada que ver con casas en el lago de Como ni barcos en Corfú. Aunque la palabra sugiera veranos en Mykonos y restaurantes con estrellas, la riqueza no es otra cosa que la capacidad de consumir en el futuro. Es decir, cuando uno es rico tiene cubiertas no solo las necesidades de hoy sino también las de mañana. Y para saber cómo de ricos somos, es decir, cómo de bien o de mal viviremos en el futuro, necesitamos saber cuánto vale lo que ya tenemos: nuestro valor neto.
Pensando en mañana
No sufran, lo importante de esta cifra, sobre todo cuando se es millennial tirando a generación Z—o como quiera que se llamen los jovenzuelos de hoy en día—no es lo que uno valga hoy, sino la evolución. Es más, hay ciertos momentos en la vida en los que tener un valor neto negativo tiene todo el sentido del mundo porque puede significar que uno está invirtiendo en formarse, en montar un negocio o en bolsos de marca que un día serán cotizados vintage. Lo fundamental es tener en cuenta que, salvo notables excepciones, cuanto mayor se hace uno, menos capacidad—aunque ya sea solo por falta de tiempo—de invertir y generar valor tiene por lo que conviene haber acumulado cierto valor de cara a la jubilación cuando previsiblemente uno empiece a fundir hasta el final de sus días.
Tanto tengo tanto debo
Pero seamos prácticos, cómo se calcula esto. Nuestro valor neto es el equivalente al balance de una empresa. En otras palabras, el valor neto mide lo que se tiene contra lo que se debe. En lo que se tiene puede estar la o las casas que tengamos, los saldos de nuestras cuentas y el calcetín con efectivo de debajo del colchón, los depósitos y los fondos (incluido el fondo de pensiones), acciones o participaciones en empresas y otras inversiones que podamos tener. El truco está en poner el valor actual, no el valor por el que lo compramos. Siendo puristas se incluirían también los coches y hasta los muebles pero, a menos que seas un coleccionista professional, el valor de estos activos suele bajar tan rápido que suele ser más realista no incluirlos.
Y luego, la otra cara de la moneda, las deudas de todo tipo y condición: hipotecas, préstamos al consumo, créditos y cualquier dinero que hayamos pedido y tengamos que devolver. Cuando se consideran las deudas no se coge el valor original del préstamo sino lo que nos queda por devolver. Ojo, si el coche lo hemos comprado con un préstamos eso sí que hay contarlo.
No hace falta revisar y actualizar el valor neto con la misma frecuencia que nuestros gastos o nuestro prespuesto pero sí conviene hacer el ejercicio por lo menos una vez al año para ver cómo avanza la cosa porque, como decía, lo importante no es lo que uno valga hoy sino que este valor vaya aumentando de cara a tener nuestras necesidades cubiertas en el futuro.
Hay una formulita muy fácil que nos da y una idea de si vamos bien, mal o peor. Tu valor neto debería ser igual o mayor al resultado de multiplicar tu edad por tus ingresos y dividirlo por diez. Hablando en plata, si tienes 35 años y ganas 45.000 euros netos, tu valor neto debería ser de unos 157.500 Euros.
Pero insisto, no pasa nada por estar en números rojos cuando uno es joven y guapo, lo importante es que la cosa avance en la dirección adecuada.
¿Y cómo puedo aumentar mi valor neto?
Pues muy fácil, ahorrando, pagando nuestras deudas, invirtiendo, haciendo aportaciones a nuestro plan de pensiones o si se revalorizan nuestros activos (por ejemplo nuestra casa) o nuestras inversiones. Esta última parte es la que tiene un poco más de enjundia porque, por supesto, las inversiones y las casa pueden subir o bajar y hay que estar atentos. Sobre todo, seamos realistas y utilicemos valores de mercado. Por mucho que a ti te guste tu casa lo que cuenta es lo que un tercero estaría dispuesto a pagar por ella. Aunque hay argumentos a favor y en contra de alquilar o comprar una casa, lo que se ve claro con el valor neto es que los que alquilamos tenemos que ponernos las pilas para aumentar nuestro valor de otra forma, ya sea planes de pensiones, ahorro puro y duro o invirtiendo a largo plazo.
En cualquier caso, si nuestro valor neto es positivo y va creciendo, aunque sea lentamente, vamos bien. Y, si todavía no lo es, ánimo y al toro.
Es nuestra "jefa" de economía y finanzas, especialista en poner en orden nuestras cuentas, finanzas e inversiones con un lenguaje sencillo y accesible para que todos lo entendamos. Ingeniera de formación, financiera por vocación y especializada en el impacto económico del cambio climático. Ha trabajado en finanzas, en París, Madrid y Múnich, y en 2009 fundó MyValue Solutions la primera start-up española especializada en el desarrollo de teconologías Open Banking, que en 2021 fue adquirida por un grupo alemán. En 2021 publicó con la editorial Planeta, Invierte en ti, una guía práctica para gestionar mejor nuestro dinero y vivir más tranquilos.