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Hacer deporte, comer saludable o leer ya no tiene sentido, al parecer, si los demás no lo saben, y por eso compartir cualquier actividad o iniciativa cultural es imprescindible para quienes junto a sus objetivos personales quieren, ante todo, fardar. En esta obsesión por la auto optimización que nos acecha, contar los pasos que damos es un clásico que ahora va más allá de la intimidad para convertirse en materia de competición. Diferentes apps permiten a los usuarios contabilizar sus pasos y compartir los resultados entre amigos, que elaboran así un ranking diario que les motiva a andar. Salud 1-Tecnología 1. ¿Nos hallamos por fin ante un empate en el que todos salimos ganando o es este un nuevo ejemplo tramposo de que estamos siendo devorados por la obsesión por contabilizar cada aspecto de nuestras vidas?
"En mi caso particular, a los habituales beneficios que suele conllevar, caminar me ha ayudado sobre todo a oxigenarme cuando llevaba horas encerrado trabajando. Me sirve también para romper un poco las dinámicas del día. Las estadísticas que te ofrece el teléfono sobre lo que caminas fueron un gran aliado para incentivarme. En ocasiones, me obligaba a andar un poco más sólo para mejorar dichas estadísticas. Entraba en una competición conmigo mismo en la que añadía a una acción que es saludable un punto lúdico. Supongo que fue inevitable que eso derivara en cierta obsesión”, explica a ‘Elle’ Ibán Manzano, autor de ‘Las casas que arden’ (Paripé Books, 2024).
“Reconozco que llegó un momento en el que escogía el camino más largo o daba una vuelta extra antes de subir a casa sólo para añadir pasos. ¿Era una obsesión censurable? Imagino que se podría decir que sí, pero como hay que permitirse alguna obsesión de vez en cuando, pues prefiero esta, que es saludable, me permite ordenar pensamientos y tiene eso de los datos como fetiche, que es algo que siempre se disfruta”, asegura.
Manzano entraba en competiciones consigo mismo, pero estuve inmersa en una absurda 'situationship' con alguien que competía virtualmente con sus amigos (compartían sus resultados diarios en una app) y se enfadaba consigo mismo cuando andaba poco. “Tengo que registrar los pasos”, decía con nerviosismo cada cierto tiempo, quedando claro que esos pasos, de no quedar plasmados, no habían servido para nada. Si subía un par de escaleras y no tenía el móvil encima, regresaba corriendo a por él para contabilizar los malditos pasos (y quizás para otras cosas que ahora prefiero no pensar). Lo sé: una historia de amor preciosa.
Pero al parecer, podría ser peor (siempre puede serlo). En un episodio de Dr Phil, una mujer llamada Liz explica que se pasa entre 11 y 13 horas al día andando alrededor de su mesa hasta completar 100.000 pasos diarios. “Pongo la alarma entre las 3.30 y las 5 am”, dice sin titubear. Me imaginaba lo mal que tuvo que pasarlo al dar su testimonio ante la cámara sin andar, pero ella misma dio esta declaración mirando, angustiada. “Sentarme en esta entrevista me genera ansiedad y me hace preguntarme cuántos pasos me estoy perdiendo y cuántas calorías van directamente a mis muslos”.
Porque ahora es cuando entran en juego “Ellas”, Las Calorías, pues muchas de estas apps pueden fomentar desórdenes alimenticios, como señalan diversos estudios. Y otros tantos alertan de que la obsesión con contar pasos de forma compulsiva puede devenir en un TOC, pues contar pasos de forma obsesiva, algo que puede ocurrir con monitorizar las horas de sueño o las calorías, puede ser uno de los peligros de obsesionarse con las “apps” que lo miden todo.
Christopher Howse y Guy Kelly escribieron para ‘The Telegraph’ un artículo titulado “La obsesión por contar pasos ha arruinado el placer de caminar”. “Llevar un contador de pasos en la muñeca no es el verdadero problema. El dispositivo es un parásito psicológico que se alimenta como una lamprea de los jugos de tu inseguridad. No te pone en forma más de lo que un medidor "inteligente" te ayuda a ahorrar energía. Ambos producen una picazón que exige rascarse constantemente”, asegura Howse, que sentencia que “los dispositivos para contar pasos pertenecen al mundo artificial del ejercicio, no al mundo humano de los paseos”.
Incluso según indica Finetwork, más de 31 millones de personas en Españas practican el denominado 'Phonning', que es la práctica de caminar mientras se habla por teléfono, y como señalan el Grupo IO Investigación, un 41% de ellas lo hace concientemente.
Lo curioso es que el mito de que los 10.000 pasos diarios nació en 1965 de la mano del podómetro japonés Manpo-Kei. Sin embargo, aunque la ciencia ha demostrado que esa cifra es puro marketing, es innegable que muchas personas se ven motivadas a aumentar su actividad física gracias a ese ansia por controlar que nos acecha. Sí, somos víctimas del auto control pero si a la vez, gracias a esa cárcel en la que nos encerramos de forma voluntaria, hacemos más ejercicio… ¿De verdad es tan terrible? No seamos alarmistas, pues aunque mucha gente puede estar obsesionándose con los resultados, los sistemas de medición han ayudado a varias personas a mejorar su salud (incluso hay casos en los que esos devices de control han salvado la vida de algunos, alertándoles de que algo iba mal) y pueden generar un aspecto de comunidad para quienes comparten sus resultados, como ocurre con los que lo hacen en Apple Watch Ultra.
Soy muy consciente de que si le llego a proponer “ir a dar una vuelta” la persona de la que antes os hablaba que competía con sus amigos para ver quién andaba más cada día, habría preferido salir a la calle con su teléfono móvil que conmigo, pues si esos pasos hubieran quedado en el olvido, de poco le habrían servido. En este mundo tan 'Black Mirror', al menos quiero pensar que habría elegido al smartphone para poder escuchar música. Dejad que me engañe, que al hacerlo, no hago daño a nadie. Ojalá tener una app con la que monitorizar las mentiras que me digo diariamente.
Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.
Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.
Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.