Dice el sacerdote hinduista y monje Dandapani, que “todos los seres humanos deberían recibir formación para entender lo que es la fuerza de voluntad, las maneras de desarrollarla y cómo aplicarla desde la conciencia para hacer realidad sus objetivos”. Y quizás está en lo cierto.
Dandapani, que fue monje de clausura durante 10 años, es ahora un reconocido conferenciante internacional y se dedica a ayudar a las personas a liberar su mente para dirigirla hacia su propósito en la vida. Para lograr su bienestar. Y entre otras cosas, ha escrito “El poder de la concentración absoluta”, editado por la editorial Diana, en el que cuestiona los grandes males de la humanidad que el considera que son el estrés, la ansiedad, el miedo o la preocupación, con una herramienta: el buen dominio de la concentración.
Y es que en el mundo actual del que somos meros actores ansiosos y preocupados, hemos perdido la capacidad de poder concentrarnos en lo verdaderamente importante. Nuestra concentración está deteriorándose como lo hacen nuestros mares, cada vez más rápido, fruto del huracán diario en el que estamos metidos.
Para el monje, dominar la concentración es la clave. Y de hecho, cree firmemente que tanto la concentración como la fuerza de voluntad, son poderes de la mente latentes y auténticos dones con los que nacemos todos. Eso sí, permanecen ocultos para la gran mayoría, a menos que se trabajen.
Y es aquí donde el autor expone tres métodos fáciles pero efectivos a todas luces para poder desarrollar esa fuerza de voluntad de la que todos dudamos de tener en muchas ocasiones:
- Terminar lo que se empieza
- Terminarlo BIEN, a poder ser, por encima de nuestras expectativas, aunque nos lleve más tiempo del que pensamos
- Hacer siempre un poco más de lo planeado
Estas tres vías son, para Dandapani, formas muy efectivas para lograr ejercitar esa fuerza de voluntad. Y no, no están exentas de esfuerzo. Pero es precisamente ese esfuerzo el motor para desarrollar esta capacidad, el ejercicio con el que desarrollar un buen “músculo mental”.
Primer método: terminar lo que empiezas
“Para que el júbilo de terminar un proyecto sea mayor que la emoción de comenzarlo, hace falta una administración consciente de la fuerza de voluntad”, dice el conferenciante. Y para lograrlo, sólo podremos conseguirlo si terminamos lo que empezamos.
Y es que cuando llega una nueva idea, es como un soplo de aire fresco motivador que nos mueve poniéndonos a potencia máxima. Sin embargo, esa euforia del principio, esa energía espontánea, que no es más que una emoción por un comienzo, pierde fuelle a medida que se transita. Y esa pérdida de emoción viene dada por lo que dice Dandapani: “el camino a un final exitoso es una curva invertida, pies tras la euforia que acompaña el inicio de un proyecto, el arduo viaje a la meta requiere un esfuerzo cuya recompensa parece disminuir a medida que avanzamos”.
Piénsalo: ¿cuántas veces has comenzado algo dispuesto a triunfar y, a medida que avanzabas, a medida que ibas encontrando pequeños obstáculos, perdías la energía hasta el abandono? El ejemplo más claro: apuntarte al gimnasio con el objetivo de perder peso.
Es aquí donde hay que poner en marcha esa fuerza de voluntad: terminar, cueste lo que cueste, la misión. Y no sólo por terminar tu objetivo en sí, sino por algo más importante que recuerda el monje: “si bien cerrar cada tema antes de pasar a otro puede parecer intrascendente, no caemos en la cuenta de que estamos creando un patrón en la mente subconsciente y que este patrón alimenta la noción de que no terminar las cosas, aún siendo asuntos aparentemente tan insignificantes como un tema de conversación, tiene escasos o nulos efectos en la mente o en la existencia.”
Es decir, inconscientemente, por el hecho de apuntarnos al gimnasio e ir solo 3 días y abandonar poco a poco, estamos entrenando al cerebro, no sólo a dejar al gimnasio, sino en abandonar cualquier otro proyecto nuevo. Este patrón comienza a ser permeable en todos los aspectos de nuestra vida. Y empieza a convertirse en algo habitual, la procrastinación comienza a ganar terreno a la fuerza de voluntad en tareas tan rutinarias y diarias como lavar los platos, hacer la colada… tareas prosaicas que nuestro cerebro empieza a etiquetar como “pérdida de tiempo”.
Es decir, comenzar algo y no terminarlo, es contagioso y de dejar los platos sucios para el día siguiente, termina por influir en nuestra personalidad. Nos terminamos convirtiendo en abejas que saltan de una flor en otra, de una tarea (inacabada), en otra.
Así que el primer método es, sencillamente, terminar lo que empieces, te cueste lo que te cueste, te aburra el proceso lo que te aburra.
No sólo por la tarea y el objetivo en sí, sino por hacerle un favor a tu cerebro, para enseñarle que eres capaz de terminarlo y ver que el gozo de hacerlo es aún mayor que el de empezarlo. Porque no sólo lo terminas, sino que fortaleces tu autoconfiaza, te empoderas para comenzar una nueva tarea porque sabes que la terminarás. Y cada vez que lo hagas, estás desarrollando un poquito más tu fuerza de voluntad.
Segundo método: terminarlo por encima de nuestras expectativas
Terminar lo que empiezas no es la única forma de entrenar tu fuerza de voluntad. Y es que una vez que has terminado, puedes ir más allá, no detenerte sólo en el objetivo, sino superarte.
Dandapani explica esto con su experiencia como monje de clausura y las tareas que tenían asignadas por su mentor, que siempre les invitaba a reflexionar, cuando terminaban, sobre si podían hacerlo mejor. Así que la pregunta, una vez terminada tu tarea, si quieres fortalecer tu músculo mental de la fuerza de voluntad, sería esa misma: ¿puedo hacerlo mejor? ¿qué más puedo hacer? Para el monje, “la moraleja es que, con un poco de esfuerzo, usando la fuerza de voluntad se pueden terminar las cosas por encima de las propias expectativas. Y al hacerlo, no sólo desarrollamos músculo mental, sino que completamos las tareas mucho mejor de lo que nosotros mismos esperábamos”.
Tercer método: Hacer un poco más de lo planeado
Y aquí podrás pensar: ¿y qué diferencia hay respecto a lo anterior? Pues bien, Dandapani hace referencia directamente al conformismo. Y lo explica con un ejemplo. Supongamos que vamos a pintar la habitación de una casa.
El primer método para desarrollar tu fuerza de voluntad haría referencia directamente a la tarea de empezar y terminar la habitación al completo. El segundo, supondría hacerlo superando las expectativas. Y en este caso, por ejemplo, podría ser perfeccionando la técnica buscando más información en Internet sobre cómo pintar una estancia, cómo hacerlo para que quede como un profesional, como pintar las esquinas de forma precisa…
Y sin embargo el tercer método, haría referencia a ir un poquito más allá. Es decir, en el caso de la pintura de la habitación, buscando elementos para embellecer esa habitación. Buscar muebles que vayan bien con ese color de pintura, jarrones… o incluso pensando en cómo mejorar las puertas, la estancia contigua… es decir, salirte del plan para mejorarlo un poco más.
“No seas la persona que se conforma con hacer lo mínimo, que solo aspira a terminar el trabajo y pasar página. Sé la persona que ejercita su fuerza de voluntad cada vez que tiene ocasión recurriendo a ella para hacer un poco más”, dice el autor. Hacer un poco más de lo que se ha planeado requiere esfuerzo también y es justo ese esfuerzo, el ejercicio de tu fuerza de voluntad.