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La primera vez que Sarah Blaffer Hrdy, antropóloga evolutiva y primatóloga, vio a un hombre inmerso en la crianza de un bebé “de una forma que nosotros venimos a llamar maternal” fue cuando su yerno cogió a su nieta en brazos. Se propuso entonces rastrear la historia de la crianza masculina, y su profundo análisis queda recogido en ‘El padre en escena’. Hablamos con la autora sobre sus descubrimientos.
Cuando un padre pasa tiempo con sus hijos, experimenta un descenso de testosterona. En tiempos en los que el conservadurismo se impone y parece que muchos presumen precisamente de testosterona, ¿qué les dirías a quienes se espantan ante la idea de que pasar tiempo con sus hijos les afecte en este sentido?
En casi todas las especies animales, con muy pocas excepciones, las hembras viven más que los machos por la selección sexual darwiniana. Los machos han sido seleccionados para competir con otros machos por el territorio, y eso está relacionado con la testosterona. Cuando son desafiados por otro macho, su testosterona aumenta y pelean. Una de las razones por las que los machos mueren a edades más tempranas que las hembras es que se involucran en más peleas y guerras. No creo que los hombres quieran tener niveles más altos de testosterona, y realmente dudo que los hombres necesiten ejercitar tanto su musculatura.
No creo que esas ideas tan extendidas de que para ser masculinos, los hombres tengan que ser fuertes, les estén haciendo favor alguno. El Premio Nobel Angus Deaton y su esposa, Anne Catherine Case, han señalado que tres de cada cinco de muertes son de hombres que fallecen por sobredosis o suicidio. No se sienten necesitados ni queridos. Se sienten apartados. Están deprimidos. Están solos. Todas esas cosas se podrían resolver si los hombres se involucran más en el cuidado de los hijos. Si un hombre quiere ser amado y adorado sin reservas, ¡que cuide a un bebé! Si un hombre dice, “no quiero que mi testosterona baje más”, yo diría, “¿en serio? ¿Por qué no?”.
Me llama la atención que para defender según qué posturas tengamos siempre que hacer ver a los hombres que esa postura/ideología/actitud les vendrá bien. Parece que tengamos que decirles que el feminismo les va a ayudar a no sentirse emasculados por cuidar de sus hijos.
Esa es una gran apreciación. No hay duda de que el cuidado del padre beneficia a los hijos y por descontado, ayuda a las madres, especialmente a las que trabajan y se enfrentan después a esa doble jornada, porque han de encargarse de las labores del hogar. Creo que tenemos que ver que los hombres que cuidan de los niños alcanzan así su máximo potencial.
¿Podríamos decir que los hombres tienen una relación más facultativa con sus hijos?
Hay quienes piensan “¿Debería ayudar?” “¿El bebé realmente me necesita ahora mismo?” “Si ayudo, ¿tendré voy a estar agotado cuando llegue al trabajo o debería quedarme en la cama?” Sin duda, es algo facultativo. Se estudió a 24 parejas homosexuales, en las cuales sólo uno de los padres, por supuesto, podría haber sido el padre genético de cada bebé. Y ambos cuidaron del bebé desde su nacimiento sin que hubiera una mujer involucrada. Esta es la primera vez en 250 millones de años que se ve algo similar en mamíferos porque hasta ahora, los bebés no podían sobrevivir sin la leche materna y ahora están siendo alimentados con biberón con una fórmula de alta calidad.
En los cerebros de estos padres, en las partes más antiguas, el sistema lipídico, la amígdala y el hipotálamo se activaron. Estas son las mismas áreas emocionales del cerebro que se activan en la madre. Para mí, como antropóloga evolutiva, es realmente interesante. Como científicos, nos consideramos muy objetivos, pero tenemos nuestros prejuicios. Por eso creo que ha de haber diversidad en la ciencia. Ha de haber científicos que sean padres homosexuales, padres heterosexuales, madres, no madres…
Siempre digo que es muy fácil que a un padre le digan que es un padrazo y a una madre, que es malísima madre.
Este es el último libro de una trilogía. Todo empezó con un libro sobre el amor maternal y la ambivalencia que fue publicado en 1999, cuando se hablaba del Punto G. Dije que el verdadero Punto G de una mujer es la culpa. Si a tu hijo le pasa algo te preguntas qué hiciste mal. Cuando tuve mi primer bebé quería ser una buena madre y tener al bebé firmemente apegado todo el tiempo, porque pensé que así crecería para estar más seguro, pero sentí cierta ambivalencia al respecto. Por eso escribí 'Madre Naturaleza', un libro sobre el amor maternal y la ambivalencia.
Darcy Lockman me dijo que el instinto maternal es una farsa. ¿Qué opinas?
Depende de cómo definas el instinto maternal. Si piensas que cuando una mujer da a luz, se enciende un interruptor y ella se muestra instantáneamente muy cariñosa… Yo lo que creo es que hay que descubrir y provocar el instinto maternal. Durante el embarazo, la progesterona y el estrógeno aumentan. Se produce un aumento de oxitocina cuando se da a luz. Entonces la madre conoce al bebé y se siente más susceptible a sus señales. Pero si las cosas no le van bien y no tiene apoyo social, es posible que nunca forme estos vínculos. Algunas madres se dan por vencidas nada más nacer. Está sucediendo en Texas ahora mismo, donde muchos bebés están siendo abandonados en contenedores de basura.
Creo que una madre realmente involucrada con su bebé, especialmente si tiene apoyo social, se volverá adicta a su bebé. A los hombres, que no han sufrido los cambios hormonales del embarazo, les lleva un poco más de tiempo responder a estas señales, pero producen esas respuestas a las llamamos instinto maternal. Yo no creo que ese instinto sea algo automático, como un interruptor que apagas o enciendes, sino que tiene que ser provocado. Los hombres tienen los circuitos neuronales para responder como una madre, pero ese potencial no se estaba activando hasta ahora, cuando por primera vez, como decíamos, puede haber dos hombres criando a un bebé desde su nacimiento sin ninguna mujer involucrada. Hemos descubierto entonces que se iluminan porciones del cerebro maternales.