«El entusiasmo es mi herramienta para estar en el mundo», confiesa Olivia Molina (Ibiza, 1980). Basta oírla para entender que no existe trampa en esa afirmación. Porque hay personas que hablan y otras que, al hacerlo, parecen invocar algo más profundo. Ella pertenece a este último linaje. No habla sola: con cada palabra, retumba una historia, una estirpe, una sensibilidad que no se impone, sino que envuelve. Lleva dentro la memoria de otras voces, de otros cuerpos, de escenarios antiguos. Y sin embargo, se planta en el presente con la serenidad de quien ha sabido traducir lo heredado en una forma única de estar viva. Hija del teatro, del arte y de una intensidad que no se puede fingir, no busca el foco fácil ni la frase diseñada para el titular. Prefiere la verdad áspera de los personajes que sienten, el vértigo de las interpretaciones que exigen entrega y las emociones que no se domestican. Hoy posa con la misma elegancia con la que actúa: sin imposturas. Luce piezas de la colección de Alta Joyería En Équilibre de Cartier, mientras su agenda salta entre ensayos, rodajes y retos que no la detienen, sino que la encienden. Sobre las tablas da vida a una mujer herida pero indomable en Malditos tacones, una obra tan afilada como luminosa. Al mismo tiempo, rueda Un hombre de verdad, una historia valiente que pone el foco en la transformación masculina y el poder sanador de las mujeres, y se embarca en Arriba Tutto, el debut de José Mota como director, donde el humor es la medicina esencial para enfrentarse a los contratiempos de la existencia.

entre piezas de la coleccion de alta joyeria en equilibre de cartier la actriz olivia molina que esta con la obra de teatro malditos tacones y rueda un hombre de verdad y arriba tutto abraza el fulgor de lo autentico y habla de raices arte y la armonia de serpinterest
Foto: Juankr. Realización: Sylvia Montoliú.
Abrigo largo de ‘cashmere’, vestido de seda y sandalias, todo de Ferragamo. Collar y pendientes en oro rosa y amarillo con zafiros, ópalos y diamantes, ambos de la colección de Alta Joyería ‘En Équilibre’ de Cartier.

¿Recuerdas esa primera joya que no únicamente te ponías, sino que sentías parte de ti?

Sí, claro. Una pequeña pulsera de oro que me regaló mi abuela. Nos la dio a muchas mujeres de la familia, y todas la llevamos. Cuando nos encontramos y nos las vemos puestas, surge una sonrisa inmediata. Es un símbolo de pertenencia, de complicidad, de legado. Me hace sentir parte de un linaje de mujeres que admiro profundamente.

Cuando eliges una pieza, ¿te protege, te cuenta o un poco de las dos cosas?

Más que nada, me emociona. Porque me traslada a un momento, a una persona, a una historia. No la llevo por cómo luce, sino por lo que significa. Guardo cadenitas de cuando era niña, pequeños recuerdos que conservo como tesoros y que ahora empiezo a pasar a mi hija.

¿Y cómo ha sido posar con las de Cartier?

Una experiencia única, como vivir dentro de un cuento. Pero lo más fascinante no fue sólo lo que se ve, sino lo que se intuye: el trabajo minucioso, la historia silenciosa, la artesanía que cada pieza guarda. Recuerdo unos ópalos... podían dividir la luz en colores. Era como llevar un arcoíris sobre la piel, como si la naturaleza se posara en ti. Cada joya tenía un origen, una vida previa, y quien las custodiaba nos iba desvelando su viaje. Fue casi una lección de geografía emocional.

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Foto: Juankr. Realización: Sylvia Montoliú.
Cazadora vaquera de Levi’s y anillo en oro blanco con un zafiro en cabujón, zafiros en talla ‘baguette’ y diamantes de la colección de Alta Joyería ‘En Équilibre’ de Cartier.

¿Qué es lo que más te atrae de este trabajo artesanal?

La transmisión de saberes, de manos que enseñan a otras manos. Ese amor por lo hecho a fuego lento, por lo que perdura. Vivimos tiempos de lo inmediato, del quita y pon, y está bien, pero cuando sostienes una pieza única, entiendes que es arte. Y, como actriz, me emociona poder contar también esa historia con la mirada, en una imagen.

¿Cómo transmites en casa ese respeto por lo auténtico?

Intentamos educar desde el ejemplo, con cariño y escucha. Ahora que mis hijos son preadolescentes, el vínculo va cambiando, muta... y hay que aprender a acompañar con flexibilidad. Sembrar el valor del respeto, la empatía, el disfrute consciente, la curiosidad... y dejarles espacio para que descubran sus propios principios. Resulta un aprendizaje constante: de ellos hacia mí, y de mí hacia ellos. Eso también es libertad.

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Foto: Juankr. Realización: Sylvia Montoliú.
Minicazadora de cuero de Dior, camiseta de algodón de Sportmax, pantalón de pinzas de Weekend Max Mara, cinturón de Maje, collar en platino con zafiro, esmeraldas y diamantes, y pendientes en platino con esmeraldas y diamantes, ambos de la colección de Alta Joyería ‘En Équilibre’ de Cartier.

A nivel profesional, ¿qué sueños siguen en ti?

Muchos, y tienen que ver con seguir creciendo como intérprete. Este oficio se transforma contigo: cuanto más madura eres como persona, más verdad puedes poner en lo que haces. Me apasiona contar historias que me atraviesen. Pero el arte va más allá del escenario o la cámara. Es mi forma de estar en el mundo. Pinto, coso, planto, escribo... no por productividad, sino porque me oxigena. Son pequeños gestos que me conectan con el presente. Y poder vivir de esto, sostener a mi familia desde este lugar, es un privilegio que no doy por sentado.

¿En qué estás trabajando ahora?

Estoy con el rodaje de Un hombre de verdad, la ópera prima de Liteo Pedregal. Interpreto a Nuria, una mujer independiente, contemporánea, que arrastra una herida profunda de apego con su padre, un hombre anclado en una idea antigua de lo familiar. La película habla con sensibilidad de esa fractura generacional, de cómo reconstruirse desde lo que no se sabe hacer, sobre la masculinidad, los privilegios heredados, el duelo y los afectos no resueltos.

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Foto: Juankr. Realización: Sylvia Montoliú.
Blusa de seda con lazada, jersey de lana y pantalón de cuero, todo de Mon&Pau. Collar, anillo y pendientes en oro blanco con esmeraldas en forma de esfera, ónix y diamantes de la colección de Alta Joyería ‘En Équilibre’ de Cartier.

Y sigues con la obra Malditos tacones.

Sí, en septiembre estamos en el Teatre Goya de Barcelona. Llevamos casi un año de gira, y para mí el teatro es el lugar donde el oficio cobra sentido. El texto enfrenta a dos mujeres que se despojan de todo lo accesorio: poder de decisión, contradicciones, heridas, verdades sin disfraz. Lo que más me gusta es que no romantiza nada. Nos muestra como lo que somos: seres complejos, en equilibrio precario entre lo que se espera y lo que deseamos. Y los tacones son una metáfora perfecta. Esa altura forzada, ese andar tenso, ese equilibrio impuesto que muchas veces cargamos como mujeres.

¿Cuántas veces te pusiste de niña los tacones de tu madre?

¡Ay, los tacones! Claro que sí. Recuerdo verla ir y venir con ellos, como flotando. A veces abría el armario en silencio, elegía los que más me gustaban y me los ponía… caminaba chancleteando frente al espejo, jugando a ser grande, soñando. Y también, ya entonces, descubrí lo incómodos que podían ser.

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Foto: Juankr. Realización: Sylvia Montoliú.
Camisa de algodón, pantalón de pinzas y cinturón de cuero, todo de Celine, calcetines de Nike, zapatillas de deporte de Balenciaga (para Ekseption), collar y pendientes en platino con espinelas, turmalinas, jade y diamantes, ambos de la colección de Alta Joyería ‘En Équilibre’ de Cartier.

Qué fundamental es ponerse en los zapatos del otro, algo que no siempre logramos.

Para mí es un ejercicio indispensable y sanador. Nos recuerda que no somos el centro del universo, que hay muchas realidades coexistiendo, formas distintas de mirar y de sentir. Quizá hacerlo no lo resuelva todo, pero sí nos vuelve más tolerantes. Y, sobre todo, más humanos.

¿Qué te empuja a seguir adelante, a abrazar nuevos retos?

Mi motor es mi familia, mi gente, mi día a día. Trabajar en lo que me apasiona y que eso sostenga a los míos es un regalo que valoro. Y si algo me impulsa a seguir, es el entusiasmo. Me parece una herramienta vital. No es ingenuidad, es energía. Es estar abierta a conmoverse, a sorprenderse, a seguir explorando. Y eso, en mi oficio, resulta imprescindible.