Una mañana de junio, Rosalía decidió empezar el día con un paseo meditativo por el bosque. Subió por el empinado sendero de la Carretera de les Aigües -la respuesta barcelonesa al Runyon Canyon de las colinas de Hollywood- y miró a lo lejos, hacia Sant Esteve Sesrovires, el pueblo catalán donde creció. Se puso unos auriculares y escuchó el álbum recopilatorio de The Smiths, 'Louder Than Bombs'. Mientras recuerda la escena, imita el canto afligido de Morrissey con el vibrato suave de su propia voz. Levantando su mano con una manicura perfecta, exultante por el melodrama, canta: "Please, please, please let me get what I want... this time (por favor, déjame lograr lo que quiero esta vez)".
Así arranca nuestra conversación en Pècora, una cafetería chic y minimalista en el barrio costero de Poblenou, que ha abierto sólo para nosotras. Está sentada de espaldas a las ventanas -para que los clientes potenciales sólo vean el cartel de "Cerrado" y pasen por alto a la estrella del pop más revolucionaria del país al otro lado del cristal-. Lleva un vestido largo de Gimaguas de cuadros azul celeste, que deja ver sus botas moteras de Dior cuando cruza las piernas. Sus largos rizos caen en cascada sobre sus hombros cuando se inclina para hablar."El ritmo de todo es tan frenético", expresa la cantante, que cumplirá 33 años este septiembre. "Pienso: "Dios, han pasado ocho años desde que publiqué mi primer trabajo. Es una locura".
Cuando nos vemos, parece que está atravesando un bloqueo creativo. Su próximo disco, sucesor del Motomami, ganador de un Grammy en 2022, aún no está terminado. "¿Qué es el tiempo?", dice riendo. "¡Es tan relativo! Siempre hay una fecha límite y, bueno, esta siempre puede cambiar". Aunque todavía no ha revelado cómo sonará su nuevo trabajo -es muy reservada al respecto-, ha compartido vídeos de sí misma escribiendo y produciendo temas como parte de una campaña para Instagram, con la intención de demostrar a sus fans que, efectivamente, está en ello. De hecho, inmediatamente después de nuestra charla, ha reservado unas horas en un estudio local para perfeccionar su misterioso material.
Por supuesto, no le han faltado distracciones este verano. Ha reservado tiempo para nuestra conversación entre visitas a su familia y una escapada al festival Primavera Sound de Barcelona con su hermana, Pili. Pronto, volverá a Los Ángeles para rodar las escenas que le quedan de su papel como estrella invitada en Euphoria, de HBO. También se la ha visto en distintas ciudades del mundo con su supuesta pareja, el actor y cantante Emilio Sakraya. Sobre su vida íntima, sólo dice, con una amplia y juguetona sonrisa: "Paso muchas horas en el estudio. Estoy recluida»2. Así que puede que su relación más cercana en este momento sea con su piano.
La expectación mundial por este proyecto es comprensible. En su debut con un gran sello, Los Ángeles (2017), presentó a los profanos recién llegados el melancólico flamenco que estudió en la prestigiosa Escola Superior de Música de Catalunya. Luego, entró en la estratosfera del pop latino con su segundo álbum, El mal querer, que también sirvió como su tesis de licenciatura, usando la novela Flamenca del siglo XIII como material de referencia para ilustrar la dinámica de una relación abusiva. Este trabajo ganaría el Grammy Latino al Álbum del Año y, posteriormente, el Grammy al Mejor Álbum de Rock Latino.
En 2022, lanzó 'Motomami', una obra audaz de 'avant-pop' temeraria, inspirada en la música del Caribe y fortalecida por el espíritu inspirador y feminista de su madre, que llevaba a la joven Rosalía a dar paseos en su Harley-Davidson. Este álbum le valió las mismas dos prestigiosas categorías de los Grammy que su trabajo anterior, una hazaña que la catapultó al estrellato mundial, pero que elevó el listón para sus proyectos futuros. La presión de responder a las exigencias de la industria, confiesa, está cada vez más en desacuerdo con su espíritu libre. "El ritmo (de la industria musical) es muy rápido. Y el sacrificio, el precio a pagar, muy alto".
La única forma en que puede continuar sin quemarse es manteniendo una motivación sincera. "La fuerza motriz que te lleva a seguir componiendo tiene que provenir de un lugar puro", afirma. "Razones como el dinero, el placer o el poder no creo que sean fructíferas. De ahí no va a salir nada que me interese de verdad. Son temas que no me inspiran".
Para comenzar su siguiente capítulo, buscó la calma en Mount Washington, un enclave montañoso de Los Ángeles. Allí trabajó en un estudio, grabando canciones que había compuesto casi en su totalidad desde la cama de un apartamento cercano en Hollywood. Ampliaba sus jornadas con films de Martin Scorsese y Joachim Trier, y leyendo la novela 'Amo a Dick', una investigación feminista sobre el deseo de Chris Kraus. ("¡Adoro a esta mujer!", dice de la autora).
El verano pasado, en L.A., los 'paparazzis' la captaron fuera de la fiesta del 32 cumpleaños de Charli XCX con un ramo de lirios negros rellenos de cigarrillos, lo que desató una microtendencia. ("Si a mi amiga le gustan los Parliaments (una marca de tabaco), le llevo un ramo con Parliaments. ¡Puedes hacer un ramo con cualquier cosa que le encante a esa persona!", dijo).
También visitaba con frecuencia el mercado local de agricultores, donde nos cuenta que conectó con su espíritu recolector más primitivo. "A menudo, la forma masculina de hacer música tiene que ver con el héroe: yo, lo que he conseguido, lo que tengo...", explica. "Una manera más femenina de escribir, en mi opinión, es hacerlo como recolectando. Soy consciente de las historias que hay previas a mí y de las que están sucediendo a mi alrededor. Las recojo y las comparto; no me pongo en el centro".
Es un método que influye en su enfoque compositivo. Al igual que el arte realizado con objetos encontrados, sus canciones son ensamblajes de sonidos con un ADN aparentemente dispar, unidos por su voz ágil, flexible como si fuera una gimnasta. En su sencillo de 2018 Bagdad, interpoló una melodía de R&B que se hizo famosa gracias a Justin Timberlake; en su éxito de 2022 Saoko, rapeó sobre redobles de batería de jazz y pianos con ritmos de reguetón. Y la cultura visual de su obra se ejecuta con intenciones igualmente embriagadoras, usando cámaras giratorias en sus conciertos inspiradas en los vídeos de TikTok y la naturaleza fracturada de su propia presencia en Internet.
Desde su último proyecto, ha estado prácticamente desconectada. «"Björk dice que para crear se requieren periodos de privacidad, para que una semilla crezca necesita oscuridad", afirma. También ha dejado atrás a algunos de sus antiguos colaboradores, entre ellos el canario El Guincho, el provocador artista y productor que fue su principal copiloto en El mal querer y Motomami. Afirma que no existe rencor, aunque "no nos hemos visto en años. Sinceramente, me encanta trabajar con gente a largo plazo. Pero a veces las personas se separan. Él está ahora en otro viaje, ha hecho sus propias cosas todo este tiempo. Ahora, estoy trabajando sola".
Seguir en solitario supone un reto para Rosalía, quien, al más puro estilo Libra, se nutre de la sinergia que experimenta con los demás. Es famosa por haber colaborado con sus parejas, como el rapero español C. Tangana, que fue coautor de El mal querer. En 2023, lanzó RR, un EP conjunto con el puertorriqueño Rauw Alejandro, con quien estuvo comprometida hasta finales de ese año. No habla mal de sus ex, simplemente dice: "Me siento agradecida a cada persona con la que la vida me ha permitido encontrarme".
También estuvo relacionada con la estrella de 'Euphoria' Hunter Schafer, quien, en una entrevista de 2024, confirmó su relación de cinco meses en 2019 y describió a la artista como "familia, pase lo que pase". Cuando se le preguntó si esto le forzó a definir públicamente su sexualidad, ella niega con la cabeza. "No, no me sentí presionada», confiesa. "Me enfoco en la libertad. Es lo que me guía".
Las dos siguen siendo amigas y, recientemente, compañeras de reparto: a principios de año, Rosalía comenzó a grabar escenas para la esperada tercera temporada de la producción de HBO. La artista aprecia el caos controvertido y controlado que genera el guionista, director y productor de la serie, Sam Levinson. Fan de la cantante, Levinson cuenta a ELLE que le dio casi total libertad para moldear su personaje. "Me encanta darle rienda suelta", cuenta. "La dejo jugar con las palabras y las emociones, en inglés y en español. Nunca quiero decirle qué hacer primero, porque sus instintos naturales son fascinantes, carismáticos y divertidos. En cada toma que rodamos, sonreía detrás de la cámara».
La catalana, que desarrolló sus dotes interpretativas a través del arte inmensamente teatral del flamenco, confiesa que le gusta ponerse «al servicio de la emoción, de una idea, de algo que es más grande que yo». Aunque no puede compartir mucho sobre su papel, comenta que ha disfrutado encontrándose con Schafer en el set y forjado una buena relación con Zendaya y Alexa Demie.
Su primera incursión en la interpretación profesional fue en 'Dolor y gloria', la película de 2019 del gran Pedro Almodóvar. Antes del rodaje, el director invitó a la cantante a almorzar con la protagonista de la cinta: Penélope Cruz. En el film interpretaron a dos mujeres que cantaban juntas mientras lavaban ropa en el río. "Me aterrorizaba tener que cantar a su lado", recuerda Penélope. "Ella estaba nerviosa por actuar y yo por cantar. Fue divertido compartir ese estrés".
Las dos icónicas españolas se convirtieron en grandes amigas. "Siempre me ha fascinado su voz", dice Cruz, "y también su talento como compositora y como intérprete. Lo que es capaz de transmitir es algo realmente especial". Señala que el arte de Rosalía ha tenido un efecto dominó en España, desencadenando una ola de experimentación. Pero ella se niega a atribuirse el mérito. Se inclina más por citar a sus antecesores en el flamenco, Camarón de la Isla y Enrique Morente, así como a Björk y Kate Bush: "Si ellas existen, entonces hay otra forma de hacer pop", sentencia Rosalía. "No podría componer mi música si no hubiera una tradición detrás de la que aprender y beber. Espero que, de la misma manera, lo que yo hago pueda tener sentido para otros artistas".
Cuando se trata de moda, Rosalía se muestra muy protectora con su propio estilo, un look ultrafemenino y chic de motera al estilo Venus que ha cultivado toda su vida. "Chica", dice, señalando su propio cuerpo, "¡soy un moodboard de carne y hueso! Siento que no puedo manifestarme sólo a través de la música. En tu vida debes ser creativo 24/ 7. Se trata simplemente de permitirte estar en ese estado. Para mí, el estilo es una prolongación de la expresión".
Antes de irnos, insiste en que, tanto si saca un álbum más en su vida como si lanza 20, la música será la brújula que la guíe el resto de sus días. "Es curioso cuando la gente dice que he dejado la música. ¡Eso es imposible si eres músico! No es algo que se pueda abandonar", afirma.
"A veces se necesita un segundo para poder gestionar lo que has hecho", añade. "En una carrera artística, es una bendición tener margen para procesar las cosas o reescribir cómo deberían haberse hecho antes, ya sea en tu vida o en cualquier otro ámbito. La inmediatez actual no es el compás del alma. Y para crear de manera honesta, tienes que saber qué ritmo sigues".
Peluquería por Evanie Frausto para Pravana; maquillaje por Raisa Flowers para Dior Beauty; manicura por Sonya Meesh para Essie; diseño de escenografía por Lauren Nikrooz en 11th House Agency; producción de John Nadhazi y Michael Gleeson en VLM Productions.
Este reportaje aparece en la edición de septiembre de 2025 de ELLE.
Suzy Exposito is an award-winning music and culture journalist based in Los Angeles. She has worked as a culture columnist at the L.A. Times, and was previously the founding Latin music editor for the legendary rock magazine Rolling Stone. She served as an executive consultant on the 2023 Netflix series Neon, a comedy detailing the ins and outs of the music industry in Miami. Her writing has also been featured in Vogue, GQ, and Pitchfork.