- Se me pasan las tonterías cuando hablo con compañeras de gimnasio más mayores: todas tienen cargas de salud, familiares o económicas, y las sobrellevan con inteligencia y dignidad. Los problemas creo que no deben airearse demasiado (cada uno carga su cruz y no puede con más peso), pero quizá es posible compartirlos en un momento adecuado de intimidad espontánea. He explicado cosas a desconocidas que han sido perfectas guardanas de mi angustia.
- «Rara vez uno se toma el tiempo de observar realmente una flor». Georgia O’Keeffe: solitaria, meticulosa, un poco cabrona. Artista caminante, recolectora, fascinada por el paisaje de Nuevo México («Un lugar hermoso e intacto, una encarnación de Lo Lejano»). Murió con 98 años, e imagino que su fiera autosuficiencia debió resentirse. A mí también me aterra pensar en que alguien me cambie el pañal. No sé si es un orgullo vano, pero no lo concibo.
- Verano tras verano, el diablo estético se nos presenta bajo la misma forma: los pikis.
- Esta semana emitieron de nuevo en televisión “Pretty woman”. Cae cada año, igual que “Titanic” o “Ben-Hur”. La veo una y otra vez. Me parece bien que a Vivian la rechacen en las tiendas por ir vestida fatal. Le dicen las muy brujas: «No creo que tengamos nada para usted. Desde luego, se ha equivocado de sitio. Por favor, váyase». Eso es exactamente lo que deberían escuchar los turistas e influencers horrorosos que llegan a las boutiques en chanclas de plástico, bermudas, tatuados en la cara, sudados, con un batido de fresa en la mano (que dejan tirado por ahí), sin saludar y sin educación alguna. Pero por supuesto las firmas les atienden y les hacen la pelota, porque si tuvieran que vivir de los locales, de nosotros vaya, pobreticas. Ya habrían cerrado todas. A mí me entristecería mucho que en una tienda me quisieran solo por el dinero, pero yo soy medio tonta.
- Solo me han hecho ghosting una vez. No fue un chico, sino una amiga. Dejó de comunicarse de un día para el otro. No entendí nada, no aprendí nada, fue desconcertante y triste. Siempre es más manejable la verdad: a mí si me dices que soy una pesada y que no me quieres ver más me quedo encantada, la verdad. Un compromiso menos.
- Voy al banco. Llego pronto. En el área de espera solo una pareja de unos sesenta años y yo. Van vestidos de un modo sencillo y atemporal, duchadísimos, con una carpetilla que sin duda cobija años de esfuerzo familiar. Al llegar les sonrío: «Bon dia!». Me responden contentos y en voz bien audible: «Bon dia!». Me siento cerca pero no a su lado para no molestarles. En esos diez segundos nos hemos intuido, reconocido y leído.
- Hay ideas que nos vuelven locos, que no pueden arrancarse de ningún modo del alma.
- Hace muchísimos años, con una antigua pareja, hice lo impensable: miré los mensajes de su móvil. Lo pienso y me escandalizo. Mi yo adulto no lo haría jamás y de ningún modo permitiría que me lo hagan, incluidas esas tonterías de compartir localización. Si el otro quiere meterse en algún lío, peor para él. Tener un amante es un engorro moral, una carga psicológica extra (aguantar no una sino dos neurosis) y un gasto que nadie puede permitirse.
- Algunos historiadores identifican su oficio con una práctica policial, esto es, buscan culpables. Pero deberían ser más parecidos a artistas: deberían identificar —mucho más sutil– la urgencia, el lugar donde nacen los síntomas, el incendio que lo empezó todo.
Marta D. Riezu es periodista especializada en comunicación de moda y ha publicado dos libros: Agua y jabón (Terranova, 2021) y La moda justa (Anagrama, 2021).