De rebote y poco a poco». Así describe su llegada al mundo de la interpretación Álvaro Mel (Salamanca, 1996), porque ser actor no estaba en los planes del protagonista de las exitosas ficciones de Netflix Un cuento perfecto y Manual para señoritas. «Cuando era pequeño solía repetir frases de películas y ponía la misma voz que los actores de doblaje. Pero mi fantasía era ser veterinario o arquitecto, carrera que empecé y no terminé, no trabajar en la televisión», explica. En la universidad, decidió probar suerte en las redes sociales. Empezó a subir fotos suyas en su habitación y el número de seguidores no paró de crecer, convirtiéndose en uno de los influencers del momento –actualmente cuenta con
1,3 millones de followers en Instagram–. Las marcas empezaron a interesarse por su perfil, se mudó a Madrid, un amigo actor le presentó a su representante y la suerte se puso de su lado. «Hice un par de castings que no funcionaron para los proyectos a los que me presenté, pero sí para que me ofrecieran mi primera serie. Entré con el sentimiento de “no tengo nada que perder” y, cuando lo probé, vi que eso era lo que quería hacer», dice.

alvaro melpinterest
Andrés García Luján
Chaqueta de loneta ‘beige’ con bolsillos, camisa blanca de algodón ‘oversize’ y corbata negra en punto, todo de Dior.

¿Te sientes actor o aún aparece el síndrome del impostor?

Es una pregunta recurrente. Al principio pensaba: «¿Qué hago aquí?». Ahora digo: «Estoy aquí porque he hecho una prueba, me han visto y soy capaz. Voy a demostrarlo».

¿Facilita las cosas ser conocido antes de llegar a la tele?

Sí, pero no persigo un boom en redes, aumentar una cifra, ni que me conozcan por otra cosa que no sea interpretar.

¿La fama te ha superado en algún momento?

Tuve un par de años bastante malos. Padezco ansiedad social y todo lo que implica exposición e interactuar con gente me pone nervioso. He tenido que buscar herramientas, mucha terapia, para tirar hacia adelante, porque esa parte pública es algo que va implícito en este curro.

¿Y has conseguido controlarla ya?

Poco a poco (risas). Me ayuda distanciar a la persona del personaje. Muestro, pero no me desnudo. Y, afortunadamente, cuando interpreto me olvido de lo que me rodea.

¿Qué es lo que te ha enganchado de esta profesión?

Es algo muy bonito y que exige mucho más de mí que el mundo de las redes sociales, por el que empecé a ser conocido. Requiere una profesionalidad, hay una historia que contar, tienes que escuchar y entender a mucha gente, y sobre todo a ti mismo. Hay papeles más sencillos que otros, pero todo está envuelto en una profesión que te pide mucho de ti constantemente. Y eso es lo que me atrae. Yo soy muy perfeccionista y exigente, así que me va al pelo.

¿Te da miedo encasillarte?

Es verdad que sí que he hecho cosas enfocadas al romanticismo últimamente, pero también he dicho que no a otras que podían encasillarme o que no me aportaban nada nuevo. En "Un cuento perfecto" y en "Manual para Señoritas" hago el papel de un chico que se enamora, pero dije que sí porque son historias románticas contada desde el punto de vista femenino, en los que desaparece un poco ese discurso masculino heteropatriarcal de siempre, en el que el hombre está en una situación de poder, ya sea por su situación económica, psicológica o social. En esos proyectos es algo que va fluctuando entre los dos personajes y se rompen muchos clichés. Se habla mucho de que la comedia romántica es un género minimizado, en el que todo es más fácil, pero no es así, también exige mucho de ti.