"Juntar a las mujeres de mi vida y hacer un proyecto en común es algo que nunca hubiese pensado. Ahora tenemos la oportunidad de contar quiénes somos y mostrar cómo somos de verdad", dice Vicky Martín Berrocal sobre Las Berrocal, una docu serie en el que las tres generaciones de la mediática familia comparten con el mundo su día a día. Este estreno se suma a un extenso listado de producciones que narran la vida de conocidas familias y que al hacerlo, ahondan en la importancia de la cohesión familiar.

Sus personajes repiten constantemente que la familia lo es todo, recuerdan la importancia de “crear recuerdos” y lanzan el mensaje de que una familia unida puede con todo. Aunque por descontado estos mensajes son positivos, pueden no serlo tanto para quienes no tienen una relación familiar especialmente fuerte y para los que verse expuestos constantemente a estas estampas familiares televisadas puede resultar un mazazo.

"El enfoque se centra en las parejas blancas, heterosexuales y casadas"

Este tipo de contenido emerge en un contexto político en el que el conservadurismo se impone y en el que se aboga por el pronatalismo. En su primer discurso como vicepresidente, J.D. Vance aseguró querer “más bebés en los Estados Unidos de América”, y algunas semanas más tarde, Donald Trump firmó una orden ejecutiva en la que se comprometía a apoyar la fecundación in vitro reconociendo “la importancia de formar familias y de que las políticas públicas de la nación faciliten que las madres y los padres amorosos y deseen tener hijos”. En Italia, bajo el liderazgo de Giorgia Meloni, el gobierno ha implementado una agenda familiar conservadora que pone el foco en políticas que fomentan la natalidad e impulsan las estructuras familiares tradicionales. El problema es que el enfoque se centra en las parejas blancas, heterosexuales y casadas, por lo que tales políticas carecen de inclusividad.

"La familia como experiencia vivida, en cierta medida, sigue siendo algo ficticio"

Mientras tanto, en Abolir la familia, un manifiesto por los cuidados y la liberación (Traficantes de sueños, 2023), Sophie Lewis cuestiona la familia. La autora considera que para algunos afortunados las familias pueden estar llenas de amor y cuidado pero, para muchos otros, son lugares de dolor, de abandono, de negligencia e incluso de abuso y violencia. “A pesar de que la familia como forma de gobierno es un hecho económico brutal, la familia como experiencia vivida, en cierta medida, sigue siendo algo ficticio. En realidad no hay tantos seres humanos que vivan en una de ellas; pero eso no importa. Somos millones las que convivimos en formas 'ad hoc', raras, creativas, temporales, forzadas o parcialmente comunalizadas; y muchos más millones y millones de personas quienes viven completamente solas”, explica.

“Aún así, no supone ninguna diferencia, porque a la vez que parece elegida y opcional, la familia consigna a quienes quedan fuera de su marco a la ilegibilidad social. Nos seduce a todas o al menos nos disciplina. No podemos escapar de ella, incluso cuando la rechazamos a título individual. E incluso cuando la rechazamos, nos preocupa que su tan cacareada desintegración presagie algo peor”, escribe.

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Una familia de los años 50.

Montse Cazcarra, psicóloga y autora de Amor sano, amor del bueno (Grijalbo, 2023) recalca que toda la información que consumimos a través de los medios manda el mensaje de esas familias unidas y felices, por lo que considera necesario tomar distancia, recordar que lo que vemos no es una representación de la totalidad de la realidad y que incluso si reflejase la realidad de parte de la sociedad, es vital no llevarlo al terreno de las comparaciones ni cuestionarnos las decisiones que tomamos con el objetivo de cuidarnos. “Puede haber escenas o interacciones que nos remuevan: algo así como recordarnos lo que nos faltó o aquello que anhelamos. También puede resultarnos confrontativo o llevarnos a cuestionarnos cómo nos relacionamos con nuestra familia. Adoptar una actitud flexible y revisar nuestras decisiones es siempre bienvenido; pero cuestionarlo desde un lugar de juicio del tipo “eso es lo correcto y no lo que yo decidí”, nos deja en una tesitura invalidante, juiciosa y nos aleja de nuestra realidad y nuestro sentir”, explica a Elle.

“Por ejemplo, si hemos optado por poner límites o distancia con nuestra familia con el objetivo de protegernos, podemos preguntarnos si no deberíamos tomar otro tipo de decisiones; o si la decisión que tomamos no nos hace “malos hijos" o “malas hijas”. Incluso puede conectarnos con el anhelo de tener la familia soñada (algo contra lo que hemos podido estar batallando para aceptar que nuestra familia no nos va a ofrecer lo que necesitamos), y desde ahí quedarnos a pesar de que esos vínculos nos hacen daño”, asegura.

"Este tipo de representaciones refuerzan el mito de unidad familiar"

Raquel Molero, psicóloga y directora de Nalu Psicología, coincide al señalar que lo que contribuye a este efecto es el hecho de que se visibilice casi exclusivamente un modelo de familia tradicional y emocionalmente disponible, como si fuera la única forma válida de vinculación. “Este tipo de representaciones refuerzan con fuerza lo que el psiquiatra Luigi Onnis denominó el mito de unidad familiar: una imagen de familia perfectamente cohesionada, cálida y leal, que funciona como refugio emocional. Es una imagen que conecta con necesidades muy básicas de pertenencia y seguridad, pero que no representa la realidad de muchísimas personas”, comenta.

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Asegura que el problema es que, en muchos casos, esa supuesta unidad se sostiene a costa de otras cosas: la individualidad, la privacidad, el derecho a diferenciarse. Minuchin explica que algunas familias que se muestran muy “unidas” funcionan en realidad como estructuras aglutinadas, donde los límites entre generaciones se diluyen, la autonomía se sacrifica por el bien grupal, y la vida emocional se vuelve colectiva e intrusiva.

Este tipo de mensajes invisibilizan la diversidad de trayectorias vitales y de formas de vincularse

“Son familias donde cuesta mucho expresar el conflicto abiertamente, donde hay una baja tolerancia a las emociones difíciles, y donde los problemas tienden a quedar sin resolver bajo una capa de normalidad aparente; no se discute o si se discute el conflicto se tapa en cinco minutos porque no se puede sostener. Lo de fuera —lo que cuestiona, lo distinto— se percibe como una amenaza. Quienes no tienen vínculos familiares estrechos, o cuya historia está marcada por el conflicto, la distancia o la ruptura, pueden llegar a sentirse inadecuados o incluso fracasados. Como si su experiencia no fuera válida. Este tipo de mensajes invisibilizan la diversidad de trayectorias vitales y de formas de vincularse, y pueden aumentar el sentimiento de aislamiento emocional”, explica.

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Familia de los años 50.

La psicóloga cree que el problema es que se muestre este tipo de familia como el ideal al que todas deberíamos aspirar. “Se muestran como el formato perfecto, como si solo existiera una manera “buena” de ser familia, y todo lo que se aleje de eso fuese percibido como un fallo o un error. Eso deja fuera muchas realidades legítimas, y puede hacer mucho daño”, dice.

"Ser una buena madre y ser una buena profesional a la vez se acompaña de renuncias"

Por descontado, otra imagen que se fabrica, se ornamenta y se vende es la de la madre todoterreno completamente entregada a sus hijos, cuando lo cierto es que la conciliación sigue siendo un problema para una gran mayoría. “Lo cierto es que vivir por y para nuestros hijos no es posible si queremos, a la vez, traer un sustento a casa y, por qué no decirlo también, seguir labrando nuestra carrera profesional: ser una buena madre y ser una buena profesional a la vez se acompaña de renuncias. Renuncias que, si nuestra situación es privilegiada, no tendremos que hacer o las podremos hacer bajo circunstancias que escojamos”, afirma Cazcarra.

Considera importante preguntarse en este contexto qué sería ser una madre entregada, que cada una diseñe su propio modelo de maternidad y que cada mujer sea compasiva consigo misma si no le puede ofrecer a sus hijos e hijas todo lo que le gustaría. “Será igualmente importante recordar que lo que vemos es solo una ventanita de la vida de esas personas; que es posible que haya situaciones con las que podamos identificarnos más pero que no se muestren porque no resultan tan atractivas en cuanto a potencial comercial o porque competen a una intimidad a la que, comprensiblemente, no tenemos acceso”, advierte.

Molero comenta que lo que estos programas suelen transmitir es una imagen de familia muy cohesionada, con relaciones fluidas, afecto visible y una fuerte conexión emocional entre sus miembros. “Esa representación, aunque no necesariamente falsa, es sin duda parcial. Refleja una forma concreta de vivir lo familiar, pero corre el riesgo de presentarse como si fuera la forma correcta. No es tanto una cuestión de contenido como de exposición: cuando solo se visibilizan ciertos tipos de familia o de maternidad, el espectador no solo observa, sino que tiende a compararse. Y esa comparación no es justa porque se hace solo teniendo en cuenta un aparte de la realidad; y no el funcionamiento familiar completo”, explica.

“Además, si se hace desde una historia vital más compleja, puede generar inseguridad, tristeza o incluso vergüenza. No todo el mundo tiene con quién celebrar el Día de la Madre, ni una familia a la que volver en vacaciones, ni vínculos seguros en los que apoyarse. Y enfrentarse a una representación constante de lo que “debería ser” puede abrir heridas, reavivar duelos o hacer más difícil aceptar el propio recorrido”, asegura. Explica que el problema no es el contenido de estos programas en sí, sino la falta de pluralidad en los referentes que consumimos. “Lo que necesitamos es ampliar el foco: mostrar relaciones reales, complejas, con vínculos imperfectos, y también con formas diversas —y válidas— de construir pertenencia, cuidado y afecto”, dice.

"En la base de la felicidad familiar hay toda una subestructura de sacrificios"

Lewis explica que para la autora americana Ursula K. Le Guin la mera expresión "familia feliz" indica una indiferencia fundamental sobre la naturaleza de la felicidad, que -especialmente bajo el capitalismo- conlleva unos costes enormes. “Quienes hacen esas afirmaciones alegremente olvidan que en la base de la felicidad familiar hay toda una subestructura de sacrificios, represiones, contenciones, elecciones que se han hecho o a las que se ha renunciado, oportunidades aprovechadas o perdidas, equilibrios entre males mayores y menores”, indica Lewis.

"¿Y si fueran las familias felices las anomalías milagrosas?"

“Ignoran las lágrimas, los miedos, las migrañas, las injusticias, las censuras, las peleas, las mentiras, los enfados, las crueldades. Sí, las familias pueden ser felices, mantiene Le Guin (con cara de póker y sin duda bromeando), 'durante bastante tiempo: una semana, un mes, incluso más'. Pero las familias felices de las que Tolstói 'habla con tanta confianza que las despacha como todas parecidas, ¿dónde están?'. ¿Y si fueran las familias infelices las que se parecen unas a otras —en un sentido estructural, pues la familia es una forma deprimente de organizar los cuidados— y las familias felices son las anomalías milagrosas?”, se pregunta para terminar.

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Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.

Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.

Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.