• Victoria Abril se ha metido en muchos follones (alguna vez sin tener razón, como nos pasa a todos), pero hay que concederle el mérito de ir a la suya y de no ser pelota. De Hollywood dice que le provoca acidez, y que recibir premios por la trayectoria es «el principio del fin, y yo todavía voy a dar por culo muchos años» (con perdón). Aquí aparece retratada en el Festival de Cannes de 1992, el mismo que está teniendo lugar estos días y que «por razones de decencia» ha prohibido esos horrorosos atuendos en los que la persona (casi siempre una mujer) parecía desnuda. Ídem con los vestidos voluminosos que obstaculizan el paso. Menos moda, más cine. En adelante, los invitados—ahí está el reto—contarán solo con su propio carisma para llamar la atención y, ay, son tantas acelgas hervidas las que pasan por la alfombra roja.
  • Cuando uno ya pasa de cierta edad debe dar por fiable esa punzada de desconfianza en el estómago cuando algo no cuadra. Suele ser exacta.
  • Mayo: mañana de sol y aire muy fresco. El paraíso en la tierra. Pausa en el balcón con café y una rebanada de pan con mantequilla. Oigo una ambulancia a lo lejos que se va acercando. Pasa por mi calle. Va rapidísimo, asusta un poco porque casi nunca se les ve correr tanto. Me entra una pena terrible al pensar en la persona que va dentro. La llamada a sus familiares, el follón del ingreso, las pruebas, el susto en el cuerpo, la incerteza, la soledad. Y, en contraste, mi inmensa riqueza (la salud), que a veces derrocho haciéndome trampas al solitario.
  • Look favoritísimo: señor mayor con gorra, camisa de cuadros gastada y suave, rebequilla de entretiempo (no cardigan: rebequilla), pantalones de tergal, deportivas y gafas estilo Oakley. Perfecto y versátil para ir al mercado, al centro de día, al mus, al cine o a la gala del Met.
  • Debate sobre cómo hablar —la voz, el tono, las repeticiones, la simplificación— a las personas mayores en las residencias u hospitales. A veces se emplea una inflexión paternalista o infantil, y debería ser un diálogo de adulto a adulto: claridad, respeto mutuo, atención. Y trato de usted, por cierto. El usted puede ser cálido y apaciguador. El padre de un amigo, catedrático de ingeniería mecánica, tenía que aguantar un «Cariño, vamos a hacer caca antes de la ducha», como si fuera tontín. Ojo: a veces la expresión cariñosa dicha con gracia puede salvar el día al paciente. No hay normas, y sirve el mismo consejo que en la vida: cada persona te va a dejar claro cómo prefiere hablar contigo, y eso sucede en un instante que tú debes cazar al vuelo.
  • Conversación ideal: tres o cuatro amigos como mucho, un lugar donde recalibrar los dramas propios, romper la frontera del tiempo, compartir miedos profundos, albergar una ilusión de bondad. La sociabilidad como última oportunidad humanista.
  • Todos los locales desaparecidos de la Barcelona portuaria, arrabalera, ‘enrollada’ y contracultural: Bodega Bohemia, Jazz Colon, el Marsella, el Bar del Pi, el Portalón, La Cazalla, La Enagua, La Cucafera, Els Ninots. Y algunos que resisten: Almirall, La Cova Fumada, El Xampanyet, Pastís, Màgic. A principios de los setenta, el bar Xandri (zona Paral·lel) mantuvo años un menú diario a 43 pesetas con dos platos, postre y bebida. Los domingos, paella y copa de cava a 50 pesetas. Los que conocimos la antigua moneda nunca llegamos a recuperarnos del trauma del euro.
  • He disfrutado mucho la lectura de “Estimada clientela”, de Mercedes Cebrián, editado por Siruela. Cebrián escribe de la importancia de las tiendas en nuestra vida como refugios donde charlar, desahogarse y aprender. El paisaje comercial cambia (y desaparece) a toda velocidad. Los establecimientos de toda la vida cierran, y jamás son sustituidos por algo más interesante. Con su clausura perdemos identidad, amparo, calidad y humor (yo en las tiendas me lo he pasado mejor que en ningún sitio). Cebrián escribe con gracia, ternura y picardía de las mercerías, las papelerías, el zapatero, la ferretería, El Corte Inglés como arcadia, Vinçon, Harrods, el VIPS. La tienda da vida a la calle, y «no es lo mismo ir de paso que a pasear». Exacto: cuando todas las ciudades sean iguales perderemos el salir a dar una vuelta a ojear, y preferiremos quedarnos en casa haciendo scroll en una boba pantallita brillante.

Lettermark

Marta D. Riezu es periodista especializada en comunicación de moda y ha publicado dos libros: Agua y jabón (Terranova, 2021) y La moda justa (Anagrama, 2021).