Querido Universo,

En agosto del año pasado toqué fondo. Y digo esto como si fuera algo muy dramático, pero en realidad me pasa tres veces por semana, así que tampoco te lo tomes muy a pecho.

No tenía un maldito duro y sudaba como una perra. Sudar nunca ayuda cuando una toca fondo. Mis hijos se habían ido de vacaciones quince días con sus abuelos —mis únicos quince días libres en todo el año— y yo tenía que currar para pagar facturas, deudas y la ruina que me dejó mi empresa. Pero no me voy a enredar ahí que estoy escribiendo un libro (o eso le he prometido a mi editor).

Como no me mandabas ninguna puñetera señal y yo me estaba ahogando, me fui a casa de mi madre y le solté: “Yo así no quiero vivir”. Y mi madre me miró y luego siguió viendo Colombo. Y quizás esa era no era la respuesta que quería, pero sí la que necesitaba. Porque la vida es eso: tú crees que te va a dar un síncope, pero no, resulta que la cosa puede estirarse hasta el infinito y tú puedes seguir viendo Colombo con tu madre mientras maldices tu suerte… o hacer algo.

La zona de confort es eso: sofá mullido y capítulos predecibles. Mi madre además tiene aire acondicionado así que yo me tragué una temporada entera de asesinatos. Hasta que decidí dejar de lamentarme y pillarme un billete de barco a Mallorca para ir a grabar mis canciones.

Y ahí sí que te pusiste a trabajar, Universo. Vamos, que se empezaron a alinear los planetas como yo no había visto nunca. No tenía donde caerme muerta, pero en dos días me salió una residencia artística donde alojarme, amigos para pasar los días allí y hasta pude llevarme la furgo en el barco.

Siempre me ha puesto de los nervios eso tan manido de la zona de confort, pero cada vez que salgo de ella para luchar un poquito por mis sueños, te vuelves loco y ahí todo son señales y sincronías épicas.

Grabé mis canciones, lo pasé increíble, pero ya sabes… volví a casa, volvieron los niños, la rutina… la vida en modo centrifugado. Y yo iba posponiendo el momento de subir mis canciones a Spotify. Porque quería hacerlo bien y porque te seré franca: sacar mis canciones es volver a salir de mi centrifugado confort. Me da vergüenza. Me da yuyu. Me da TERROR.

Me he saltado todos mis deadlines, he procrastinado lo más grande y hasta me he tragado otra temporada de Colombo, pero el otro día subí mi primer single a Spotify. Sale el 30 de mayo. Me tiemblan las piernas.

Es curioso, porque estoy en un momento incierto, pero al mismo tiempo nunca he tenido tantas certezas. Y aunque no tenga un plan exacto, tampoco es que lo haya necesitado nunca. Solvitur ambulando, que significa: se resuelve caminando. Y en este caso: cantando.

Así que apunta: el 30 de mayo lanzo mi primer single.

Solo de escribir la palabra single aparece una voz en mi cabeza: serás flipada, pequeña impostora. Pero hay otra mucho más profunda que me abraza y dice: POR FIN.

¿Eres tú, Universo?