El último mensaje que recibí justo antes del apagón total fue: "Tía, dime ¿qué llevas en tu mochila? Necesito una". Estamos en 2025 y una pandemia, Filomena, una tormenta de arena, una dana y ahora un apagón han hecho que mi tendencia apocalíptica parezca solo sentido común. ¡Cómo no estará la vida! Hace 6 años, compartí en redes que tenía una mochila llena de las cosas necesarias para sobrevivir a una emergencia. La mía es algo superior a 48 horas. Incluye: cosas para abrigarse, hacer fuego, cocinar, también comida, por supuesto agua, pastillas para potabilizar, cuerdas, utensilios varios, una pala, mapas físicos, etc. Cuando llegó la covid, éramos de los pocos con mascarillas, aunque las nuestras eran más de tipo guerra química. A estas alturas casi nadie se ríe de mí por este hobby que yo misma consideraba más un juego infantil de supervivencia que algo que fuera a necesitar realmente.
En este momento escucho con mi radio a pilas (de la mochila, claro) al presidente del gobierno Pedro Sánchez explicar que algunas comunidades como Madrid seguimos en estado de emergencia 6 horas después de que un gran apagón haya dejado a toda la Península Ibérica sin electricidad. Acaba de decir que está al teléfono con la OTAN. Espero que sea vía satélite… Mientras, en mi ventana cargo dos mini placas solares que me servirán para cargar los móviles o el ordenador con el que escribo, y he sacado el hornillo y la fondue para cenar esta noche. Tengo velas y he llenado muchos recipientes de agua. Aunque, por supuesto, también tengo agua almacenada. No juego a pequeñas. Nada de esto dice algo bueno de mí, solo que estoy preparada. O ansiosa. Las dos cosas, probablemente. Y que ya estaba zumbada antes que vosotros.
El apagón me ha pillado en el hospital Gregorio Marañón. Acompañaba a alguien que tenía una pequeña intervención y estábamos en la sala de espera cuando Internet ha empezado a fallar. De repente, se ha ido la luz. Lo bueno de estar en un hospital es que los generadores han arrancado y había algo de información. Hemos esperado unos 20 minutos mientras parecía algo local del edificio, luego decían que de la zona, luego que de Madrid, pero como dos buenos apocalípticos hemos empezado a sospechar cuando la policía nacional que acompañaba a una enferma no conseguían hablar con nadie. Una enfermera ha dicho que el apagón era nacional y que, si queríamos, podíamos esperar a que pasara. Todo estaba tranquilo y relajado, excepto que varias personas con sillas de ruedas no podían bajar por las estrechas escaleras de consultas externas. En general, y como es lógico, la mayor parte de la gente creía que era cuestión de minutos.
Excepto si eres un buen zumbado del fin del mundo. Si te has visto todas las películas de después comer que se titulan Mega tormenta o Apagón total, sabes que el tiempo importa, y que todo va a saturarse en minutos. Nos hemos mirado y nos hemos ido al parking sin decir ni una palabra. Hemos podido pagar en la máquina y se ha abierto la barrera, imagino que porque tendrían algún generador.
A pesar de que no había semáforos, entre la ayuda de algunos policías y el civismo, hemos llegado en 20 minutos a casa. Un milagro recorrer 8 kilómetros en Madrid que ha cerrado los túneles de la M30 y que se ha colapsado en apenas una hora. Hemos ido directos al colegio de nuestra hija. Solo 3 padres más habían recogido a sus hijos (y eso que en ese cole hay 6 clases por curso). Nos han dicho que tenían generador y nos han mirado con cara de chiflados. Lo entiendo. Pero nos la hemos llevado.
Una vez en casa, con la mochila abierta y la radio puesta, hemos sacado las placas solares para cargar los móviles, y hemos podido hablar con algunos familiares. Para entretenernos, hemos hecho inventario de todo lo que tenemos dentro de la mochila. La hemos ordenado y hemos revisado qué cosas nuevas nos faltan. Incluso por pura curiosidad nos hemos comido una barrita proteica por el placer de usarla porque también caducan.
Y aquí estoy con algo de batería escribiendo este artículo, nada tremendista, de qué deberías tener en la mochila de emergencia.
Las claves de una buena mochila de emergencia son: agua, alimento, abrigo, seguridad.
Agua: necesitas unos dos litros por persona al día. Es mucha cantidad y en los pisos actuales es complicado almacenar tanta agua. Opciones: pastillas para potabilizar agua o botellas. Existen también unas bolsas que las metes en la bañera y te permite en un primer momento recoger mucha agua mientras funcionen los sistemas
Alimento: aquí depende de tu nivel de ansiedad. Con el mío, tengo comida liofilizada de la NASA. Pero si eres una persona con una ansiedad existencial menor, puedes hacer acopio de latas de caballa, atún, garbanzos, lentejas, frutos secos y fruta deshidratada. El chocolate también es un alimento muy interesante y que dura mucho.
Abrigo: botas, algo que sea impermeable, y mantas térmicas. Puedes completar esta categoría con sacos, tiendas de campaña, etc.
Seguridad: incluye varias cosas, desde la información (una radio de las clásicas que hoy eran lo más vendido en los bazares), documentación, dinero en efectivo, pilas, medicamentos básicos y algo de botiquín de primeros auxilios, una linterna, mecheros o algo con qué hacer fuego, cuerdas, una pala, una multiherramienta (tijeras, abridor, destornillador, etc) y, en este momento, unas placas solares de carga USB pueden ser interesantes para poder cargar los móviles (o el ebook).
A partir de aquí, se abre un mundo de preparacionistas aún más chiflados que yo que van desde tener yodo, cañas de pescar, redes, gasolina… Aunque también habría que tener en cuenta que yo, el gran apagón me lo imaginaba un poco como Guerra mundial Zeta y, en realidad, se parecía más a “Aquí no hay quien viva”. La gente estaba tomando cervezas y charlando en el patio de la comunidad aprovechando el sol de abril, que en Madrid, es una maravilla.
Lleva más de 12 años dirigiendo y creando contenidos digitales en revistas de moda, belleza, cultura y estilo de vida. Los perfumes, leer y las películas del fin del mundo ocupan un alto porcentaje de su tiempo libre, cuando no está leyendo el móvil. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y ha publicado tres libros.