En mayo de 2024 me encerré junto a mi amigo Mariano Sigman en una nave industrial de Tetuán, y durante una semana nos dedicamos a dar de comer y de beber a varias decenas de personas allí. Les pedimos a todos los que acudieron a nuestra convocatoria que nos ayudaran a pensar sobre qué cosa es para ellos la amistad. A fin de cuentas, todos los que vivimos en este mundo tenemos algo que decir sobre este asunto, que es una de las columnas de la vida. Ya dijo Aristóteles en su 'Ética' que sin amigos nadie querría vivir, y hoy en día que hay una gran pandemia de soledad vemos que aquel filósofo no iba mal encaminado: la gente que se ha quedado sola, es decir, los que no tienen amigos (eso es la soledad), se muere antes.
Tras muchos testimonios, escribimos un ensayo y sacamos un podcast en Onda Cero, ambos con el título de 'Amistad'. Muchos nos preguntan ahora qué hemos descubierto sobre el tema tras tanto tiempo de estudio. La lista de revelaciones sobre la amistad, que es algo que ejercemos generalmente con avidez pero sin demasiada reflexión, sería larga y no cabría en una columna, pero quizás la que más me ha sorprendido a mí es entender que la mayoría de las amistades que perdemos mueren de una manera que no somos capaces de identificar.
Me explico: cuando a alguien se le pregunta por los amigos que ha perdido (no los que han muerto, sino los que alguna vez fueron amigos y hoy ya no lo son), casi todos los encuestados sólo aciertan a nombrar aquellas personas que alguna vez les traicionaron: esas rupturas abruptas, que normalmente fueron por un negocio que se tuerce, un dinero que no se devuelve, unos cuernos. Casi todo el mundo tiene una o dos historias así en su vida. Pero no muchas más.
Lo que nadie acierta a ver es que la inmensa mayoría de amigos que perdemos en la vida, desde nuestra primera infancia hasta hoy, se van sin trauma y sin ruptura, simplemente se desvanecen. Nos dejamos de llamar sin saber muy bien por qué, nos distanciamos lentamente sin darnos cuenta, hasta que estamos tan lejos que no nos vemos. De repente un día nos encontramos por la calle y nos decimos, «a ver si quedamos un día de estos para tomar un café», pero jamás ponemos fecha, porque ya la amistad acabó, por mucho que guardemos buen recuerdo, y el camino que va de un corazón a otro es como una senda en medio de maleza, hecha con los pies tras muchos paseos. El día que dejamos de transitarla, la maleza vuelve a salir, y es difícil despejarla. A veces está bien que sea así, y los amigos cambian como cambiamos nosotros, pero hay personas cuya ausencia nos empieza a pesar cuando ya es demasiado tarde para aprender que el camino que no se pisa se lo traga el bosque.
Dejó sus estudios de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, y se licenció en Writing, Literature and Publishing en el Emerson College de Boston. Ha publicado las novelas Estaciones de regreso (Círculo de Tiza, 2019), Los días perfectos (Libros del Asteroide, 2021) y Las despedidas (Libros del Asteroide, 2023). Alterna la producción de series de televisión, con la escritura y colabora con varios medios nacionales de prensa escrita.