Dice Alice Campello que su adolescencia fue complicada. Lo cuenta sentada ante el espejo, mientras la maquillan para esta sesión de fotos. Hablar con ella a través de su reflejo nos hace pensar en aquel personaje de Lewis Carroll cuya curiosidad siempre vencía al miedo. A esta joven nacida en Venecia, Italia, hace 30 años, esa antigua rebeldía juvenil, que en ocasiones la llevaba a querer hacer las maletas y salir huyendo como una heroína de cuento enfurecida –con el consiguiente arrepentimiento posterior–, se le juntó con otra condición que marcó aquellos años: el acné. «Para mí, un grano era como un golpe al corazón, sufría mucho. Hacía de todo para cubrirlo y pasaba horas en internet buscando cremas y productos para maquillarme». Ahora se ríe al recordar aquella época. «Mi padre, cada vez que me veía con una mascarilla, me decía: “Pero, hija, ¿de verdad funcionan todas esas cosas?”», cuenta divertida. «A esa edad, los problemas pequeños te parecen lo más grande». Con perspectiva, reconoce que, de algún modo, su pasión por la cosmética viene de aquello.

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Foto: Darío Aranyo
Vestido largo, botas altas con bocado y collar, todo de Gucci.

Su firma de belleza natural, Masqmai, hoy es un próspero negocio que da trabajo a 25 personas, la gran mayoría mujeres y todos menores de 40: «Creo que la fuerza de la empresa reside en que procuro que el equipo se sienta parte de todo. Sé que sin ellos yo no estaría aquí», y se refiere no sólo a la parte emocional, sino a la económica: el año pasado facturó más de ocho millones de euros y para 2025 prepara el desembarco en Estados Unidos. «Donde no llega una persona del equipo, llega otra. Por ejemplo, mi director financiero de eso sabe mucho más que yo. Nos complementamos muy bien». Y los resultados hablan de una compañía robusta que, desde 2017, ha ido añadiendo referencias tanto de tratamiento facial o corporal como de cuidado capilar y make-up.

"La fuerza de la empresa reside en que procuro que el equipo se sienta parte de todo"


Alice, que se muestra serena y sonriente, piensa que su espíritu emprendedor le viene de familia, especialmente de su padre, Andrea Campello, un exitoso empresario italiano hecho a sí mismo, que a día de hoy sigue inspirándola. De su madre, Maria Libralesso, dice que valora el aliento que le da en cada cosa que hace. «Ella me anima con detalles del tipo “haz este frasco más grande”, “esta fórmula me gusta”..., mientras que mi padre mira más los números». Eso no quita para que, en casa, le exigieran dedicación y esfuerzo: «No fui buena estudiante», reconoce. «No tenía paciencia... era más práctica. En cambio, me gustaba mucho ir a la oficina de mi padre, estar ahí escuchando y aprendiendo. ¿Que me arrepiento en algunas ocasiones de no haber estudiado más? Pues sí. Pero, al final, he hecho lo que quería», zanja.

MÁS QUE NUNCA

El curioso nombre de su marca, Masqmai, surgió hace siete años de una frase habitual entre Alice y su marido. De un «(Te quiero) más que nunca» –en italiano, più che mai– nació este acrónimo italo-español que le recuerda que en este viaje no está sola. «Álvaro me ha ayudado muchísimo, sobre todo a creer en mí», confiesa. «Nunca ha dudado de mi potencial y desde el primer instante me dijo: “Te voy a apoyar en todo”. Confío en él porque es una persona muy leal, y me lo ha demostrado en estos años».

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Foto: Darío Aranyo
Cazadora de plumas, camisa fluida, pantalón de pinzas y zapatos, todo de Philosophy.

Hoy, algunas lecciones de los negocios también las aplica en su ámbito personal: «He aprendido que, en la vida, hay cosas que no puedes controlar, pero sí puedes dar lo mejor de ti y luchar por lo que quieres». Alice habla de emprendimiento, pero no se puede obviar que, en su caso, estas palabras también abarcan las recientes idas y venidas de su matrimonio con el futbolista Álvaro Morata, padre de sus cuatro hijos: los mellizos Alessandro y Leonardo, de seis años; Edoardo, de cuatro; y la pequeña Bella, de dos.

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Foto: Darío Aranyo
Sobrecamisa ‘denim’ de Dsquared2 y ‘culotte’ de Max Mara.

El pasado año, una crisis entre la pareja con separación temporal –que acabó en una feliz reconciliación– les sometió a infinidad de comentarios y análisis mediáticos. Alice no elude hablar de ello: «Fue un periodo difícil, que me puso a prueba. Cuando te enfrentas a algo así sufres mucho, pero también descubres una parte de ti que desconocías. Me siento muy orgullosa de cómo lo he llevado, sobre todo con mis hijos, y de cómo he reaccionado. Creo que ahora soy una persona más segura». Dicho esto, relata algunos momentos especialmente delicados o reveladores: «Los niños, sin saber bien lo que estaba sucediendo, me decían cosas como “mami, tú eres muy fuerte” o “papá y tú os queréis mucho”. Yo trataba de explicarles la situación diciéndoles que ellos también se pelean a veces, pero que se quieren muchísimo. Y cuando todo se volvió tan surrealista, con tantas mentiras y exageraciones, entendí que no podía ejercer el control absoluto. Sé quién soy y lo que tengo con Álvaro. Y eso es lo único que importa», suspira. Pero rubrica la frase con un aprendizaje mayor: «Sin duda, esto me ha hecho madurar mucho y ver la vida de otra manera».

"Cometo errores, como todo el mundo, pero no tengo nada que esconder"

Esa sobreexposición a la que se vio sometida tampoco le quita el sueño. Alice, con 3,7 millones de seguidores en Instagram, explica así su relación con las redes sociales: «Subo fotos como si sólo me vieran cien personas. No pienso en si gustarán o no. Me da igual. Cometo errores, como todo el mundo, pero no tengo nada que esconder. No hay una planificación ni una estrategia detrás. Mi trabajo es importante, aunque no es lo primordial en mi existencia», asegura confiada. Ese rasgo de su carácter es, probablemente, una de sus mejores bazas, una herramienta para sobrellevar lo que le echen. Y explica el origen de esta virtud: «Tiene mucho que ver con la forma en que te educan en casa, aunque también tengo mis inseguridades. Pero lo que me hace sentir segura es que lo doy todo cuando algo realmente me importa, y con las personas a las que quiero, con mi familia».

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Foto: Darío Aranyo
Traje de chaqueta con bermudas y blusa, todo de Michael Kors.

VIVIR CON PASIÓN

La empresaria confiesa que uno de sus mayores logros ha sido poder equilibrar su trabajo con la vida personal. Una vida intensa que comenzó siendo muy joven: «Conocí a mi marido en Italia y a los ocho meses de estar juntos me pidió matrimonio. Yo tenía 21 años...», recuerda. Casi una década después, con cuatro hijos y una empresa a su cargo, echa la vista atrás no sin cierta sorpresa: «A veces siento que hice muchas cosas con la inocencia de esa edad. Pero es que cuando me encontré con Álvaro fue un amor tan grande que sólo pensé: “Lo quiero todo contigo”. ¡Imagínate mis padres!», dice soltando una carcajada. «Él llamó a mi padre para pedirle permiso para casarnos. Y cuando le pregunté qué le había respondido, me dijo: “Da igual lo que dijera. Os veo muy felices y eso es lo principal. Y si os equivocáis, pues será un aprendizaje para tu vida y tu futuro”. Y si echo la vista atrás, no cambiaría nada de lo vivido, porque me ha hecho ser quien soy».

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Foto: Darío Aranyo
Sobrecamisa ‘denim’ de Dsquared2.
"Cuando me encontré con Álvaro fue un amor tan grande que sólo pensé: Lo quiero todo contigo”

La persona que Alice es hoy sigue siendo curiosa: «Una de mis mejores amigas es médico estética y paso horas hablando con ella de todo lo relacionado con el trabajo, ¡casi podría haberme sacado una carrera!», bromea. Sigue siendo leal: «Conservo amistades de toda la vida. Siempre intento verlas. Conocen mi esencia, mi pasado, mi todo. Y son supervaliosas para mí». Y continúa determinada: «Merece la pena luchar por lo que deseas. Si un día las cosas van mal, al menos lo has intentado».

Así que aquella muchachita que por un grano podía montar un drama, ahora, por fin, es una mujer satisfecha. Y, por cierto, con un cutis perfecto.