Una fría mañana, una nube de personas se arremolinan a las puertas del Café Comercial de Madrid. ¿El motivo? Una singular reunión de amigos que ha captado la atención de los transeúntes: los actores Javier Rey, Álvaro Morte, Quim Gutiérrez y Juan Diego Botto, junto al director de cine Julio Medem, son excusa más que suficiente para detenerse y comentar.
El encuentro, propiciado por ELLE, ha surgido al tenor de dos estrenos de cine. La nueva película de Medem, 8, protagonizada por Javier Rey y Ana Rujas –y en la que también participa Morte– y la última comedia de Borja Cobeaga, Los aitas, que ha reunido entre el plantel protagonista a Botto y Gutiérrez. Con todos ellos hablamos de mujeres y paternidades, de cine y de la huella que les ha dejado la realidad y la ficción.
JAVIER REY
Actor. Protagonista de 8, de Julio Medem
«Yo vengo de Noia, de la Ría Baja más alta en la costa gallega, y allí las mujeres son fuertes, bravas, trabajadoras. Han hecho de mamás y de papás, han sido educadoras, economistas, marisqueiras, psicólogas... Han hecho de todo», cuenta Javier Rey. «Esa es la primera imagen que yo tengo de ellas, llevando berberechos y haciendo muchas cosas que no les tocaban, porque normalmente ellos tenían que irse fuera». El actor apela a la tierra que le vio nacer para explicar cómo ha sido su imaginario femenino. «Siempre me ha gustado esa fortaleza que tenían para tirar hacia delante. He aprendido mucho de todas las mujeres poderosas e inteligentes que me han rodeado».
Luego confiesa que, al salir de casa, pensaba que el mundo era como él lo había conocido. Lo que no quita para que aplauda un cierto revisionismo, necesario para muchos hombres todavía anclados en el pasado: «Considero que mirarse dentro y ver las cosas con otra perspectiva forma parte del momento en el que vivimos, y resulta sano y bueno. Hay que saber el hombre que uno es y cómo se relaciona con las mujeres de su entorno».
Afortunadamente, ser actor es una profesión que –tanto a él como a sus colegas– obliga a ponerse siempre en la piel del otro. Y ahora, gracias a su papel en la nueva película de Julio Medem, 8, ha podido cumplir casi un sueño: proyectarse en el futuro. «Julio me ha hecho un regalo increíble que sé que no voy a volver a tener jamás, que es contar una historia a través de un personaje desde que nace hasta que muere: me he visto con 60 y con 90 años», pero no se refiere sólo a la magia del maquillaje, sino a todo el recorrido emocional que implica. En la cinta, que narra la relación entre su personaje, Octavio, y Adela (interpretada por Ana Rujas), se suceden ocho planos secuencia en distintos momentos de sus vidas. Un ejercicio que le ha permitido «reconocerse» en sus mayores. «Cuando estaba caracterizado, hablaba con mi familia por videollamada y me encontraban parecidos con mi padre o mis tíos, ha sido impresionante», cuenta emocionado.
Y sobre su experiencia con el director, se deshace en halagos: «Es muy bonito ver ese mundo a través de la mirada de Julio, y cómo él es capaz de expresar algo que resulta muy difícil de resumir en palabras, porque en algunos momentos es casi poesía visual. Ser partícipe de todo esto, no ya como parte de la película, sino como amante del cine, ha sido una experiencia preciosa, la verdad».
QUIM GUTIÉRREZ
Actor y coprotagonista de Los aitas, de Borja Cobeaga
Cuando cayó el muro de Berlín, en 1989, Quim Gutiérrez tenía 8 años y acababa de regresar a España con su familia tras vivir un año en Seattle, Estados Unidos. Aquella simbólica fecha, que marcó el paso a una nueva era en Europa, hoy es el telón de fondo de la nueva película de Borja Cobeaga: Los aitas. En esta comedia que da cuenta del inesperado viaje de unos padres con sus hijas a un campeonato de gimnasia en Alemania, Quim interpreta a uno de aquellos hombres que apenas sabían nada de la paternidad –al menos como la entendemos hoy–: «Los personajes están en las antípodas de la paternidad, no se enteran mucho de la importancia que tiene relacionarse con sus hijas ni del beneficio afectivo que les puede deparar, porque les coge desprevenidos, pero ilustra muy bien la vida de muchos señores de la época: que se levantaban muy pronto, iban a la fábrica o al bar, se tomaban un carajillo, pasaban allí horas y volvían a casa cuando los niños ya estaban dormidos», señala el actor.
Aquel contexto, afortunadamente, ha cambiado. Gracias, también en parte, al cine como espacio para la reflexión, y a un nuevo relato sobre la corresponsabilidad familiar que va calando cada vez más. Quim, padre de dos niños pequeños, apunta que en la crianza también conviene considerar lo que él llama «los pormenores», y pone ejemplos: «No se trata únicamente de colaborar en casa, como se llamaba a hacer cosas por tus hijos o llevarlos a un sitio, sino de tener en cuenta otros asuntos: saber qué les gusta, cuándo tienen una visita al médico, que es el cumpleaños de no sé qué niño de la clase... Hay algo de esa atención aparentemente menor que durante mucho tiempo ha sido, y aún sigue siendo, prácticamente labor exclusiva de nuestras madres o nuestras abuelas. En este sentido, hay algo de esa obligación que yo personalmente he aprendido, y creo que es el siguiente punto en el que los hombres debemos mejorar».
Y en lo que a conciliación se refiere, pone como ejemplo a una mujer, la artista británica Phyllida Barlow: «Aparte de que ya me gustaba lo que hacía, ella ha hablado mucho de su periplo profesional y personal como madre. Cuando eres padre y te gusta ejercer, en muchas ocasiones te planteas cómo eso afecta al tiempo real que tienes para dedicar a tu profesión y a la educación de tus hijos. Su ejemplo me resulta inspirador por cómo supo combinar siempre esas dos facetas».
JUAN DIEGO BOTTO
Actor, director, productor y coprotagonista de Los aitas, de Borja Cobeaga
«Nuestros personajes en Los aitas poco parecen haber aprendido de las mujeres» –cuenta divertido Juan Diego, otro de los protagonistas de la cinta de Cobeaga–, «pero de quienes sí aprenden en todo este viaje de la película es de sus hijas». El actor, que en este film vuelve a ofrecer una faceta cómica muy favorecedora, habla serio cuando piensa en aquellos años donde los hombres pintaban poco en cuestiones de crianza. «En esos tiempos, ese era un espacio reservado exclusivamente a las mujeres, donde ellos no entraban. Pero a lo largo de esta historia van descubriendo el placer de conocer, de cuidar, de recibir y dar ese afecto a sus hijas. Y es mucho lo que asimilan de algo que hoy parece que está muy asumido, que es la corresponsabilidad, pero que no se dio siempre», advierte.
La vida de este intérprete ha estado marcada por una fuerte presencia femenina. «Yo crecí sin padre, porque la dictadura argentina nos lo arrebató, con lo cual todo el conocimiento que tengo del mundo fue a través de mi madre, que no sólo es mi madre, sino mi maestra: ella nos inculcó el amor al arte, al teatro, a la interpretación. Y también la capacidad de luchar y de seguir para adelante», reconoce. «E imagino que todos, especialmente cuando vamos creciendo y empezamos a ser padres, reconocemos esa deuda y esa gratitud que tenemos con quienes nos criaron y nos cuidaron».
Botto es conocido por su compromiso con numerosas causas sociales, y una de ellas, por supuesto, pasa por la igualdad: «Creo que el feminismo aporta mucho en todos los ámbitos: no únicamente es bueno para las mujeres, también lo es para los hombres. Y, como efecto secundario y en general, al hombre le obliga a pensar en cosas tan aparentemente obvias como “No te pierdas el placer de conocer una serie de aspectos de la vida que sentías que estaban velados para ti y que son maravillosos”», dice a propósito de su nuevo trabajo. Y hablar de cosas serias en clave de humor también le ha permitido jugar en un terreno en el que actualmente se encuentra muy cómodo: «A nadie se le escapa que esta narración sigue vigente hoy en muchos casos. Y esta cinta bien podría haber sido un drama, pero pienso que es un buen momento para ser reflexivo y darle la vuelta a las cosas. Además, Borja (Cobeaga) tiene una visión de la vida muy irónica, muy líquida y divertida. El feminismo, insisto, nos beneficia a todos».
ÁLVARO MORTE
Actor, participa en 8, de Julio Medem
«Mi madre, con 83 años, todavía a día de hoy me sigue preguntando cuando voy a visitarla: “¿Qué quieres que te haga de cena?”», cuenta Álvaro Morte. A lo que él siempre le contesta lo mismo: «No, mamá, ¿qué quieres que te haga yo a ti?». Esa reveladora y generosa respuesta da cuenta de cómo, afortunadamente, muchos hombres como él han dado paso a una nueva manera de entender el universo femenino. El actor, que actualmente rueda la adaptación de la novela de Javier Cercas Anatomía de un instante, este mes estrena la nueva película de Julio Medem, 8, donde encarna a un personaje conservador y autoritario del estilo «de los de antes». «Buena parte de mis últimos papeles han sido mucho más amables, pero aquí me apetecía mucho ponerme en otro lugar menos heroico», confiesa.
Esta colaboración también le hace reflexionar sobre el reparto de roles en la sociedad moderna: «Yo aprendo muchísimo de las mujeres de mi entorno, de mi equipo, de mi mujer, de mi hija, que tiene diez años y me enseña cada día. A mí, estar rodeado de mujeres me allana el camino y me hace ver la vida en general desde una perspectiva más luminosa». Pero sin querer caer únicamente en tópicos, como la bondad o la empatía, asociados al género femenino, añade más: «Y por supuesto, valoro tremendamente su coraje y su arrojo».
Sin embargo, es perfectamente consciente de que las mujeres cargamos con un peso histórico y cultural a veces difícil de cambiar: «Recuerdo con mucho cariño a mis abuelas, mujeres maravillosas que creaban un hogar lleno de amor, respeto y calidez, un lugar al que siempre querías volver. Pero en una ocasión, visitando a mi abuela paterna en un pueblo de Murcia, decidí lavar mi plato después de comer. Ella, sorprendida, me dijo que eso no era cosa de hombres, sino de mujeres. Aquello me impactó, pues en mi casa había recibido una educación muy diferente, aunque me hizo ser consciente del machismo tan arraigado en el pasado. Por eso creo que es nuestra responsabilidad instruir a las nuevas generaciones sobre feminismo e igualdad, para construir un futuro más justo».
JULIO MEDEM
Director de 8.
«Soy un hombre muy marcado por las mujeres, mucho, muchísimo», remarca Julio Medem, y el director enumera algunas de sus películas más emblemáticas, con miradas muy femeninas: desde Lucía y el sexo a Ma ma, pasando por Caótica Ana o Habitación en Roma. Todo eso sin contar con que hace unos años se sintió tan fascinado por la figura de Aspasia de Mileto, que acabó relatando en una novela de 800 páginas la vida de esta fascinante mujer en la Grecia clásica.
Así que, ahora, cuando está a punto de ver nacer el que será su undécimo largometraje, 8, abunda sobre este mágico proceso con una reveladora metáfora: «Yo soy padre de tres hijos, pero madre de 11 películas, y, además, no sé por qué razón, a todas las considero en femenino. Como creador, me siento mujer en el sentido de que soy madre de cada una, porque primero las tengo dentro, las gesto. Ese proceso lo conozco muy bien. Y, luego, cuando aparecen ante el público, nacen y las mantengo con un amor también muy maternal».
En su nuevo film, también recupera algunos otros motivos recurrentes en su cinematografía, un poético juego de azar que esta vez se ha transformado en un bucle infinito: un simbólico 8 perfecto: «Es una historia en la que las vidas de dos personas están conectadas sin que ellos lo sepan. Y transcurre en ocho capítulos durante los 90 años de vida de Octavio y Adela, los protagonistas», adelanta. Pero la cinta también da cuenta de ocho épocas decisivas de la reciente historia de España –«más como telón de fondo que con intención política», aclara. Y, como en toda buena historia de amor, también existe el perdón porque, según él, «para amar, hay que saber perdonar».