«P**** catalanes». El exabrupto lo suelta Pilar –Anna Castillo (Barcelona, 1993)– en el primer capítulo, al poco de empezar la serie Su Majestad, que se estrena el 27 de febrero (Prime Video). Fuerte. Lo exclama agazapada en un urinario del campo de fútbol que acoge la final de la Copa del Rey entre el Girona y el Barcelona. No quiere salir y enfrentarse a abucheos, pitos... «Lo primero que hice fue mandarle un whatsapp a mis padres diciéndoles: “Os tengo que advertir que digo p**** catalanes, pero de verdad que es en tono de humor”. Y les pareció bien... Soy orgullosamente catalana». Es ficción. ¿Un monarca que atesora un puñado de dinero en paraísos fiscales? ¿Un rey que se larga de su país y deja a su hija al mando? Venga, eso no se lo cree nadie. «Tanto Borja Cobeaga como Diego San José (creadores y guionistas de la producción) han querido mojarse en la sátira y en la parte más irreverente. Me parece que es valiente, arriesgado y divertido». La actriz se sienta en el butacón giratorio del cubículo destinado al maquillaje y tal. Un enorme espejo nos mira.
¿Te gustaría amasar el poder que ejerces en Su Majestad?
Cierras periódicos, controlas a todo el mundo... Pues igual con algún mal titular me hubiera gustado... Pero no, el poder conlleva mucha responsabilidad. Está genial, aunque hasta cierto punto, que si no la lías.
Acabamos de estrenar año. ¿Algún deseo para el 2025?
Nunca tengo propósitos, y si me los planteo, siempre son los mismos: cuidarme más, hacer más deporte... Las cosas que pensamos todos, y que nunca cumplo, la verdad.
El pasado octubre celebraste los 31. ¿Algo de esa leyenda que sobreviene al traspasar la treintena?
Sí, he tenido la crisis. El paso del tiempo me asusta. No lo puedo evitar. Eso que nos dicen de «tú tienes toda la vida por delante, puedes hacer lo que quieras». Esa posibilidad extrema... Al llegar a los 30, sientes que ya no todo vale, las oportunidades se van acortando. Me produce vértigo.
¿Cuáles son tus mayores temores?
Me da miedo la culpa, porque cuando se instala es muy difícil de gestionar. Me horroriza lo que está pasando con la vivienda, la situación para la gente joven es terrible. No estar haciendo lo suficiente para que las cosas mejoren me asusta, por si luego me siento culpable.
Igual eso te viene de haber estudiado en un cole salesiano...
¿Un estigma? Puede ser, por la religión. Pero fui muy feliz durante esos años. No soy católica, y seguramente a mis hijos no los llevaría a un centro así.
A los siete años comienzas a recibir formación artística. ¿Eras de las que bailabas en los combos familiares?
Veía mucho Lluvia de estrellas. Y cuando había reunión familiar, decía: «Vale, yo canto y vosotros lloráis», porque es lo que pasaba en ese programa. Me encantaba. Y desde pequeña he disfrutado mucho viendo películas, ficción, es algo que desde siempre se me ha agarrado mucho a la tripa. Salí rara. Mis padres eran de clase media rasa, procedo de una familia muy humilde. No tenía nada que ver con esto del mundo artístico.
Goya a Actriz Revelación por El olivo en 2007, premio Feroz a Mejor Actriz de Reparto por Viaje al cuarto de una madre, nominada a los Goya por La llamada y Girasoles silvestres... No se te ha dado nada mal. ¿Qué te engancha de la interpretación?
Lo que más me atrapa y me vuelve loca de un rodaje es el momento que va desde que gritan «¡acción!» hasta el «¡corten!». Todo lo demás me resulta tedioso y cansado. Sin embargo, cuando estás conectada de verdad, entonces desapareces. Es como una droga, eres otra persona.
¿Qué tal te llevas con los premios y el éxito?
Me voy haciendo mayor y me doy cuenta de que todo es muy subjetivo. Nunca he sentido que los galardones significaran nada más allá de que la gente te avala, confía en ti y te reconoce. Es una caricia y ya.
Y de ego, ¿cómo andamos?
Mal, como todos... No creo que el ego sea algo que me ponga la zancadilla. Cuando te asalta, puedes tomar malas decisiones, o hacerte mucho daño, o puedes fustigarte o envenenarte. Diría que lo llevo bien, aunque está ahí, es como un bichito que duerme, pero que cuando se despierta puede ser muy peligroso.
Retomo el éxito. Lo has tenido y lo tendrás: ¿qué es para ti?
No sé si es el éxito o es la felicidad... Cuando te dices: «Estoy haciendo lo que quiero hacer. Soy como quiero ser, estoy con quien quiero estar y en el lugar correcto». Eso me provoca mucha alegría. Es como estar en coherencia con lo que sientes y lo que haces. Irte a dormir tranquila.
Durante la sesión de fotos, te he escuchado decir que has adquirido fuerza con los años...
Sí, en tener la confianza y seguridad de poder decir lo que siento, lo que pienso, de poner límites... No es ni siquiera alzar la voz, es un estado de confianza en mí misma y en mi criterio para ser honesta y expresar aquello que necesito.
Y cuando te sientes vulnerable...
Cada vez lo soy más. Es algo que estoy trabajando, porque de adolescente era muy chula, siempre lo he sido. Y eso es una capa de protección, una coraza. Hay que aprender a mostrarte frágil, a pedir ayuda, ser incoherente, porque todos lo somos y no pasa nada... Si no acabas convirtiéndote en un idiota, básicamente (carcajadas).
Más fuerte, más vulnerable, ¿y presionada? ¿Qué te abruma?
Esa cosa de la fachada, de ser muy simpática todo el rato. Hay días que lo consigo y otros, menos. Normalmente, me sale bastante natural. Pero a veces he percibido esa sensación de sentirme muy agobiada cuando mucha gente te dice cosas buenas de tu trabajo, cuando de repente hablan mucho de una interpretación y todo el mundo te viene a preguntar... Se me agarrota la cabeza.
¿Vamos servidos de amor propio?
Qué remedio... Es una de las cosas que mi madre desde muy pequeña me dijo, y que me caló: «Si tú no te quieres, no te quiere nadie». Empieza por ti, porque si no...
Imagínate que quiero tu amistad: ¿cómo debo ser?
Divertido. Que te apasione comer. Valoro mucho la transparencia, que alguien sea capaz de mostrarse vulnerable conmigo para yo poder serlo con esa persona. Me gusta la honestidad, que la gente pueda entrar en conflicto, y estar a un nivel parecido de entrega. Yo soy una amiga bastante comprometida, y me gusta sentirme correspondida, igual que en el amor. Siento que mis relaciones cada vez son más sanas, quizás es porque yo lo soy también, ¿eh?
Hablamos de relaciones. Del 1 al 10, ¿cuánto de harta estás de que te pregunten por la bisexualidad?
Pues fíjate que por mi bisexualidad no me importa tanto como que lo hagan por mi vida privada; no me siento tan molesta, porque me parece que es importante visibilizarla. Soy bisexual orgullosa.
¿Qué significan para ti las relaciones abiertas?
No lo sé. Nadie me ha enseñado nada de esto. Entiendo que serán como cada pareja considere. Yo no las tengo, porque no sé establecer las bases, no sé cómo funcionan, y estoy muy a favor de ellas, pero no las practico.
Hay causas por las que sigues luchando...
Por supuesto. Todo lo que tenga que ver con el feminismo, el colectivo LGTBI, el maltrato animal... Ahí sí me siento con voz y con ganas de combatir.
¿Te meten mucha caña por estas posturas que apoyas?
No. Siempre que me mojo me llueven comentarios, pero tengo a muchísima gente bloqueada en Instagram, a aquellos que me faltan al respeto o atentan contra mis derechos.
Anna, estamos llegando al final de esta entrevista y apenas hemos comentado nada de tu papel en Su Majestad...
Me encanta el personaje de Pilar... Llevo con este proyecto desde hace muchos años, porque la primera vez que me comentaron que querían rodarlo fue en 2019, y luego la cosa se pospuso. Nunca había interpretado a alguien que fuera famoso, y eso me resultaba extraño. Me parecía gracioso pero a la vez me daba cierto pudor. Ella tiene algo de vaguería, que es una palabra que usé mucho a la hora de trabajar el personaje. Es superficial, chula, frívola, vive en una burbuja y no es consciente de su privilegio. Pero va aprendiendo, y eso me gusta.
Bendita vaguería y pereza, ¿no crees?
Claro. Esta manía que tenemos de estar todo el día produciendo al final es un timo. La pereza es a veces necesaria.