Dicen que El Grinch tiene el corazón dos veces más pequeño de lo normal y aunque yo no he ido a ningún cardiólogo para que así lo certifique, estoy convencida de que el mío también tiene un tamaño limitado. Por eso, las Navidades me dan auténtico pavor. Por eso y porque reúnen todos las cosas que me aterran: comer en público, la familia, las preguntas sobre la soltería perenne y los dulces (soy diabética, aclaro). Los villancicos funcionan por ello como una gasolina sonora que alimenta mis miedos, y quizás me animaría a cantarlos para ver si me levantan el ánimo si no fuera porque mi voz es ciertamente lamentable.

"Mi familia preferiría que tuviera que confesar un crimen que decir que un año más, sigo soltera"

Este año la vida me ha regalado (si estuviera diciendo esto en alto, notaríais muchísima ironía en el tono de mi voz) una boda pre Navidad en la que he podido ensayar lo que pasa en esas cenas que tanto me aterran: he tenido que responder a la recurrente pregunta de si tengo pareja. Noto que mis familiares se ponen nerviosos cuando alguien intenta indagar en mi vida sentimental: estoy convencida de que preferirían que tuviera que confesar un crimen que decir que un año más, sigo soltera. En realidad, yo también preferiría confesar un sienten que no fuera el de esta torpeza a la hora de elegir pretendientes, pero dejemos este asunto para otro día…

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Imagen de ’Nuestro secretito’.

Lo que no saben mis familiares, porque les intento ahorrar disgustos, es que llevo tres años consecutivos terminando “casi relaciones” justo en estas fechas, por lo que responder a esa pregunta es especialmente hiriente. “Al juntarnos en comidas a las que quizá acudimos por compromiso familiar, por evitar disputas con nuestros más allegados o por respeto ante los más mayores, es muy importante comprender que, en el caso de escuchar esa crítica, prejuicio, sarcasmo o ironía respecto a nuestra soltería, entendamos que hablan desde su realidad teñida de una época que ya no existe. Como si pusiéramos un espejo entre esa persona y nosotros”, advierte Alicia González, psicóloga especialista en relaciones.

"Amaia, a sus 25 años, ha encontrado al amor de su vida: yo sigo sin encontrar la llave del buzón"

Hay veces que pienso que tal vez tenga que dejar de pedir a Papá Noel bolsos o una nómina y pedir en su lugar una pareja, pero qué queréis que os diga: me pueden los bolsitos y en realidad, mis intentos de tener relaciones me están saliendo caras. Sí: hablo de botox y de terapia. Amaia Romero, a sus 25 años, asegura haber encontrado al amor de su vida y yo sigo sin encontrar la llave del buzón, motivo por el cual hay dentro más publicidad (y multas, para qué negarlo) que postales. Siento que no hay sesiones suficientes para tratar este salpicón emocional que yo misma cocino cada año.

Hablando de cocinar, dejemos paso ahora a mis dramas con la comida. Como soy diabética desde hace un número indecente de años, tengo tanto miedo a comer como a la pana. Sí: ese tejido me aterra. Como tengo que medir los hidratos de carbono constantemente y llevo en el brazo un sensor de glucosa, que mide cualquier alteración de azúcar cada minuto (a través de una aplicación, eres consciente cada 60 segundos de lo mal responde tu cuerpo a cualquier bocado), comer ha dejado para mí de ser divertido, porque se ha transformado en una interminable operación de cálculo… Y yo soy muy de letras. Que conste que no estoy diciendo que esto le ocurra a todos los diabéticos, sino a mí, que sin duda padezco el denominado burnout diabético que me empuja a pensar más en mi difunto páncreas que en las rebajas que están por llegar en TheOutnet.

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Y como comprenderéis, los postres navideños no son precisamente los que pueda tomar alguien cuyo páncreas tiene la utilidad del bolso Microscopic de MSCHF, que mide como un grano de sal. Desconozco cuánto mide mi páncreas, pero el espacio que ocupa es inútil. Por eso, cada vez que veo a alguien comer un polvorón -que me parece un regalo de los Dioses- o turrón -que me parece el postre más delicioso del mundo- no pienso en una noche de paz ni de amor, sino en una velada de hipoglucemias concatenadas.

"En las cenas de Navidad, las infidelidades se disparan... Y soy autónoma, y por ende, cornuda"

Tampoco querría dejar de señalar que en estas fechas la gente tiene cenas de empresa, pero como autónoma (lo tengo todo, ¿eh?), la persona con la que tengo más contacto en mi día a día es quien me sirve el café que pido cada mañana para sentir que no vivo en una isla desierta. Por si fuera poco, cuando he tenido pareja (sí, ha ocurrido alguna vez, por lo que hay esperanza para todas), viene a mi mente un interesante a la par que inquietante estudio que indica que en las cenas de Navidad, las infidelidades se disparan. Porque a no ser que tenga una aventura con el repartidor… ¿Qué voy a hacer yo mientras tengo miedo de que mi pareja esté coqueteando con Encarni, de contabilidad? Una no quiere ser infiel pero por favor, al menos que me dejen tontear un poco… ¿No? Igual es más fácil que pida eso a Papá Noel y me olvide de los de las relaciones, porque hay que recordar que Santa Claus no es la Virgen de Lourdes y tiene un poder de acción limitado.

Somos muchos quienes padecemos lo que se denomina “depresión blanca”, que es la tristeza que a tantas personas nos asalta al llegar la Navidad, pero me niego a que cada año, cuando tanta gente está feliz, tantos otros estemos tristísimos. Por eso, este año he decidido cambiar las cosas.

Como decía Lola Flores, “por un día, no pasa nada”
  1. Cuando alguien me pregunte si tengo pareja en una cena navideña, propondré que todos los comensales me enseñen las redes sociales de sus amigos y amigas sin pareja para que intentamos que consiga algún match. Porque si en esa cena no voy a disfrutar de la comida, que al menos salga de ahí con un par de contactos nuevos.
  2. Cuando me lamente por no poder comer el 80% de las cosas que hay en la mesa, recordaré que como decía Lola Flores, “por un día, no pasa nada”. Tengo que dejar de controlar tanto lo que como y dejo de comer y aprender a controlar en su lugar mis facturas, porque ahí sí que se está gestando un drama cada mes al que poca atención estoy prestando.
  3. Si cojo algún kilo esta Navidad, prometo no desquiciarme, porque si algo pretendo este 2025 es tener una relación algo más saludable con la comida. Recordadme esto cuando el día 8 de enero no me cierren los pantalones, por favor.
  4. Prometo seguir negándome a cantar villancicos ni absolutamente nada, pues esto es lo único bueno que puedo hacer por el mundo. Eso y no ser madre, claro…
  5. No quiero dejar de incluir en este listado un agradecimiento a mis compañeras de Elle por dejarme no sólo escribir temas que me parecen interesantes, sino opinar, algo que no siempre es fácil en este mundillo.
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Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.

Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.

Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.