Hace tiempo que Verónica Echegui (Madrid, 1983) y Alba Galocha (Santiago de Compostela, 1990) se demostraron ser capaces de todo. Y de más incluso. La curiosidad bulle en ellas y se desborda a través de una mirada que identifica cada emoción. En ellas habita la euforia calmada, un don tan escaso como contagioso. La última prueba de sus capacidades para el rompe y rasga se puede ver en Justicia Artificial (13 de septiembre). Un thriller político, lleno de suspense y cuestionamientos éticos, que promete llevarnos al límite de nuestras creencias sobre la tecnología y la moralidad con la siguiente pregunta: ¿podría la sociedad española disfrutar de un procedimiento mecanizado y, aparentemente, racional, justo y ordenado por medio de la Inteligencia Artificial? Verónica, en el papel de Carmen Costa, una juez joven y aguerrida, y Alba, como Alicia Kóvack, la creadora de este software con el que intenta democratizar la justicia, reflexionan sobre esta cuestión y otras incógnitas.
¿Qué haríais vosotras si se planteara ese dilema?
Verónica Echegui: Me parece un tema muy rico y complejo. Antes de nada, lo que hay que hacer es mejorar el sistema judicial, reformarlo, revertir la carencia de personal y de medios. Hacen falta más recursos para agilizarlo todo. Los juzgados están sobrecargados, no se destina suficiente presupuesto. La justicia humana es muy capaz y podría ser muy eficaz si contara con recursos. La pregunta que yo me hago es: ¿qué cambios podemos obrar para mejorar nosotros y disfrutar de una mayor calidad de vida?
Alba Galocha: Y no implica que la solución sea digitalizar completamente, pues nos llevaría a una simplificación del debate. Queremos todo inmediato y resoluto, aquí y ahora. ¿Por qué no hay suficientes medios para tener una buena justicia? ¿De dónde viene ese problema? Al final el origen siempre es la política. ¿Dónde se invierte y por qué? Pues en una máquina que me solucione lo más rápido posible.
¿Diríais que la IA, o Inteligencia Artificial, es tal vez la mayor revolución del siglo XXI?
Alba: Sí, aunque en última instancia, para mí, esto no es una historia sobre la tecnología, sino sobre la humanidad. Sobre cómo nos va a afectar a todos. La irrupción de la IA está provocando un debate que no habíamos presenciado desde que Internet entró en nuestras vidas. El cambio siempre asusta. Por supuesto que hay herramientas de este sistema que facilitan muchas cosas, el problema es cuando la avaricia rompe el saco y el poder lo tienen cuatro pirados que terminarán con el mundo. Todo depende de una balanza, y ahora está estropeada.
Verónica: Siempre estaré de acuerdo en que la máquina esté al servicio del hombre, pero no al revés. Que sea para nuestro propio beneficio, no para que estemos esclavizados. ¿Qué va a conseguir una inteligencia artificial que no haya logrado la natural?
Alba: Si lo piensas bien, el nombre en sí ya es fuerte: artificial, es decir, falsa. Escoges la mentira por encima de lo humano. ¿Por qué tenemos ese afán de automatizar todo aspecto de una sociedad cada vez más individualista? Poner el foco en la tecnología más que en resolver los problemas emocionales que tenemos resulta contraproducente.
¿Podrían las máquinas reconsiderar un juicio teniendo en cuenta el peso de la sociedad?
Verónica: Mientras que la IA se alimenta de datos del pasado, los jueces respiran la evolución del tiempo, de los valores, de la cultura. Hay situaciones en las que la tecnología no podría haber captado la presión de la calle. Hace años había conductas que no se consideraban injustas.
Alba: Crees que usas un servicio, pero te están usando a ti. Absorben todo lo que piensas y es automático. No son una conciencia, no tienen una conexión con la realidad.
Verónica: Al final, los seres humanos somos los generadores de nuestras propias miserias. La IA no deja de ser una creación del hombre. Es propiedad nuestra, esa dicotomía entre la luz y la oscuridad. Lo inventa el ser humano para mejorar su existencia, pero luego está el ego y ahí no existe ningún tipo de control. La decisión de si alguien es inocente o culpable tiene que pasar por supervisión humana.
¿Os provoca cierto miedo sus peligros?
Alba: Estoy preocupada por algunas estrategias de las empresas y por la centralización del poder. Las principales tecnológicas son americanas o chinas. Son firmas gigantescas con más peso que muchos estados del mundo. Toman decisiones que nos afectan a todos en nuestro día a día y que ordenan nuestras vidas.
Verónica: Para que eso no suceda, hay que regular la ética empresarial alrededor de los algoritmos en procesos democráticos, en la posible manipulación de la opinión pública, en cómo garantizar la igualdad de oportunidades, en la no discriminación social... Sin control, puede causar daños irreparables que no seríamos capaces de revertir.
Los algoritmos han heredado muchos sesgos de género establecidos. ¿Podemos confiar en ellos para tomar decisiones que atañen profundamente a la vida de las personas?
Alba: Es muy sencillo: ¿quién programa la IA y desde dónde? En el festival Sónar, fui a una charla en la que se abordaba el futuro inmediato de este software en el ámbito de las artes, la sociedad y las industrias culturales, y contaron que la primera vez que le preguntaron cómo era la imagen de un CEO, contestó que un hombre blanco, gordo y con traje. Lo más probable es que el punto de origen sea patriarcal y fascista. Los datos son la materia prima con la que trabaja, por eso es crucial que el desarrollo de estas tecnologías en auge cuente con una perspectiva de género. Porque el objetivo es que potencie nuestros mejores valores.
Verónica: La mujer está sistemáticamente infrarrepresentada en los modelos de contratación de directivos, porque la IA no dispone prácticamente de casos de éxito femenino. Por eso es importante que los equipos de desarrollo estén compuestos por personas de muchas culturas, orígenes y con distintas visiones.
Meses antes de morir, el gran Stephen Hawking advirtió al mundo: «El desarrollo pleno de la inteligencia artificial puede significar el fin de la raza humana». ¿Cómo de importante es la condición humana a la hora de hacer justicia?
Verónica: Es uno de los debates que la película trata de explorar. La relevancia que posee la capacidad que tenemos de emocionarnos, empatizar, observar, estudiar, comprender e intuir. Establecer una ética y unos principios. Mi personaje, la juez Carmen Costa, realiza un viaje por las partes más humanas y el valor que tienen a la hora de impartir justicia. Para ello me ayudó la magistrada Pura Caaveiro, mi mentora, que trabaja en el Juzgado de Instrucción nº 7 de La Coruña.
Alba: Si no lo haces, de alguna manera estás deshumanizando la sociedad. Necesitamos más comunicación, más contacto, estamos demasiado individualizados, embebidos en nuestras maquinitas (y señala el teléfono móvil) y los casos de soledad aumentan por segundos.
Verónica: Si el padrino de la IA, Geoffrey Hinton, abandonó Google y ahora se dedica a impartir conferencias donde advierte sobre sus peligros, escuchémosle. Las redes sociales, la inteligencia artificial y los algoritmos han creado alrededor de cada uno una burbuja por la que sólo recibes información que secunda y refuerza tus creencias e ideología. Esto es peligroso, porque cada vez de forma más acusada dejamos de escuchar las opiniones de los que piensan diferente a nosotros. Y eso imposibilita que nos pongamos de acuerdo en asuntos básicos y universales.
Como ciudadanos, ¿cómo podemos protegernos?
Alba: Al final, es una herramienta y nos va a obligar a que tengamos todos más sentido común y pensamiento crítico, a reclamar más lo humano en esa conexión emocional. La empatía, la comunicación, esas son las habilidades que nos van a diferenciar.
Verónica: La IA permite volvernos a hacer preguntas como cuáles son los valores que marcan nuestra sociedad, cuáles son los límites de la libertad de expresión o cuáles son los derechos que queremos preservar.
En un mundo dictado por las normas de la tecnología, por los mensajes instantáneos, por los vídeos virales...¿Cómo lográis desconectar vosotras?
Alba: Lo que me mantiene más viva y en la tierra es leer y montar en bici.
Verónica: A mí meditar, estar en la naturaleza, cuidar cuerpo y mente y leer. Suelo visitar con frecuencia el libro Despierta, de Anne Astilleros, me ayuda a desconectar el piloto automático con el que nos solemos mover y recordarme lo que sí importa, el poder creador de vivir desde el corazón.
Si pudierais hacer reflexionar a la gente sobre algo en concreto, ¿en qué os centraríais?
Alba: En lo distraída y enferma que está la sociedad, en cualquier estrato, con respecto al consumo de tabaco, alcohol y bebidas energéticas. Elementos que cambian tu estado anímico para poder sobrevivir, que entiendo que resulta difícil hacerlo en estos tiempos actuales.
Verónica: En dar ejemplo con los cambios que tú hagas.
Para vosotras, el mundo sin arte sería...
Alba: Lo primero que me viene a la cabeza es algo parecido a la sociedad de 1984, de George Orwell.
Verónica: Un lugar gris, oscuro, sin nada.
¿Qué os sorprende más de la vida real?
Verónica: Sin duda alguna, las personas.
Alba: Sí, y nuestra capacidad para evolucionar.