A Montse Mechó la vida la fue llevando por senderos que ella, de niña, nunca se hubiera imaginado que iba explorar. A sus 91 años, puede presumir de haber conquistado la tierra, el mar y el aire a través del salto del trampolín, esquí, natación y el paracaidismo y de haber cumplido su sueño, que no era otro que volar. “El mejor logro que has tenido es cumplir tu sueño, el sueño que has tenido toda tu vida es tu mayor logro. Hay mucha gente que tiene el sueño que nunca logró”, cuenta la catalana, que empezó practicando ballet cuando era apenas una niña, después se inició en la natación, pero ella quería volar más alto.

Los trampolines de las piscinas desde los que se lanzó se le quedaban cortos y fue su hijo, que falleció a los 26 años, el que le hizo descubrir que también podría conquistar el aire e hizo del paracaidismo su pasión. “Empecé a saltar por casualidad cuando iba a cumplir 49 años. Cuando me presenté con mi hijo para saltar, me dijeron: ‘Tú sales, abres los brazos y miras hacia el avión”, relata. Cuando saltó, fue todo todavía mejor de lo que podría haber imaginado. “Cuando vi el mar, una puesta de sol en AmpuriaBrava… Dije: ‘ya me puedo morir, pero no me morí”, bromea.

Saltar, dice, es “como hacer ballet en el aire”. Y tanto le gustó que hizo todo lo posible por, al menos, saltar una vez al día. Se cambió de trabajo, dio clases de natación en un camping y después en el centro de paracaidismo sirviendo paella y pollos. “Pero la cuestión era hacerme un salto cada día”, dice. No le fue nada mal. “Me iba saliendo. Incluso me inventé posiciones como eran las del ballet acuático, o sea, la natación sincronizada en vez de hacerla en el agua, hacerla en el aire”, relata orgullosa.

Una mujer única

Tiene mil anécdotas en su mochila, como la de aquel día que, ni corta ni perezosa, se subió a Baqueira a esquiar y, donde se cruzan dos valles y nace un agua que sale de la nieve, se quitó su mono de esquí y se dio un baño. Se puso a nadar y después se secó al sol. Cuando llegó abajo, donde la esperaba su hijo, él ya sabía que alguien se había puesto a nadar en la nieve. “Seguro que es mi madre”, comentó él cuando se lo contaron. Su hijo decía que Montse es una mujer especial. Y ella mismo admite que lo es.

montse mechó
D.R

No se considera una mujer adelantada a su tiempo, pero sí única, como le dijo una vez Roland Hilfiger, después de animarla a competir en freestyle en Arizona. “Me dijo: ‘tú eres una persona única en el mundo’. Me causó una impresión que me dijeran esto…”. Razón no le faltaba porque no hay nadie que haya empezado a los 49 años de saltar y a los 85 haya dado tantísimos saltos, un total de 936 saltos. Ahí es nada.

Montse salta alto y sonríe alto

Dicen quienes la han visto lanzarse desde un paracaídas que Montse lo hace sonriendo. “Y es porque soy tan feliz allá arriba…”, afirma. Para ella reír es una forma también de enfrentarse a la vida. “Y es que hay que reír”. Además, tiene una teoría: todo, desde arriba, se ve mucho más bonito. “Recuerdo con mis hijos Eduardo y Ignasi, cuando eran pequeños, les decía:’ mira qué nube, mira qué bonita… Si miras hacia abajo siempre ves papeles, porquerías, no ves nada bonito. En cambio, arriba siempre, siempre hay algo. Y más arriba aún hay más”, confiesa con añoranza.

Ahora ha dejado de saltar, pero no se ha alejado del deporte. “Voy con mi marcha nórdica, me voy al Club de Natación Barcelona, que es mi segunda casa, y después tengo que arreglar mi casa y tengo que hacer mis comidas…”, apostilla.

Montse Mechó empezó a saltar con casi 50 años y lo hizo con el mismo ímpetu que el calor del interior de la Tierra impulsa el agua Cabreiroá, que significa Agua que Nace del Magma. Su historia la conocemos a través de Nacer Fuego, un proyecto de Cabreiroá, que recoge historias de personas que, a pesar de estar marcadas por determinadas circunstancias en su vida, han luchado por sus sueños. “No sé si soy un ejemplo de vitalidad, pero soy un ejemplo de supervivencia porque he sobrevivido a tantas cosas”, concluye.

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