Aunque hablamos demasiado mucho, el arte de conversar está cada vez más descuidado. Eso, al menos, señalan muchos autores que han escrito al respecto alegando, en la mayoría de los casos, que son las redes sociales las que nos han convertido en expertos a la hora de poner en marcha monólogos y expresar nuestras opiniones, pero en auténticos necios incapaces de escuchar al otro.

"Estamos más conectados, pero también más solos. Estamos solos en compañía"

“Hoy en día buscamos formas de evitar la conversación. Nos escondemos los unos de los otros a pesar de estar constantemente conectados los unos con los otros. En nuestras pantallas, tenemos la tentación de presentarnos como nos gustaría ser. Por supuesto, cierto grado de actuación forma parte de todo encuentro, en cualquier lugar, pero en internet y con todo el tiempo del mundo, es fácil componer, editar y mejorar a medida que revisamos. Decimos que recurrimos a nuestros teléfonos cuando estamos «aburridos». Y nos aburrimos a menudo porque nos hemos acostumbrado a un flujo constante de conexión, información y entretenimiento. Estamos permanentemente en otra parte. En clase, en la iglesia o en una reunión de trabajo, prestamos atención a lo que nos interesa, y cuando deja de interesarnos, recurrimos a nuestros dispositivos en busca de algo que sí lo haga. En la actualidad, existe una palabra en el diccionario inglés llamada «phubbing». Este término significa mantener el contacto visual mientras se envía un mensaje de texto con el teléfono. Mis estudiantes me dicen que lo hacen constantemente y que les resulta muy fácil”, escribe Sherry Turkle en ‘En defensa de la conversación’. Aunque las redes sociales tendrían que unir a la gente y ayudarles a establecer vínculos, en realidad estamos más conectados, pero más solos, algo que Turkle llama “solos en compañía”.

“La necesidad de hablar y comunicar se debe a que estamos condicionados por las redes sociales"

Dan Lyons, autor de ‘Cállate. El poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante’, habla con ‘Elle’ al respecto. “La necesidad de hablar y comunicar se debe a que estamos condicionados por las redes sociales. Están programadas para programarte y para que veas el máximo de anuncios posible, y para eso te tienen que mantener online cuanto puedan, por lo que hacen que comentes. Quieren entenderte bien y provocarte para hacerte hablar, y con esa finalidad suelen intentar que te enfades. Es decir, estás programado para hablar sobre absolutamente todo. Cuando subes algo y te escriben mucho, te sientes feliz, porque crees tener cosas inteligentes que decir. Es algo adictivo y es difícil bajarse de eso. Y luego esa agitación repercute en tu vida offline", dice Lyons.

Hombres que hablan, mujeres que callan

Cada vez son más quienes temen al silencio. Una buena prueba de ello es el éxito de las playlists de white noise que existen en Spotify. Incluso existen aplicaciones específicas con este tipo de sonidos e infinidad de personas confían en podcast con narrativas pretendidamente monótonas y aburridas para favorecer el sueño. Queremos sonido y ruido, pero no escuchar.

"Los hombres y mujeres dicen el mismo número de palabras al día. En el trabajo, ellos hablan más"

Ante este pavor al silencio, Dan Lyons ahonda también en su libro en las diferencias que el género impone a la hora de hablar y cómo no, de ser interrumpidos. “Aunque los hombres y mujeres dicen el mismo número de palabras al día, en situaciones profesionales, ellos hablan mucho más. Lo interesante es que existe el estereotipo de que las mujeres son más habladoras, pero en realidad los hombres hablan siempre de más. Ese estereotipo es una forma de oprimirlas. Hay un estudio fascinante que habla del sistema de justicia en los EEUU y señala que las mujeres son interrumpidas infinitamente más. Por supuesto, siempre son interrumpidas por los hombres”, explica a ‘Elle’ el autor.

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No es sólo en el ámbito laboral en el que hay desigualdades discursivas, sino que según un estudio puesto en marcha en 2020 por la psicóloga Darmouth Janice McCabe, los estudiantes universitarios hablan 1,6 más veces que las estudiantes. A los hombres se les enseña a imponerse y a buscar el poder mediante la voz. “El mansplaining tiene el mismo propósito que el manspreading (o despatarre masculino en algunos lugares públicos): afirmar el dominio ocupando más espacio”, escribe Lyons. Asegura que antes de que el libro saliera, fue publicando aspectos analizados en él en su perfil de LinkedIn, donde ponía estadísticas que demostraban que los hombres tienden a hablar más.

"Ellos son los que tendrían que callarse más para que las mujeres puedan hablar"

La respuesta le sorprendió. “Muchos hombres realmente se enojaron. No se limitaban a decir que estaban en contra de lo que comento, sino que tenían un enfado visceral e incluso aseguraban que era sexismo inverso”, dice el autor. “Las mujeres ven el título del libro, 'Cállate', y piensan “Otro hombre mandando a las mujeres que se callen”, pero he aclarado que en realidad son ellos los que tendrían que callarse más para que las mujeres puedan hablar. Tenía que haber aclarado que no todo el mundo tiene que callarse, y en muchos espacios, ellas necesitan hablar más”, añade.

¿Es posible frenar al que habla de más?

Dan Lyons asegura que en muchos momentos hablar menos y escuchar más ha sido beneficioso para él. “Esto me ha ocurrido por ejemplo con mi hija. En lugar de intentar resolver sus problemas, cuando está triste por algo, es mejor escuchar y comprender qué es lo que de verdad le molesta. En realidad, mi opinión da igual”, explica.

En situaciones familiares, señala que los hombres suelen callar a las mujeres, como ocurre en el trabajo. “La pregunta es cómo se para a quien habla de más. Si alguien está siendo odioso, está bien mandarle callar incluso sin ser educado. A veces en el trabajo hay un interruptores crónico. En ocasiones es bueno, ya fuera del meeting, aclararle a ese señor que habla tanto que como compañero, está quedando como un imbécil en las reuniones, hacerle ver que tiene ese hábito. No sé si siempre funciona, pero…”, dice.

Hablar o callar, esa es la cuestión. Esta disyuntiva puede incluso afectar a las relaciones sentimentales. Michael Beatty, profesor de comunicación que descubrió la adicción a hablar, dice que “para que una cita salga bien, ninguno de los dos debe hablar más del 70 % del tiempo ni menos del 40%”. No sé vosotros, pero si algo domino menos que el silencio, son los números… Lo que queda claro es que no hay que dominar sólo el arte de conversar, sino también el de escuchar, que es precisamente el que más se nos escapa, porque desde la infancia se nos incita a hablar y en el ambiente estudiantil, a intervenir. Sin embargo, en un mundo tan acostumbrado a rellenar silencios, gritar e interrumpir, quien escucha es quien destaca. ¿Lograremos acallar al bla bla bla?

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Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.

Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.

Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.