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Amamos los programas de telerrealidad en los que sus personajes presumen de su privilegiada y desahogada vida y por supuesto, adoramos aquel contenido que aboga por e fórmula ‘eat the rich’ y se burla de las desgracias de los privilegiados. Sin embargo, a ‘And Just Like That’ parecemos exigirle siempre no sólo diversidad, sino también una contención a su oda a la opulencia. ¿Por qué encontramos deliciosos esos realities en los que la riqueza ajena es vista como una ventana escapista mientras queremos que Carrie Bradshaw, como si de Barbie se tratara, cambie sus Manolo Blahnik por unas Birkenstock?
Zahra Campbell-Avene explica en ‘Refinery29’ que a pesar de que en ‘Sexo en Nueva York’ sus protagonistas presumían de un estilo de vida privilegiado, ver a Carrie Bradshaw luchando por entregar su columna (¿cuánto le pagaban por texto para poder tener semejante armario? Pregunto por una amig…) y a Miranda trabajando hasta el hastío podía hacer al público empatizar con ellas, algo que ya no ocurre, según su parecer, en su regreso a la pequeña pantalla. “Ahora, claramente, ya no necesitan trabajar. En cambio, se deleitan con su riqueza y privilegio, separadas de las luchas diarias a las que nos enfrentamos la mayoría de nosotros. La búsqueda de la movilidad ascendente que alguna vez definió sus carreras ha sido reemplazada por una existencia ociosa, sin la necesidad de trabajar”, asegura al hablar de la serie como del último coletazo del tardocapitalismo.
Detengámonos un momento en el término para adentrarnos en el prólogo escrito por la filósofa Laura Llevadot para el libro de Mark Fisher ‘Los espectros del tardocapitalismo’. “Este nuevo cuerpo insensibilizado pero ansioso no es ya el pesado cuerpo-máquina automatizado y disciplinado de Chaplin en 'Tiempos modernos', sino un cuerpo energéticamente interpelado a actuar sobre sí mismo y su propio rendimiento desde una paradójica invitación a la ingravidez incesante. ¿Cabe hablar de una ansiedad por exceso de banalidad, un presente sólo entretenido por los dispositivos de la industria cultural y, en esa medida, huérfano de imaginación y memoria? ¿Qué tipo de funesto «realismo» es éste que sólo nos ayuda a pasar el tiempo con pastiches del pasado, pero no a vivir en él? ¿Y cómo cartografiar, adquirir distancia ante este realismo agotador? ¿Desde otro realismo superior capaz de mapear esa estructura del capital y sus relaciones de clase hurtadas a nuestra limitada percepción estética?”, se pregunta.
En ‘And Just Like That’ sus personajes nos muestran las espectaculares mansiones que alquilan para escapar a ‘The Hamptons’, sus vestidos de Valentino y la forma en la que son capaces de hacer un PayPal de 100.000 dólares para aparecer en una newsletter sin pestañear, pero son incapaces de ayudar a quien lo necesita… Y no hablamos de formar parte de una ONG, sino por ejemplo, de ofrecerse a pagar los pagos médicos cuando Carrie, por estar hablando por teléfono en el carril bici, provoca un accidente (cuando en urgencias la tarjeta de crédito del susodicho da problemas, ella no oculta su estupefacción).
La forma de retratar que Che, la pareja de Miranda, no pertenece al 1%, es que tiene en su casa un sofá de IKEA, y los guionistas se aseguran de hacer un recurrente ‘gag’ en el que quienes se sientan en él, se caen. Por supuesto, ninguna broma tuvo lugar en el sofá del apartamento de Mr Big de Mountak, tapizado con un tejido de mohair de Donghia... Teniendo en cuenta que aunque la serie cuenta con nuevas personajes que abrazan la diversidad y que hacen ver que el grupo de amigas que queda para tomar Cosmopolitans no se compone sólo de mujeres caucásicas con melenas moldeadas en el mejor salón de belleza del Upper East Side, sus bolsos de Hermès se aseguran de dejar claro que los problemas de ser una persona BIPOC (acrónimo significa que significa “negro, indígena y persona de color”) en Estados Unidos no son parte de la trama.
Pero, ¿por qué nos molesta tanto que cuando Carrie, por no querer hacer un audio en el que anuncia un producto de higiene íntima, no se preocupa porque su negativa haya hecho que el podcast termine, obligando a sus trabajadores a irse a la calle? ¿Por qué nos irrita que el marido de Lisa le ofrezca de la nada un cheque de 25,000 dólares? Porque la distancia entre la audiencia y los personajes se ha agrandado tanto que ya es imposible empatizar con ellas. Al fin y al cabo, cuando vemos realities sobre gente rica, sabemos que el foco está precisamente en sus cuentas corrientes, pero la magia de la serie no era antes sólo admirar sus looks de Alta Costura, sino también sus vidas amorosas y sus conversaciones entre amigas.
El motivo por el que el lujo silencioso triunfa, y lo hace cada vez que la sociedad se topa con baches económicos, es porque presumir de riqueza en momentos convulsos resulta insensible, y es significativo que en tiempos de The Row, las protagonistas prefieran abrazar los logos. En un momento de crisis económica, la serie no funciona para muchos como escapismo, porque al contrario de lo que pasa con programas como ‘Real Housewives’, no hay apenas ironía al acariciar la opulencia y el exceso, sino que pasan a ser un personaje más. Cuando Lisa y Charlotte están en pleno fitting para la gala MET, Anthony les interrumpe para alegar, irónicamente, estar realmente disfrutando de su podcast de “Problemas de la gente rica”. El problema es que en realidad, ese habría sido el título perfecto de la serie...
Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.
Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.
Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.