Si algo hemos aprendido de los documentales de personajes como Pamela Anderson y Britney Spears es que los años 90 se encargaron de construir iconos femeninos a los que convertir en objetos de deseo y consumo hasta exprimirlos y lanzarlos al vacío. Han sido necesarias décadas para que la industria del entretenimiento, siempre un fiel reflejo de la sociedad, por fin haya asumido su culpa y se haya intentado resarcir contado sus historias desde un prisma diferente. Eso ha ocurrido ahora con el documental de Netflix de Anna Nicole Smith, toda una Marilyn Monroe trash cuya historia ha tenido que ser recontada para conocer realmente su figura, pues los años noventa fueron un claro ejemplo de cómo los medios, sedientos de escándalos, estaban obsesionados con los tropiezos de las celebridades y especialmente, de las mujeres.

    "Tenemos un apetito insaciable para una específica ruina y sufrimiento de las mujeres”

    “Mientras esas mujeres que descarrilan no paran de aparecer en nuestras redes sociales y en los blogs de cotilleo, el odio sigue emergiendo y esta mujer continúa escandalizando, estallando y siendo reemplazada por otra, por lo que es complicado eludir la conclusión de que tenemos un apetito insaciable para una específica ruina y sufrimiento de las mujeres”, escribe Ellison Sady Doyle en ‘Trainwreck: The Women We Love to Hate, Mock, and Fear’. Tendemos a cosificar el supuesto fracaso y disfrutamos al ver a las que se alejan de la norma porque somos conscientes de que es limitante y nociva, por lo que en realidad, ninguna somos capaces de ceñirnos de todo a ella. El documental de Netflix también tendría que hacernos ver cómo la avaricia, las enfermedades mentales, el hambre mediática y el apetito sexual sirven para hundir a las mujeres, mientras que de algún modo suman mística a los hombres. Basta con comparar la forma en la que pensamos en Kurt Cobain y en Courtney Love para comprobarlo…

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    Ron Davis//Getty Images
    Anna Nicole Smith

    Las mujeres en caída libre terminan por convertirse en iconos feministas, porque al situarse en el epicentro del escándalo, están rompiendo trabas y barreras. Los medios no buscan, por supuesto, esta construcción icónica, sino que en su constante vigilancia de tintes amarillistas, se construye un arquetipo del desastre. Aunque en el mundo de las famosas este suele ser el de una mujer que deja ver sus partes pudendas por error al salir de la limusina, una joven rebelde y “problemática” que se enfrenta a los paparazzi bajo los efectos de alguna sustancia tóxica, lo importante es el mensaje que se envía: la necesidad del control constante. Por eso siempre habrá una cámara dispuesta a capturar la caída, para que todos podamos verla. Al parecer, sólo se las perdona de dos maneras: logrando que se retiren a un segundo plano (algo sencillo, porque pronto serán sustituidas por otra mujer sin frenos), o muriendo. Tras haber sido convertidas en chistes públicos y haber sido deshumanizadas, esta última es la forma de que la lección cale de forma profunda y es “la única manera de redención permanente que la sociedad permite a la mujer que está loca, que es mala y que es peligrosa”, asegura Ellison Sady Doyle.

    "La imagen de Anna Nicole no la habíamos construido mediante relatos, sino con titulares"

    La imagen de Anna Nicole no la habíamos construido mediante relatos, sino con titulares, y el resultado era un Frankenstein mediático con curvas, escándalos y fama de cazafortunas. El documental, sin embargo, se esfuerza en hacer al espectador ver que su relación con el petrolero millonario J. Howard Marshall II, que tenía 86 años cuando conoció a Anna, de 23, no era una falacia, sino una historia de amor completamente asexual y repleta de esa ternura que el mundo le negó. “No era sexual, no era el tipo de amor de “Oh nena, me encanta tu cuerpo”. Era un sincero agradecimiento por haberme sacado del agujero y haberme salvado la vida”, explica en un vídeo de archivo que forma parte del documental.

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    Laurence Cottrell//Getty Images
    Anna Nicole Smith

    Resulta complicado sentir ternura por una mujer cuya belleza despierta de forma inmediata lujuria, y los medios se encargaron de no ofrecernos nunca un prisma desde el que poder empatizar con ella, algo que también le ocurrió, de hecho, tanto a Pamela Anderson como a Marilyn Monroe, la obsesión de Anna, que en su portada para ‘Playboy’ no dudó en poner la canción ‘Diamonds Are a Girl’s Best Friend’ como banda sonora mientras la fotógrafa que inmortalizó también a Pamela se encargó de retratarla. Tres rubias de belleza artificial que fueron presas de su sexualidad y de su estética, despojadas de humanidad y alma, como si ese fuera el precio a pagar por ser deseables y deseantes.

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    2023 © Netflix
    Anna Nicole Smith

    Anna Nicole fue víctima del hambre mediática, siempre dispuesta a ver a la celebridad de turno salir de un club embriagada. Ella moldeó no sólo su imagen, sino también su historia, convirtiéndose así en una narradora poco creíble. Se pasó la vida asegurando que su infancia había sido profundamente traumática e incluso aseguró que su madre había abusado de ella, algo que ahora descubrimos era falso. Cuando su progenitora le preguntó el porqué de esas mentiras, su respuesta fue tajante: “Gano más dinero mintiendo que contando la verdad. Las historias tristes venden más”.

    "Anna Nicole se construyó a sí misma para ser devorada, y nos la comimos con gula"

    Si la figura de Anna Nicole Smith se hubiera gestado en el presente, ella habría sido dueña de su propia narrativa, sería la reina de las redes sociales y posiblemente, habría protagonizado su propia docuserie. En la era post #MeToo, resulta imposible no revisar su vida desde un ángulo diferente, empático y tierno y por supuesto, plantearnos cómo pudimos permitir que los medios y la sociedad hicieran de la toxicidad su bandera. Anna Nicole se construyó a sí misma para ser devorada, y nos la comimos con gula, a bocados y con la boca abierta. Ahora es el momento de digerir el atracón y de sentir cierta culpa por semejante festín de lujuria y morbo.

    Headshot of Marita Alonso

    Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.

    Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.

    Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.