Es difícil encontrar una palabra que defina a Juliette Binoche (París, 1964). Diva, icono, referente, musa... Su grandeza supera cualquier adjetivo o sustantivo que pretenda resumir su huella en la historia del cine. Es la única actriz que cuenta con un Oscar, un César, un Bafta, la Palma de Oro de Cannes, la copa Volpi de Venecia, el Oso de Plata de Berlín y un Goya de Honor a toda su carrera, que recibió hace unas semanas. Además de reconocimientos a su carrera en San Sebastián, Valladolid o en los premios del Cine Europeo. Abrumador, sí. Pero, como en el resto de facetas de su vida, la intérprete consigue que los galardones no alteren su equilibrio. Ha protagonizado títulos inolvidables, como 'El paciente inglés', 'Tres colores: azul', 'Cumbres borrascosas', 'La insoportable levedad del ser' o 'Chocolat'. Y ha sabido compatibilizar su carrera con su maternidad –tiene dos hijos, Raphaël y Hana– y con otros intereses artísticos, como la poesía, la pintura y la música, además de con un activismo social constante. Ese equilibrio también se respira en su aura. Estamos en Sevilla. La luz del ocaso rebota en las paredes blancas de uno de los patios interiores del Real Alcázar y la actriz y bailarina francesa está en la ciudad hispalense para recoger el Goya Internacional 2023, un premio que concede la Academia de Cine por segunda vez en la historia. «No siento que sea un premio a Juliette, a la persona, sino al fuego ardiente que me habita, pero que no me pertenece. No es suficiente ser una actriz feliz, hay que dar también felicidad», dijo al recibir el galardón. Así es ella.

Llega a la sesión con ELLE sonriente, vestida con un traje negro y una camisa blanca con hilos plateados estilo 'cowboy', diseñados por Paco Rabanne, recientemente fallecido. Se mueve por el entorno fluyendo, dejándose llevar por la belleza que la rodea. Mientras, todos los demás observamos la que ella desprende. Su luz brilla tanto como la del sol que ya se esconde. Y, durante los minutos que compartimos, todo está en armonía.

juliette binoche
Darío Aranyo

Llevas más de cuatro décadas trabajando en la industria cinematográfica. ¿Están cambiando las cosas para las mujeres en el cine?

Sí, pero lentamente. Estamos viviendo una especie de Nouvelle Vague. Hay muchas más directoras y las actrices están más implicadas. ¡Y es tan interesante! Es maravilloso ver las historias que tienen que contar.

¿Son diferentes las cosas con una mujer tras la cámara?

No. Yo creo que la sensibilidad y la inteligencia no tienen género. Cada persona con la que he trabajado es diferente. Y, además, todos los seres humanos tenemos un lado femenino y otro masculino, y la clave está en que lleguen al equilibrio.

Has trabajado con Jean-Luc Godard, Jacques Doillon, Michael Haneke, Isabel Coixet... ¿Cuál es el secreto para que las cosas funcionen en un set de rodaje?

Tienes que soltar tu ego, y el director también. Y debemos hacerlo juntos. Es un lugar que tienes que crear y que está lleno de cuerpos, sentimientos, ideas, direcciones. Se puede denominar cocreación, y es la sensación de no saber cuántos años tienes, a qué género perteneces, si has hecho cien películas o sólo dos. Da igual. Es cuestión de sensibilidad, de estar en ese momento y en ese lugar, y de crear con mis herramientas, que son mi cabeza y mi cuerpo. Pero para lograr eso tiene que haber confianza. Sin ella como piedra angular de construcción de la película, es muy difícil que salga bien, porque no hay corazón.

¿Sigue siendo la edad un hándicap para las actrices?

Tengo grabada una conversación con mi agente (hombre) de Francia, cuando yo tenía 40 años. Me dijo: «Creo que ya no vas a tener mucho trabajo, porque ahora sólo hay películas de hombres y de parejas. Debes aceptarlo». Me quedé supersorprendida y le respondí: «¿Cómo me dices esta gilipollez?». Me deprimió un poco, pero pensé: «No voy a dejar que ocurra». Y menos mal que decidí hacerlo.

"Con 40 años, mi agente me dijo que asumiera que no iba a trabajar mucho. Me negué a aceptarlo"

¿Y cómo conseguiste romper esa barrera?

La intención es importante. Tenemos que ser muy conscientes de lo que nos decimos a nosotros mismos y también de lo que proyectamos al mundo. Lo he visto muchas
veces a lo largo de mi vida. La película que estoy haciendo ahora, por ejemplo, pensé en ella hace 15 años. Mi padre había enfermado y mis niños estaban creciendo, con toda la necesidad de amor que tienen en la adolescencia. Y recuerdo levantarme en mitad de la noche y decir: «¿Qué voy a hacer? No tengo vida. Estoy cuidando a unos y a otros». Me sentí como si estuviera atrapada. Y pensé: «Tengo que hacer una película sobre esto». No había visto nada en el cine acerca de esta situación en la que te sientes encerrada, pero has de continuar. Y es la película que estoy haciendo ahora.

En tu infancia y en tu vida profesional fuiste víctima de abusos y decidiste contarlo. ¿Por qué razón?

Hace 30 años que hablé sobre eso. Relaté que un director me había besado y que le rechacé. Por aquel entonces, yo tenía 18 años. Él era la persona que me dio mi primer trabajo como actriz. Lo dije en una entrevista porque era una retrospectiva de mi carrera. Y salió, sin más. Luego, el director me mandó una carta, en la que ponía: «Por favor, di que no es cierto, porque esto me está arruinando la vida y mi relación». Y le contesté: «No lo voy a hacer, porque es verdad. Ten un poquito más de control con lo que haces». Es bueno decirlo. Cuanto más contemos la verdad, mejor. Con ella puedes construir un futuro mejor para las generaciones venideras. Es doloroso, pero también sanador. Cuando ves el equilibrio que se alcanza entre el coste de decir la verdad y el resultado de la liberación, no hay duda.

Siempre has sido muy clara con respecto a tus opiniones. ¿Te has arrepentido alguna vez?

La vida es política. Tenemos que luchar por las personas a las que no se les escucha, por las que no tienen recursos. Pero sin intentar cambiar a la gente. Porque, si no, te acabas metiendo en un partido, y no es eso. Como actriz, debes elegir la película y hablar de las cosas importantes para tu corazón, para tu cordura, para tus intereses. Pero a veces siento que no es suficiente, que estoy en una situación muy privilegiada y hay mucho daño en el mundo. Por eso intento hacer todo lo que está en mis manos.