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Si te decimos que llevas tiempo siendo testigo del abuso del denominado 'vocal fry' quizás no tengas ni idea de qué demonios estamos diciendo, pero en cuanto te digamos que es la voz de las Kardashian, de Paris Hilton, de Britney Spears y de un alarmante porcentaje de adolescentes estadounidenses, quizás enseguida pienses en qué tipo de tono es el que hoy vamos a comentar. Se trata del registro más bajo de la voz, y podríamos hablar de “voz rota”, consistente en un tono profundo y algo afectado. Existe un estudio que ha señalado que esta forma de hablar resulta menos competente en el ámbito laboral, menos confiable, menos culto y menos apetecible a la hora de contratar…
Sin embargo, es el que muchas jóvenes adoptan, porque sus iconos hablan así y porque una fuerza externa superior e inexplicable, de alguna forma, les ha hecho pensar que esa voz es la deseable. Ah, sentimos decir esta palabra, pero esa “fuerza superior e inexplicable” se llama también… Patriarcado.
“Debido a que estas mujeres jóvenes están tan empoderadas, nuestra cultura les asignó un gesto socialmente apropiado que seguramente enredará sus pasos y trivializará sus mensajes importantes para el mundo. No deberíamos pedirles a las mujeres jóvenes que pongan voces falsas o que alteren partes esenciales de sí mismas. Pero en mi experiencia, cuando se alienta a una mujer joven a ser dueña de su poder y se le dan las habilidades básicas para reclamar su propia voz, se producen grandes y buenos cambios. “Cuando mi voz se volvió más fuerte, la gente me tomó más en serio”, dice escribe Naomi Wolf en un artículo en ‘The Guardian’.
Resulta llamativo saber que en el ambiente laboral, muchas mujeres, al estar acostumbradas a ser interrumpidas y a no ser escuchadas, adoptan esta forma de hablar. Fue en 1964 cuando el 'vocal fry' comenzó a asociarse con los hombres de clase alta, un momento que sin duda derivó en el sexismo lingüístico que hoy nos ocupa y que resulta tan alocado que ha logrado pasar desapercibido. Sí, tanto los hombres como los mujeres emplean esta voz, pero por supuesto, solo se analiza y se critica cuando es una mujer quien la usa, como quedó claro en una cadena de radio que comenzó a recibir cartas en las que los oyentes criticaban a las locutoras que hablaban así. “Sorprendentemente, no tenemos una carpeta llena de quejas acerca de cómo los locutores masculinos hablan con ‘vocal fry’, porque jamás hemos recibido una sola. ¿No os resulta extraño? A nosotros, sí”, comunicaron desde el podcast ‘99% Invisible’.
"Creo que tenemos un sesgo inherente hacia los hombres y sus voces, y es algo que siempre tenemos que trabajar para superar. Es frustrante, porque tenemos que trabajar dos, tres o cuatro veces más que los hombres solo por consideraciones básicas, y nos merecemos algo mejor que eso. Pero no creo que, como mujeres creadoras, escritoras, oradoras y quienquiera que seamos, no podamos vivir nuestras vidas desde ese lugar de incertidumbre y prejuicios. Es importante conocer esos prejuicios. Existen, pero no pueden dar forma a cómo nos movemos por el mundo. De lo contrario, no vamos a hacer nada", dice al respecto Roxanne Gay. La forma de hablar es una nueva excusa para ignorar y marginar la voz de la mujer, y esta vez de forma literal, por lo que es la última forma de no escuchar lo que las mujeres dicen, porque la sociedad se centra en cómo lo dicen.
En una escena icónica de la película ‘Loudermilk’, su protagonista pide un café y termina imitando la voz de la camarera, que se enfada por la voz que el cliente ha puesto. “¿Por qué hablas así?”, le pregunta la joven. “¿Por qué hablas así tú?” “Porque es mi voz”. “No lo es. Nadie habla así. Eliges hablar así y ahora yo he elegido hacerlo. Deja de hacerlo, porque esta no es tu voz, sino una afectación que usan los adolescentes y la gente rica para hacernos ver que todo les da igual. Pero trabajas en una cafetería, por lo que no eres rica, así que… Deja de hablar así”, le dice.
La voz dice mucho de nosotros, y por eso, del mismo modo que somos capaces de transformar nuestro armario para adaptarnos a diferentes situaciones o para fingir ser quienes no somos (como es el caso del congresista republicano George Santos, que gracias a su armario preppy hizo creer al mundo que su curriculum inventado era cierto), hay quien cambia su forma de hablar para crear una nueva imagen. Eso es lo que hizo Paris Hilton, cuya famosa 'baby voice' es completamente fingida. “A lo largo de todo este tiempo he estado interpretando un personaje para que la gente nunca supiera quién soy de verdad. En realidad soy brillante, nada de una rubia tonta. Simplemente se me da muy bien fingir serlo”, explica en una entrevista.
En realidad, el sobreanálisis de la forma en la que las mujeres hablan viene a forzarnos a que nos acomplejemos y a que nos sintamos menos competentes al hacer que tengamos que cambiar la forma en la que hablamos. Esto se refleja tanto de forma verbal como literal cuando incluso la lingüista Deborah Tannen ha explicado que en los emails de trabajo también cambiamos la forma en la que nos expresamos mediante nuestra voz escrita. El 73 % de las exclamaciones son empleadas por las mujeres, que tienen que luchar por no emplear demasiadas, porque denotan menor competencia, mientras que si se usan demasiadas pocas veces, los emails son tildados de poco amables.
Somos conscientes del excesivo uso de “demasiado”, pero lo que nos ha de alterar es que en “demasiadas” ocasiones, la voz de las mujeres, su tono, su forma de hablar y su forma de escribir está siendo juzgado mientras que el contenido del mensaje queda en segundo plano, y eso es lo que tendría que preocuparnos. Además, si las mujeres cambian de forma consciente la forma en la que escriben o hablan, quizás en lugar de verse como un amaneramiento irracional, tendría que ser visto como una herramienta de poder para cambiar las relaciones y la forma en la que la sociedad se empeña en ningunear a las mujeres.
Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.
Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.
Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.