“Quiero dejar de ser sexy. Me siento un poco incómoda últimamente”, le decía Jedet a su estilista, Sandro, a través de WhatsApp. “Ser sexy y guapa ha sido mi arma, mi negocio, mi marca. Pero no quiero seguir sintiéndome una esclava de eso. Pero, ¿y qué hago ahora? ¡Si hasta Billie Eillish es sexy! Estoy harta de Jedet. La odio”. Con estas palabras, la actriz quería liberarse del insoportable yugo de ser sexy, ese que ella se impuso voluntariamente (o no tanto, como pronto veremos), a sí misma. La opresión a la que la sociedad somete a las mujeres para que sean bellas y sensuales es inmensa, pero se vuelve aún más acusada y asfixiante cuando hablamos de mujeres trans. “Sentimos que debemos encajar en los estándares de feminidad para que nuestra vida sea un poco más fácil”, aclara Jedet. “Ser mujer va mucho mas allá de tu aspecto, no deberíamos sentirnos obligadas a ser de ninguna manera para encajar o para conseguir que nos contraten”, aseguraba la actriz, una idea que también recalca la influencer británica Florence Given en 'Mi belleza no es cosa tuya'. "Las mujeres afrontan distintos niveles de expectativas por parte de la sociedad a la hora de representar feminidad. Las mujeres marginadas (mujeres trans, mujeres gordas y mujeres de color) no siempre disfrutan del privilegio de «rechazar los cánones de belleza» y dejarse crecer el vello de las axilas o, incluso, lucir su cabello natural", escribe.
"La belleza no es un alquiler que tengas que pagar a cambio de ocupar un espacio designado como femenino". Erin McKean
Precisamente la activista trans Janet Mock ha hablado de cómo fue al iniciar su transición cuando empezó a disfrutar de los privilegios de ser bonita. “Como le ocurre a la mayoría de adolescentes, tenía problemas con mi cuerpo y con mi aspecto, pero mi preocupación era amplificada por el género binario y por esos dictámenes de belleza imposibles de alcanzar con los que tanto yo, como mis compañeras femeninas, nos comparábamos”, escribía en ‘Allure’. Las trampas de la belleza son también las que dan forma al anteriormente mencionado manifiesto ‘Mi belleza no es cosa tuya’, el libro en el que la artista e influencer Florence Given quiere que sus lectoras potencien su autoestima y se adueñen de su vida. Fue una cita de Erin Mckean la que cambió la vida de la autora y la que le inspiró a escribir el libro. "Tu belleza no es cosa de los demás. Ni de tu novio, tu marido o tu pareja, ni de tus compañeros de trabajo, ni mucho menos de un desconocido en la calle. No es cosa de tu madre, no es cosa de tus hijos, no es cosa de la humanidad en general. La belleza no es un alquiler que tengas que pagar a cambio de ocupar un espacio designado como femenino".
"Las reglas del juego están claras: la imagen manda". Ire Martín
Tanto Jedet como Florence son mujeres jóvenes que quieren liberarse del peso de la dictadura de la belleza y de la sensualidad, pero no resulta sencillo hacerlo teniendo en cuenta que el 99% de los referentes que aparecen en redes sociales son sexys y tienen cuerpos normativos. “La generación Z, como todas las demás, quiere formar parte, encajar, pertenecer y gustar a cuantos más mejor. Es la generación que ha tenido acceso antes a las redes sociales y ha podido empapar su psique desde la infancia con esos códigos en los que lo sexy y lo bello siguen siendo sinónimo de poder social y de liderazgo digital: likes, comentarios y followers”, comenta la experta en psicoeducación empresarial Ire Martin. “Los centennials han crecido impregnados de lo imprescindible que es tener una buena imagen que proyectar fuera. Una imagen que guste, atraiga y se haga un hueco en la batalla por la atención. Ser reconocidos, queridos y aceptados son las tres necesidades psicosociales que todo individuo persigue, y si ahora mismo esa búsqueda se desarrolla en las redes sociales, y más en plena pandemia, las reglas del juego están claras: la imagen manda”, asegura.
Por su parte Carol Platt escribe en ‘Prude’ que “la abrumadora lección que reciben las adolescentes en la actualidad es que ser sexy es lo mejor que pueden ser, siendo algo mucho más deseable que la inteligencia y la personalidad”, y es innegable que son muchas las celebridades que han pagado el precio de dejar de ser sexys, como es el caso de Alicia Silverstone. Por descontado, a nadie le importa si Leonardo DiCaprio tiene o no barriguita (para algo está el término ‘dad bod’, para que los cuerpos de los hombres sean aplaudidos siempre), pero si una actriz decide dejar de obsesionarse con su imagen… Ya sabemos lo que ocurre, y eso es lo que también le preocupa a Jedet: que si abandona los escotes, la industria le de la espalda.
La belleza femenina es un arma política que se utiliza para mermar el poder de las mujeres
Al reflexionar sobre la belleza femenina es imposible no hablar de 'El mito de la belleza', el libro en el que Naomi Wolf asegura que la belleza esclavizante se ha encargado de reemplazar a la anterior ideología doméstica tan criticada por feministas como Betty Friedan. La autora asegura que la belleza femenina es un arma política que se emplea para mermar el poder económico, político y social obtenido por las mujeres occidentales. Esos parámetros estéticos, inalcanzables, son los que conducen a las mujeres a “una obsesión con el físico, un terror de envejecer y un horror a la pérdida de control”. Por ello Ire Martín no duda en resaltar que esa presión no es psicológicamente sostenible en el tiempo, razón por la cual cada vez son más las influencers que o abandonan las redes, o viran su contenido y su imagen hacia algo más natural, inclusivo y menos editado. “La brecha de esta necesidad por lo genuino, la realidad y la lucha contra el postureo y los cuerpos perfectos tendrá como resultado una nueva definición del concepto de belleza y sensualidad, tal y como está empezando a brotar entre algunos creadores de contenido”, explica.
Florence Given se lamenta de haber minimizado durante años de su vida partes de su esencia para complacer a todos, excepto a sí misma, y el objetivo de la sociedad tendría que ser precisamente que las mujeres no se vean obligadas a contentar a los demás. "A menudo me pregunto cómo sería mi vida si hubiese aprendido primero que mi cuerpo me pertenece a mí y a nadie más; que el propósito de mi cuerpo y de mi aspecto físico no es agradar a otros. Me pregunto cómo sería mi vida si hubiese comprendido que no estoy obligada ni le debo a nadie mostrarme «agradable», «perfecta», «delicada» o «bonita»; que la mejor versión de mí misma no es la que ha de desmembrarse con el fin de encajar en el espacio cedido a las mujeres en un mundo de hombres, sino aquella que se conserva íntegra a pesar de las reacciones de los otros, haya o no espacio para mí".
¿Y si convertimos en nuestro propósito para el 2022 luchar para que haya espacios para todas y para todos?
Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.
Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.
Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.