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Todo lo que toca se convierte en oro o en restaurante con lista de espera. Considerado uno de los grandes chefs de nuestro país, Dani García ha conseguido acercar la gastronomía española, especialmente la andaluza, a lejanos rincones del mundo; Marbella, Madrid, Barcelona, Doha, Londres, Dubai, Budapest, Tarifa, Nueva York (y próximamente Miami y Los Ángeles) han sido testigos de su arte culinario, que empezó a desarrollarse hace más de treinta años.
En una entrevista para ELLE Gourmet recuerda el comienzo de todo: “Tenía 19 años y para ser un buen cocinero había que ir al País Vasco o a Cataluña. Traté de inscribirme en un curso de Ferran Adrià pero no quedaban plazas. Creo que es lo mejor que me pudo pasar porque si llego a entrar en el Bulli hubiera sido tan alto el nivel de obsesión y perfección que me habría quedado allí definitivamente”.
No entró en el Bulli, pero creó su propio santuario del buen comer, Tragabuches, el restaurante con el que conseguiría su primera estrella Michelin. Desde entonces, sus proyectos han ido cambiando de naturaleza, pero nunca de objetivo: crear conceptos gastronómicos rentables con un punto diferencial. “No he dejado de hacer cosas rompedoras, como un chiringuito 2.0; me gusta lo ecléctico, lo cambiante. Consiste en reinventar lo que ya conoce la gente, pero hacerlo de forma más rompedora”.
Su línea actual consiste en una combinación de interiorismo cuidado, buena comida y un precio accesible. “No hago alta gastronomía, pero me intereso mucho porque el producto sea de muy buena calidad, ahí está el equilibrio”, asegura.
Desprenderse de las tres Estrellas Michelin y desvincularse de la cocina de lujo le ha dado la libertad para atreverse a experimentar con platos más modestos, pero igualmente exquisitos. “Yo tuve 3 estrellas, pero no llegaba a final de mes. Un mollete (uno de sus platos más icónicos), en el fondo, me da mucho más margen que un plato de alta cocina. Que la alta gastronomía sea rentable es un auténtico ejercicio de malabarismo”, se lamenta. “El mollete ha sido una válvula de escape para vivir más tranquilo. Desde que me he desprendido de las estrellas, sigo igual de estresado, pero ahora tengo un músculo financiero que antes no tenía. Puedo elegir lo que quiero, tengo muchas más salidas y eso es libertad”, asegura aliviado.
Lucía Ruiz estudió Relaciones Internacionales y Comunicación y ahora continúa formándose con un Máster de Marketing de Moda. Escribe para aterrizar, para recordar, para existir. Es su manera de dar forma a la vida, de hacerla real. Por eso anota todo aquello que le hace feliz: la comida, los viajes y las nuevas experiencias no pueden faltar en la lista.