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Todo aquel que haya tenido la suerte de experimentar una comida gourmet en un restaurante de alta cocina sabrá que no solo va a desarrollar el gusto, sino también el oído, porque cada plato suele llevar su justificación correspondiente. Aunque algunos disfrutan verdaderamente de la explicación, otros prefieren ir directamente al quid de la cuestión, dejarse de palabras y recrearse en el sabor. Ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos, pero una cosa es cierta: cuando sales por la puerta y haces una reseña mental (o física) del lugar, lo que predomina no es tanto el 'storytelling' del cocinero, sino lo bien que has comido.
Podríamos pensar que esto solo lo piensan los comensales, disfrutones por definición, pero ajenos profesionalmente al universo culinario. Nada más lejos de la realidad: muchos chefs también se muestran reacios a la lírica que ocasionalmente acompaña a la alta cocina. Entre ellos, Maria Nicolau.
Tras más de veinticinco años de experiencia en restaurantes de Cataluña, España y Francia, la cocinera habla con conocimiento de causa. Hace unos meses, Maria concedía una entrevista a Elle Gourmet para anunciar la publicación de su libro '¡Quemo!', donde desvela qué se cuece realmente entre fogones.
En el libro cuenta cómo su primera vivencia en el mundo de los restaurantes gastronómicos vino acompañada de un descubrimiento agridulce: el de trabajar con más instrucciones que creatividad. “Al final parece que nos hemos olvidado que cuando uno va a un restaurante está pensando en uno mismo, no en el chef. [...] No estoy ahí para servir al ego de ese chef y no necesito que nadie venga a preguntarme si me ha gustado o no la comida, ni que nadie venga a explicarme lo que sentía el chef cuando la preparaba, porque a mí me da igual. Yo vengo a celebrar mi cumpleaños o a cenar con alguien con el que he quedado”, apunta.
Si tengo que escuchar horas la descripción del plato para entenderlo o disfrutarlo, no es elocuente
Continúa: “No pasa nada, la comida nace con el objetivo de estar rica, de dar placer a ese momento y a ese cliente. Si tengo que pasarme tres horas escuchando la descripción del plato para poder entenderlo o para poder disfrutarlo igual es que la cocina no ha sido suficientemente elocuente. Yo quiero que me expliquen menos cosas, menos milongas, menos relatos y simplemente que volvamos a cocinar rico y calentito y que esa cocina sea servida de forma amable, diligente y eficiente por el personal de sala y que, realmente, el cliente sea lo primero de verdad. Yo voy a celebrar lo mío, no a aplaudir a otro”, asegura Nicolau.
Desde luego, se acerca bastante a la clave del éxito: cocina rica, calentita y un servicio amable y eficiente.
Lucía Ruiz estudió Relaciones Internacionales y Comunicación y ahora continúa formándose con un Máster de Marketing de Moda. Escribe para aterrizar, para recordar, para existir. Es su manera de dar forma a la vida, de hacerla real. Por eso anota todo aquello que le hace feliz: la comida, los viajes y las nuevas experiencias no pueden faltar en la lista.