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No hay duda de que TikTok e Instagram son una fuente inagotable de modas, cuando menos, sorprendentes. Entre ellas, una de las últimas en aparecer y que está relacionada con el ámbito culinario es el denominado “fridgescaping”. Una palabreja que en realidad no es más que una combinación de dos términos ingleses: fridge (frigorífico) y tablescaping (decoración de mesas); y que consiste en ir un paso más allá en lo que se refiere a la forma de colocar los alimentos dentro de la nevera. En lugar de una distribución ordenada al más puro estilo Marie Kondo, lo que se busca es organizarlos de forma visualmente atractiva y para ello se incorporan otros elementos como jarrones con flores, espejos, marcos de fotos o cestos de mimbre; como si el interior del frigorífico fuera una estantería, un aparador o una mesa de comedor.
Hay seguidores de esta tendencia que optan por una estética barroca al estilo de los Bridgerton, mientras que otros prefieren un estilismo más minimalista, botánico… o bien lo van adaptando a los distintos momentos y festividades como ocurre con Halloween o Navidad.
¿Qué dicen los seguidores de esta tendencia?
Los más acérrimos seguidores de esta tendencia viral aseguran que es una forma de expresión personal y una actividad terapéutica que además, hace que cocinar resulte más emocionante, ayuda a mantener el frigorífico limpio y a evitar que haya alimentos que se echen a perder olvidados en un rincón puesto que hace que estos parezcan más atractivos y accesibles.
¿Demasiado bonito para ser verdad? Me temo que sí. Nadie pone en duda que una nevera organizada hace que sea más fácil ver qué es lo que hay dentro de ella y como consecuencia, nos ayude a ahorrar tiempo y reducir el desperdicio de alimentos. El problema viene por el “salto decorativo” que supone el “fridgescaping”. Los expertos en seguridad alimentaria subrayan que lo que en principio podría quedar en una mera excentricidad, supone en realidad un serio riesgo para la salud.
El tecnólogo alimentario Mario Sánchez es muy contundente al respecto y no duda en calificar el “fridgescaping” como “un auténtico disparate sin sentido” o “una soberana estupidez”.
CERO PRÁCTICO
Antes incluso de entrar a valorar los aspectos sanitarios o higiénicos, el “fridgescaping” cuenta con un gran inconveniente que por sí solo ya bastaría para dejar de lado o al menos cuestionarnos seriamente si tiene sentido decorar el interior de nuestra nevera. Estamos hablando de la practicidad.
Imagínate a ti misma una mañana cualquiera cuando aún medio dormida tratas de prepararte algo para desayunar y tienes que rebuscar entre jarrones, figuritas o guirnaldas de luces el tetrabrick de leche, un yogur o el bote de mermelada. Sinceramente, ¿cuánto tiempo vas a tardar en encontrarlos? Y no solo eso, una vez acabes con ellos, tendrás que volver a colocar todo en su sitio (y así cada vez que cojas algo de la nevera) porque si no, el caos se abrirá paso rápidamente y tu bonita “estampa frigorífica” se echará a perder. En tal caso, esperemos que al menos antes te hayas acordado de hacerle una foto o un vídeo y subirlos a las redes sociales.
UNA PUERTA ABIERTA A LAS BACTERIAS
Más preocupante es la repercusión del “fridgescaping” en la higiene y la seguridad alimentaria. Al introducir elementos decorativos dentro de la nevera estamos multiplicando las probabilidades de que los alimentos sufran una contaminación cruzada. Como nos explica Mario Sánchez, “estamos introduciendo objetos que pueden venir contaminados por bacterias, por lo que no es una buena idea mezclarlos con alimentos. Por muy bonito que quede, nos estamos exponiendo más aún a las intoxicaciones alimentarias, ya que los alimentos son muy sensibles a cambios de temperatura y no deben entrar en contacto con otros objetos o superficies ajenas”.
A esto hay que añadir que en el caso de decorar con flores o plantas, estas no solo pueden introducir en la nevera gérmenes o bacterias, sino que también pueden contener fertilizantes o pesticidas que de entrar en contacto con los alimentos, podrían ser peligrosos para la salud.
ADIÓS FRÍO
Otro de los grandes inconvenientes de esta tendencia es que pone en peligro el propósito principal de toda nevera que es mantener los alimentos en un ambiente frío para evitar su descomposición. Todos esos objetos decorativos que metamos en el frigorífico pueden bloquear y dificultar la correcta circulación del aire frío entre los alimentos, lo que provocaría que las distintas zonas del aparato se enfriaran de forma desigual, lo que a su vez favorecería que en las áreas más calientes proliferaran las bacterias.
Por no mencionar que esa sobrecarga de objetos también provoca que el frigorífico no trabaje de forma tan eficiente pues el motor tiene que trabajar más para mantener la temperatura estable; lo que conlleva un aumento del gasto eléctrico y reduce su vida útil.
MAYOR DESPERDICIO
Como hemos apuntado, hay gurús del “fridgescaping” que sostienen que este ayuda a reducir el desperdicio de alimentos. Según ellas, una figurita de un gnomo o un jarroncito con margaritas, además de decorativos, tienen el poder de volver más atractivo ese yogur que no te gusta demasiado para que te lo comas antes de que caduque o que al poner los arándanos en un colorido cuenco de cerámica en lugar de dejarlos en el recipiente de plástico del súper es más probable que no acaben resecos o con moho.
En cambio, los expertos en seguridad alimentaria están absolutamente en desacuerdo. Entre sus argumentos figura el hecho de que es muy probable que algún alimento quede escondido detrás de la decoración y acabe caducándose. A lo que se suma el hecho de que la práctica habitual en el “fridgescaping” de traspasar los alimentos de su envase original a otro más vistoso conlleva muchos riesgos. El tecnólogo alimentario Mario Sánchez nos explica que esto compromete la vida útil secundaria de los alimentos; es decir, la fecha que aparece en el etiquetado como "una vez abierto consumir antes de…" que, por ejemplo, en el caso de la leche, por son unos 3 días. “Si eliminamos esa información al pasar el alimento a otro envase en el frigorífico, estamos perdidos y sin información”.
También hay que tener en cuenta que si los alimentos quedan muy expuestos es más fácil que se contaminen con alguna bacteria y además, puede que se empleen recipientes elaborados con materiales que desprendan sustancias tóxicas o que se degraden y que no sean adecuados para estar en contacto con alimentos.
De cualquier forma, si lo que se quiere realmente es minimizar el desperdicio alimentario, Mario Sánchez aconseja hacer una buena planificación antes de ir a comprar y dejar delante aquellos alimentos que caduquen antes. “Es importante mantener un sistema FIFO (First In, First Out). En cristiano: lo primero que entra, es lo primero que sale. Esto ayuda mucho a reducir el desperdicio de alimentos”.
UNA NEVERA EN ORDEN
Con independencia de que al abrir la puerta del frigorífico su interior sea más o menos estético, lo realmente importante es guardar los alimentos de forma correcta. Para empezar, como ya hemos mencionado, hay que evitar sobrecargarlo para que el aire frío pueda circular sin problema entre los alimentos, estos deben estar en recipientes herméticos o bien cerrados y hay que separar siempre los alimentos crudos de los cocinados.
En cuanto a su distribución, en primer lugar hay que tener en cuenta que la puerta es la zona menos fría y, por tanto, en ella no se deben almacenar los alimentos perecederos. En ella solo deberían colocarse alimentos que no requieran temperaturas muy estables, como bebidas o salsas industriales. Mario Sánchez señala que un error muy habitual es guardar los huevos en la puerta, pero en esta zona es donde hay más cambios de temperatura y estos ayudan al crecimiento de las bacterias. Una bomba de relojería si consideramos que el huevo tiene de por sí algunas bacterias de forma natural como es la Salmonella.
En cuanto a los estantes, en la parte superior del frigorífico deben ir los alimentos listos para consumir como los tuppers con sobras o conservas que ya estén abiertas.
En la zona intermedia, los huevos, los lácteos, comida precocinada y embutidos; y el estante más bajo, que es la zona más fría, reservarla para los alimentos más perecederos como las carnes y pescados crudos o alimentos que estemos descongelando.
Por último, los cajones inferiores son el lugar ideal para las frutas y las verduras pues no es una zona demasiado fría y las temperaturas muy bajas podrían estropearlas.
Araceli Herrero es periodista freelance especializada en temas de nutrición, bienestar y lifestyle. Estudió Periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca y después de hacer escala en Londres y de estudiar un posgrado en Nutrición, acabó mudándose a Barcelona para trabajar en varias revistas femeninas, de salud, cocina y también de decoración y diseño, sus otras pasiones.
Hace apenas un lustro llegó a Madrid y aún sigue ocupada descubriendo sus rincones.
No puede vivir sin café, se declara adicta al buen pan y aunque confiesa que es de esas personas a las que le gustan las verduras y hasta el tofu, como buena charra que es, siempre cae rendida ante una tabla de jamón ibérico.
Si no la encuentras comiendo, estará buscando platos, tazas y demás cacharrería para su siempre “escasa” colección.