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En el paraíso natural que nos ofrece la sierra de Aitana, en el municipio alicantino de Sella, a 800 metros de altitud y a tan sólo media hora del mar, Finca Seguró nos recibe con un cielo azul que brilla sobre picos y crestas calcáreas. El verde exuberante del viñedo y las terrazas moriscas que atestiguan el legado agrícola de la región, es lo primero que vemos al abrir los ojos tras pasar la noche en el interior de un tonel de vino. "Vivir en este lugar y poder ser anfitriones nos inspira", dice Doris Violette Andres-Lüscher, la dueña de este increíble lugar en el que pasar un fin de semana sabe a poco.
Aunque no ha sido así siempre. "La finca era muy antigua y estaba abandonada, nos ha llevado cerca de 30 años reformarla", recuerda esta suiza afincada en Alicante desde hace décadas, que reconoce vivir aún a caballo entre España y Suiza. "Mi marido acaba de fallecer y para mí es un homenaje seguir adelante con este proyecto que era su vida".
Para Doris, la gestión de esta finca no es un trabajo, es una forma de vida. "Decidimos quedarnos aquí para que nuestros hijos crecieran en libertad y aprendieran varios idiomas; para mí esta es mi casa, aunque pase mucho tiempo fuera, aquí me siento cómoda". Su rutina es dura pero agradecida: cuidar a sus boyeros de Berna y sus gatos de catálogo, dirigir y mantener un hotel que cuenta con diferentes tipos de alojamiento y, por supuesto, elaborar el vino. Porque Finca Seguró es, ante todo, una bodega. "No teníamos ninguna experiencia en elaboración de vino, pero creo que eso ha sido bueno porque nos ha mantenido más abiertos", declara.
Durante más de 35 años, esta finca ha sido el lugar de bienestar de la familia Andres, su fortaleza. "Hemos encalado, renovado, añadido y reconstruido la finca con cariño, al estilo de la zona. Era especialmente importante para nosotros conservar y mantener la estructura de la finca de más de 200 años. En todos nuestros cambios, la atención se ha centrado siempre en la naturaleza, por la que sentimos el mayor respeto", explica la dueña de Finca Seguró.
Compromiso que se extiende a la bodega, donde elaboran vinos naturales a partir de diferentes tipos de uva plantados en los siete bancales de viñedo que rodean la finca. "La gestión es totalmente autónoma. Tenemos nuestra propia agua, generamos electricidad con energía solar y nos calentamos con biomasa. Nuestros huéspedes sienten el poder de la naturaleza, durante un viaje corto o durante una noche en nuestros acogedores barriles de vino. Aquí hay muchos lugares hermosos para entretenerse con una buena copa y disfrutar de la vida", invita.
Una suite entre viñas
Doris menciona que la idea de los barriles la tuvo su marido, para quien era importante que sus clientes pudieran beneficiarse al máximo de la inyección de naturaleza que ofrece el lugar: "Están hechos a mano y a medida para nosotros; yo quise poner una cama gigante y un colchón de calidad, y todos cuentan con terraza propia y muebles de jardín". Y es que basta tenerlos delante para querer alojarse en ellos.
Están equipados con una cómoda cama doble de 1,80 por 2 metros, tienen calefacción, iluminación LED y conexión USB. Por su parte, los barriles sanitarios añaden el resto de comodidades necesarias para que la experiencia de diez. "Cada uno tiene una ducha, un inodoro y un lavabo con espejo, y están situados a una distancia de entre 50 y 100 metros de los barriles para dormir, dependiendo de la ubicación".
Aunque lo mejor de la experiencia es despertarse con el primer rayo de sol y deleitarse con la fantástica vista de las montañas, las viñas, los almendros y los pinos desde la cama. Por si fuera poco, esta solícita anfitriona propone completar la estancia con un desayuno completo en la terraza del barril, una cesta de picnic para animarnos a descubrir el entorno y una cata de vinos al regresar del paseo.
Tanto en la copa como en el plato, Doris reúne los mejores ingredientes de la comarca de Aitana. “Se trata de que nuestros invitados se arraiguen, que se sientan conectados a la naturaleza y disfruten de los lugares apartados que se extienden alrededor de la finca y los viñedos”, sostiene.
Sol en la copa
Pero además de ofrecer la posibilidad de dormir en un tonel y gozar de las ventajas de la vida en el campo, Finca Seguró es una bodega viva en la que se vendimia cada año para dar lugar a la colección de vinos Siete Bancales. "Compartimos el modo de vida autosuficiente de nuestras viñas. Por ello, nuestro principio es no añadir ni omitir nada, ni siquiera durante el proceso de envejecimiento", defiende la elaboradora suiza.
El respeto a los procesos naturales, el cuidado artesanal de las viñas y las elaboraciones ancestrales contribuyen a mantener la personalidad de las uvas y a reflejar en la copa el comportamiento de variedades como tempranillo, chardonnay, merlot o pinot noir en los bancales de Aitana, donde las vides hunden sus raíces a 20 metros de profundidad para conectarse a las aguas subterráneas.
Sin pesticidas que alteren el metabolismo de las vides, con levaduras autóctonas para asegurar el funcionamiento del sistema inmunitario de las plantas y mediante fermentaciones espontáneas, los vinos de esta finca son bajos en azufre y están filtrados y clarificados de manera natural. "Nuestra forma de trabajar puede compararse con la de un buen profesional en un restaurante: somos reservados, pero muy atentos y empáticos cuando se nos necesita", afirma Doris.
El resultado son vinos personales, con un carácter varietal y local muy marcado, diferentes. Vinos naturales que ofrecen una nueva manera de conocer la historia vitivinícola de la región, la singularidad y riqueza del terroir alicantino. Una parada obligada dentro del recorrido enoturístico propuesto por la Ruta del Vino de Alicante.