Los 22 mejores restaurantes vascos en Madrid donde comer como si estuvieras en Euskadi
Para días en los que se antoje una buena comfort food, no habrá mejor idea que dejarse seducir por los sabores y platos del País Vasco. En estos 20 lugares se come muy bien y con fundamento.

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La gastronomía vasca tiene mucho de ancestral, sobre todo por el uso de las brasas, una técnica que fue la primera que empleó el hombre cuando empezó a cocinar con fuego. Igual por eso gusta tanto, porque nos conecta con lo más primario de nosotros, con la naturaleza y la simplicidad. Simplicidad en el sentido de pureza, porque en la mayoría de las recetas más tradicionales, lo que se utiliza es una buena proteína o vegetal, aceite, ajo, sal y poco más. ¿Ejemplos? La famosísima chuleta y el rodaballo, los guisantes lágrima, los pimientos, las kokotxas o, las cada vez más difíciles de degustar, angulas.
Dejando a un lado la cocina vasca más clásica, lo cierto es que esta parte de la península ha sido también clave en el desarrollo de la gastronomía contemporánea y sus cocineros han destacado a nivel mundial desde que en la década de los 60 se comenzase a gestar la revolución de la Nouvelle Cuisine. Apellidos como Arzak, Arbelaitz, Subijana, Arguiñano o Irizar aparecen en cualquier libro de cocina como unos de los precursores de este cambio gastronómico. Cocineros apasionados que en sus días libres cruzaban la frontera para asistir a clases y congresos, y empaparse de mucho conocimiento para, después, traerse todo eso hasta su casa. Ellos fueron, digamos, la primera generación, luego llegaron Berasategui, Arginzoniz, Atxa, Arregi, Alija, Edorta Lamo y un largo etcétera.
Y es que dicen que los vascos tienen tan metida la cocina en la cabeza que son los únicos que después de comer siguen pensando en comida. Es algo que se agarra a las raíces, que se mama desde la cuna y, por ello, la cocina se convierte en uno de los temas favoritos de cualquier encuentro, plagado de identidad. Así ocurre en las sociedades gastronómicas –la primera se definía como “una sociedad de comer y cantar”–, en las sidrerías o en las ferias de agricultores. Porque no hay nada que no tenga solución si se trata en una mesa con un buen perolo de alubias de Tolosa con sus sacramentos delante.
En Madrid hay multitud de restaurantes que son los mejores embajadores de toda esta pasión hedonista. Lugares clásicos o más innovadores, incluso de sushi o de bocatas –pero no hablamos de unos bocadillos cualquiera, ojo–, en los que comer rico, rico. “On egin”.
Cree que hay pocas cosas comparables a la satisfacción que se siente tras haber comido y bebido bien, y es que no hay que pasar por alto el poder qu e tiene la buena mesa; ni el de las manos expertas que, desde la cocina, nos hacen felices, o el de una buena conversación de sobremesa que te ancla a la silla y a la vida.
Fue durante su estancia en Londres, hace ya 13 años, cuando le picó el gusanillo del periodismo gastronómico y desde entonces ese fuego no se ha apagado. Empezó colaborando en la revista HSM, después en El Duende, donde sigue escribiendo a día de hoy, le siguieron la revista GQ, Tapas y Elle Gourmet. Pero no sólo escribiendo, también ha experimentado con el periodismo radiofónico colaborando en Radio Euskadi y ha aprendido cómo funciona todo desde el otro lado en una agencia de comunicación.
Un restaurante con alma, personas comprometidas que portan miradas rebosantes de vocación, oficios necesarios que se ejercen fuera de los focos y de la fama, las cocinas lejanas pero también las de nuestra memoria, la voz de la experiencia y el crujir de la juventud... Esas son las historias que le gusta contar.


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