«Todo empezó por la lluvia. Nosotros veraneábamos en San Juan de Luz con nuestra pandilla de amigos. Algunos tenían vivienda propia, otros la alquilaban o, como nosotros, se alojaban en un hotel. Uno de los veranos no paró de diluviar. A Alfonso (Fernández Reyero) y a mí, que somos originarios del norte y estamos acostumbrados a ese clima, no nos extrañó, ni nos importó. Pero Macarena Rey (productora de MasterChef entre otros programas de televisión), acostumbrada a los días soleados del sur, se negó a arriesgarse al año siguiente y decidió alquilar en Menorca. Nos invitó a pasar unos días y, enseguida, surgió el flechazo con la isla», recuerda el interiorista y decorador Lorenzo Castillo (Madrid, 1968).

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Pablo Sarabia
El puertecito marinero de Es Castell, al final de cuyo muelle se encuentra la taberna marinera Pintarroja, un ’must’ del diseñador.

Una casa para recibir

Como buen esteta, quedó subyugado con Mahón, una ciudad que, reconoce, no se parece a ninguna del resto de España. Su mezcla de culturas le recuerda destinos mediterráneos como Malta o Sicilia. «Me enamoró tanto que, en ese primer viaje, compré la casa. Cuando la visité supe que tenía que ser esta. Me pareció una joya abandonada a la que había que devolverle su esplendor». Se trata de un palacete en su calle más señorial, cuajada de mansiones nobles, con pocas –pero muy selectas– tiendas, donde cuenta la leyenda pernoctó la reina Isabel II en su histórica visita a la isla en 1860.

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Habitación de huéspedes en casa del diseñador.
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Salón de uno de los apartamentos para invitados en la residencia de Lorenzo Castillo.

El inmueble requería una reforma monumental, que emprendieron enseguida –pretendían invitar cuanto antes a amigos y familia– y durante la cual la pareja se topó con muchas dificultades, pero también agradables sorpresas, como una gran estancia abovedada que se encontraba completamente inundada. El resultado: una espectacular mansión decorada con el inconfundible sello de Lorenzo.

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Lorenzo Castillo posa junto a su marido y mano derecha, Alfonso Fernández Reyero, en el diván Napoleón III en un rincón del salón de su casa menorquina.

El interiorista y Alfonso, su marido, pueden presumir de ser unos anfitriones natos. Con una filosofía 'open house', uno de sus grandes 'hobbies' consiste en recibir a cualquier conocido o amigo de amigos que desembarque en la zona. «Convidamos al aperitivo, organizamos meriendas, improvisamos cenas... Nos gusta mezclar productos muy de aquí, como el pan de payés o la sobrasada con queso cabrales, anchoas y mantequilla de Asturias. Nos encanta abrir las ventanas para que penetre la brisa acompañada por la música de Cristanal y Gradinata, –un jazz bar que tenemos enfrente– que nos aporta una serenidad enorme». En ese coqueto local de los años 80 desayunan a menudo en la terraza, mientras devoran la prensa del día y sus famosos 'manolitos'. A la hora de comprar el pan, se dividen entre Es Fornet, con hogazas artesanas y pastelería típica menorquina –sus 'pastissets' son un escándalo– y Pigalle (carrer de Bastió, 4, Mahón), una 'boulangerie' de la escuela parisina, con elaboraciones más sofisticadas.

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La especialidad de Cristanal y Gradinata, los manolitos, unos minibocadillos rellenos de sobrasada y queso, jamón con tomate, ’frankfurt’ y mostaza, pollo al curry y salmón con alcaparras son un mito en Mahón.

Su segunda residencia

Cuando la casa se llena y reciben la visita de más amigos los hospedan en Cristine Bedfor, una coqueta 'guest house' a cuya propietaria, Cristina Lozano, y su socio, Daniel Entrecanales, les une una estrecha amistad. «Considero este hotel como un anexo de nuestro hogar. Nos encargaron la obra de interiorismo, que, aunque resultó complicada, porque hubo que unir varios edificios, nos divirtió un montón. Estéticamente buscamos seguir el espíritu menorquín, de espacios acogedores, frescos y cero ostentosos con un estilo muy nuestro consistente en una mezcla de telas, antigüedades y libros, muchos libros. La idea es que te sientas como en casa. Es un lugar muy completo, una experiencia en todos los sentidos ya que, al lado arquitectónico y decorativo se une el gastronómico, gracias a su jovencísimo chef, Pau Sintes (que, por cierto, acaba de abrir Es Suis, en la plaza del Príncep, 11, un local de bikinis deli elaborados con producto menorquín) y su exquisita cocina familiar sin pretensiones».

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Habitación doble de Cristine Bedfor.

Lorenzo se surte de algunos muebles en Dorian, un anticuario inglés de gusto sobrio con piezas de origen holandés, francés y flamenco. El interiorista celebra la reciente llegada de Rafael Giménez a la vecina localidad de San Climent, donde regenta Can-Sancia (Carrer de Sant Jaume), una ecléctica tienda deco. «Rafa es un personaje importantísimo en el mundo de la decoración. Trabajó en París con Alberto Pinto, al frente de uno de los estudios más importantes del siglo XX. Posee un don especial para mezclar con acierto».

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Lorenzo Castillo con su teckel Tana en brazos junto a Rafael Giménez, propietario de Can-Sancia.

Los favoritos 'deli' de Lorenzo Castillo en Menorca

Pasear con Tana, su inseparable teckel, por el Camí de Cavalls –un sendero histórico que bordea toda la isla–, y salir a navegar para contemplar el atardecer en Son Bou se cuentan entre sus planes top del verano. Antes de embarcar, se surte de viandas en Es Paladar, un colmado a las afueras de Mahón. «Resulta una visita obligada cuando salimos en barco. Llenamos grandes cestas de mimbre de bocadillos que preparan al momento con mortadela italiana, queso de Mahón ahumado, sobrasada, pastrami... Para mí –y eso que en general se trata de un bocado que me da pereza–, el mejor es el de jamón».

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Mesa puesta por Lorenzo con platos antiguos de barbotina francesa para espárragos, vasos de Vista Alegre y cestitos del pan de Sense Nom.
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Alacena en la cocina con piezas de Manises y de Faïence de Moustiers del s. XVIII entre otras.

Cada verano se repite el ritual de una escapada a Fornells, para almorzar en Sa Llagosta (Gabriel Gelabert, 12). Aunque el plato estrella lo protagoniza la langosta con huevo y patatas, Lorenzo siempre pide la variante picante. «La excursión merece la pena sólo para probar semejante exquisitez», afirma. Tampoco perdona una visita a En Caragol, un restaurante austero y sin pretensiones, con vistas al mar y unos arroces de infarto. «De mi último descubrimiento, Pintarroja –una taberna marinera en el muelle de Es Castell–, recomiendo la ensaladilla rusa y el bikini de sobrasada con una gota de miel».

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Puerta del restaurante Pintarroja.

En el apartado 'sweet' la elección la tiene clara: los helados de El Turronero, toda una institución en la isla, perfectos para saborear dando una vuelta por el casco antiguo, y los mantecados de Can Sintes (Ferreries, 24), una auténtica delicatessen mezcla de bombón y helado en el pueblo de Alaior. «Los mejores cócteles aquí los sirven nuestros amigos Nataly y Jordi en Sa Falua (Moll de Llevant, 94). Han incorporado al negocio una cocina, con lo cual puedes comer un platillo mediterráneo y rematarlo con un manhattan en primera línea de puerto». Una buena manera de relajarse mientras ultima su próximo proyecto, el tercer hotel Cristine Bedfor, esta vez en un edificio histórico de Sevilla.

Más direcciones imprescindibles en la isla

La terraza de Oysters Menorca

Un pequeño local en el centro de Mahón y el lugar ideal para el aperitivo o un almuerzo informal.

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Ostras 'premium' de Oysters Menorca, cuyo 'claim' «caviar, oysters & champagne» seduce a los más foodies.

La barra del 'pool bar' del hotel Cristine Bedfor

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Carpaccio de gambusí -gambita pequeña de sabor dulce- ideado por Pau Sintes, chef de Cristine Bedfor.

Ses Forquilles

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Decorado por Lorenzo Castillo, este restaurante de cocina balear conecta con la 'guest house' Cristine Bedfor a través del jardín.

Es Foraster

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Una divertida 'concept store' de dos plantas en San Luis donde encontrar el regalo perfecto y tomar un tentempié en su bonito café.

Pintarroja

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La ensaladilla rusa y la tortilla con chipirones en su tinta de la taberna marinera Pintarroja, en el puerto de Es Castell.

Pipet Café

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Un simpático local familiar en la plaza Bastió de Mahón donde se practica la 'slow life'.

Sa Plaça

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El mercado que ocupa el antiguo claustro de la iglesia del Carmen en Mahón.

Headshot of Cristina Altozano

Restauradora de formación y comunicadora por vocación, su gran curiosidad, su pasión por los viajes, su fascinación por la buena cocina y por las grandes figuras actuales, le llevó en 2002 a aterrizar en la revista Elle. Cambió los pinceles por la pluma (o lo que es lo mismo, por el ordenador), y con la meticulosidad innata que le caracteriza, pasó de recuperar la belleza y el esplendor de una obra antigua, a sacar a la luz todo el talento y la pasión de grandes creadores de nuestra época. Ha visto nacer dos grandes proyectos: Elle Gourmet hace 8 años y ahora, la web de Elle Gourmet. Jefa de Estilo de Vida en Elle y Content Editor en Elle Gourmet, además de coordinar equipos, ha escrito de destinos, de restaurantes y hoteles. Ha entrevistado a cocineros, artistas, diseñadores de moda, arquitectos, interioristas, emprendedores, modelos y visitado más de cien destinos por todo el mundo.