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Si el conde de Sándwich levantara la cabeza… acabaría reservando mesa en Chamberí. Porque lo que nació como un apaño para comer sin mancharse las manos, hoy vive su edad dorada en versión gourmet. Y no hablamos del bikini como prenda de baño (aunque también tiene su público), sino del sándwich más sencillo y resultón del mundo: pan, jamón, queso y magia.
Este clásico que, en los últimos años, ha conquistado a chefs de renombre como los hermanos Roca -con su Bikinería Rocambolesc- o el carismático Carlos Bosch, que tiene un proyecto dedicado a ellos en Alicante y otro en el rooftop del hotel OD Madrid. Y ahora, la fiebre del bikini suma un nuevo templo: The Bikini Bar, el local que llega a revolucionar las propuestas gastronómicas de Chamberí y lo va a hacer desde el número 10 de la calle Luchana.
¿Y quién está detrás de este proyecto? Ainhoa Grandes, catalana de nacimiento, madrileña de adopción, y -plot twist- directora de la Fundación Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Sí, has leído bien. Ainhoa vive una doble vida entre el arte y los bikinis. Pero todo encaja: “llevo soñando con esto desde los 25 años”, cuenta, y ahora por fin ha encontrado el momento de dar forma a una idea que llevaba tiempo madurando.
Su objetivo: hacer del bikini un producto bonito, bueno y para todos los públicos, con precios accesibles y una carta cuidada al detalle. Porque, como ella dice, “las cosas bonitas no tienen por qué ser caras”. Y lo demuestra con este espacio acogedor, bien diseñado y sabrosísimo.
Una tradición catalana que se sirve crujiente
The Bikini Bar no es un capricho sin historia. El nombre rinde homenaje al sándwich mixto que en Cataluña se conoce como “bikini”, porque empezó a servirse en los años 50 en la mítica sala de baile barcelonesa del mismo nombre. Desde entonces, en muchas cartas catalanas, pedir un bikini es sinónimo de jamón y queso fundido entre pan tostado.
Pero aquí no vale cualquier pan. En The Bikini Bar, usan brioche con mucha mantequilla, que primero se pasa por la plancha y después se hornea para conseguir el combo ganador: exterior crujiente, interior fundente. Y se nota en cada bocado. Todos los bikinis pueden pedirse con huevo o con pan sin gluten, y hay también opciones vegetarianas, como el de calabacín a la brasa con queso y pepinillos, uno de los favoritos de Ainhoa: “Me gusta que crujan”.
Un bikini para cada antojo (salado y dulce)
Aquí el sándwich mixto no es una opción entre muchas: es la estrella de la carta. Puedes optar por el clásico de jamón york y queso, sí, pero también dejarte tentar por combinaciones más atrevidas como el de mortadela ligeramente ahumada con emmental, el de camaiot, un embutido muy especial que se elabora en las Baleares, que se sirve con queso, o el de sobrasada menorquina con miel y queso, un guiño mallorquín que se lleva todos los elogios.
Para las amantes del exceso bien entendido, el de jamón, queso y trufa puede convertirse en nueva adicción, al igual que el que lleva doble de queso y trufa. Ah, y si eres de las que no perdonan el postre, también hay bikinis para coronar la experiencia. De dulce de leche con nueces o de crema de chocolate, avellanas y plátano. Y lo más guay es que te lo pueden servir en una copa con helado de pistacho, vainilla o chocolate. Tú eliges.
Pero no todo es pan: tapas, platos y ensaladas
Aunque el bikini es el protagonista, la carta se amplía con otras joyitas. De entrada, unas buenas gildas de anchoa 00, alcachofas fritas, pimientos confitados “La Muerte”, croquetas de jamón ibérico o pan de cristal con tomate. También hay platos clásicos como la ensaladilla rusa o las bravas, que aquí preparan con alioli y romesco picante. Hay más. Huevos rotos con patatas y trufa, solomillo a la mantequilla de romero con pimientos y patatas, y una hamburguesa de vaca reposada, jugosa y con salsa TBB, tomate de la huerta y cheddar holandés, entre otras opciones.
Las ensaladas son otro pilar del menú, pensadas para tomar algo fresco pero sabroso: de burrata y tomate cherry confitado con rúcula, de canónigos, manzana, nueces y queso de cabra, o de salmón ahumado con aguacate y queso crema.
Y atención, porque también hay un plato especial para las brunch-lovers, donde triunfa croissant de jamón y queso con huevo y salsa benedictine, acompañado de patatas fritas. Un clásico reinterpretado que dentro de nada, tendrá hasta club de fans.
El plan: desayuno, merienda o copa (todo vale)
The Bikini Bar está pensado para ser ese sitio al que puedes ir a cualquier hora del día, sin necesidad de excusas. Puedes arrancar con un té, un café o una kombucha. Volver para picar algo. Quedarte a cenar. Y terminar con un cóctel, como el clásico Dry Martini que aquí bordan.
El ambiente es relajado y bonito. Tiene algo de diner moderno, algo de bar de siempre, y algo de sitio al que apetece volver. El diseño, como no podía ser de otra forma, está cuidado hasta el último detalle, con una identidad de marca muy marcada, que va desde los colores elegidos, hasta los platos e incluso las servilletas. Y un plus, tiene terraza en plena Luchana.
The Bikini Bar no pretende reinventar nada, pero sí que volvamos a poner en valor lo sencillo. Porque, a veces, lo de siempre solo necesita pan brioche, queso fundido y un toque de trufa para convertirse en lujo cotidiano. Aquí, cada bikini es un homenaje al placer sencillo y bien hecho. ¿Y tú, te apuntas a la revolución?