Un sevillano, un sueco y un catalán. Puede parecer el comienzo de un chiste al que también podrían sumarse un italiano o un francés. Pero en realidad se trata más bien del inicio de una bonita historia profesional que tiene como protagonistas al arquitecto Adolfo Monserrat, al maestro salchichero Marco Koivunen y al barcelonés que los presentó, César Martínez, que es quien finalmente hizo posible que el producto escandinavo llegase hasta la madrileña calle de Castelló.

"Bueno, y también está mi socio José Ramón Domínguez Barbadillo, con quien tengo la exclusividad total de la marca en España", apunta el sevillano que nos recibe en su casa y nos ofrece para beber alguna de las cervezas que, nos asegura, van de maravilla con esas salchichas (ahumadas y sin ahumar) que son las protagonistas de una carta que cada vez tiene más tirón entre los trabajadores de la zona.

"Es una salchicha de verdad dentro de un pan de verdad, por eso triunfa. Ten en cuenta que ahora mismo nos están vendiendo una hamburguesa aplastada al doble de precio de lo que nos costaba antes sin aplastar (risas). Nuestro lema es 'No solo de smash vive el hombre' y lo vamos a demostrar", sentencia Monserrat antes de confesarnos que no todo fueron risas en los albores de esta aventura en clave street food.

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Adolfo Monserrat, haciéndose el sueco.

"Los sabores suecos no nos disgustan, pero tampoco nos apasionan, por eso hemos terminado adaptando el producto original a los paladares españoles. De ahí que ahora te encuentres algo más de picante y menos intensidad en la carne", reconoce el arquitecto antes de matizar que, aunque en un principio su vinculación con VIKINGBOX iba a ser la misma que la que tuvo con otros proyectos gastronómicos de la capital (Lula Club, Papúa, Filato o La Txulapona), al final se dejó llevar por la emoción.

De Suecia al barrio de Salamanca, sin perder la esencia

Lo primero que debes saber de este proyecto inspirado en la tradición culinaria de los pueblos escandinavos, es que no es otra cosa que un homenaje al bocadillo de salchichas que durante décadas ha cautivado tanto a los suecos como a sus vecinos de otros países nórdicos. Así que te puedes imaginar cómo de importante es la figura de Marco Koivunen en esta emotiva historia.

Hablamos del maestro salchichero que, desde su empresa, lleva 30 años suministrando todo lo necesario para preparar este concepto de street food sueco a la mayoría de los puestos callejeros de su país. "Es quien elabora el pan, las salchichas y las cuatro salsas que proponemos para acompañar el bocadillo", deja claro nuestro anfitrión antes de hacer hincapié en lo mucho que siempre le ha gustado España a su distribuidor.

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El maestro salchichero Marco Koivunen con sus creaciones.
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La clave para gozar está en mezclar las salsas.

"Siempre le ha encantado nuestro país. De hecho, el año pasado alcanzó el número máximo de días que podía pasar aquí (risas)". Es entonces cuando descubrimos que VIKINGBOX no ha nacido de la noche a la mañana: "A mí me contactaron hace cuatro años y medio para hacer una guía de estilo, definir cómo iban a ser los locales,... Pero lo cierto es que me termino enamorando del proyecto, en el que creo firmemente. Es más, diría que se ha convertido en mi pasión, aunque sigo trabajando de arquitecto (risas)".

Entendemos que haya caído rendido porque se respira autenticidad y honestidad en cada bocado. Todo llega de Suecia, salvo las patatas y el postre, que consiste en "dos rebanadas de pan remojadas en leche a las que untamos la confitura de arándanos rojos Lingon, que parece Nutella y es típica de Suecia, un poco de sal y pimienta, y le damos un poco de calor". Pero no nos adelantemos, que antes de llegar al postre hay que disfrutar de los bocadillos que, si todo va bien, pronto estarán disponibles en un segundo local en Madrid. Y hasta aquí podemos leer.

Viva Suecia (y vivan sus salchichas)

Llega la hora de ver cómo preparan en VIKINGBOX esos bocadillos que los clientes no tardan en devorar. Clientes que pueden ser desde personas que trabajan en las muchas oficinas del barrio hasta jóvenes que quieren coger fuerzas antes o después de ir a la discoteca vecina Gabana. Y es que es difícil resistir la tentación que siempre provocan los entrepanes, sobre todo si lo que hay dentro es de calidad.

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Un planazo, tanto en el local como en casa.

El bocadillo tradicional consiste en media barra de pan con dos salchichas, el chucrut y las salsas dentro. Es importante subrayar que se trata de un pan en el que van introduciendo todos los ingredientes por la parte superior, ya que esta receta les permite ir haciendo hueco para las salchichas conforme van compactando la miga hacia la corteza. "Se hace así porque en Suecia hace mucho frío y la gente suele ir con guantes por la calle. Si abriesen los bocadillos como nosotros, cortándolos por la mitad, lo se pondrían perdidos" (risas).

Dejamos que Adolfo prosiga con sus últimos hallazgos: "Ha habido un cambio de tendencia desde que abrimos, justo antes de Navidad, al momento actual. Muchos de los que pedían bocadillo pequeño (es menos pan y solo lleva una salchicha) ahora se han pasado al tradicional. Son los mismos que al principio no se atrevían más que con las carnes de vacuno y cerdo, pero ahora las alternan con la de jabalí o la de cordero".

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¿Eres más de una o dos salchichas?
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No hay un sitio mejor para hacer el vikingo.

Elijas la que elijas no te olvides de tener bien controladas las salsas Balder (mostaza y miel), Vidar (a base de pimientos verdes, orégano, cilantro y perejil), Löfn (pimientos asados) y Ragnar (una versión más picante de la anterior), solo apta esta última para los paladares más valientes. "La clave es mezclar las dos primeras con una de las dos últimas, aunque están ricas por separado".

Tras esta advertencia comprobamos que son sabios consejos los suyos, y es que han sido muchos años probando, modificando y volviendo a probar hasta llegar a ese producto final que, sorprendentemente, está teniendo mejor acogida en el local que en las plataformas de delivery. Aunque es de suponer que es cuestión de tiempo que esto también cambie, ya que viaja perfectamente y llega caliente a casa (también lo hemos comprobado).

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Tras una fructífera etapa dentro del periodismo musical, Jesús Rojas descubrió hace años que podía hacer lo mismo con su otra gran pasión: la gastronomía. Desde entonces, este amante de los vinos generosos y del buen producto que disfruta indagando en las historias que hay detrás de cada plato, ha colaborado con varios medios especializados.