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Gia Mckillen Olszowska y Florent Tortot se conocieron siendo niños en Beaulieu-sur-Mer, un pueblo con mucho de encanto del sur de Francia que está situado entre Mónaco y Niza. Y, cosas de la vida, el destino ha querido que estos dos jóvenes hayan vuelto a juntarse muchos años después para emprender una dulce aventura en Madrid que sin duda va a dar que hablar.
Ella, de madre irlandesa y padre polaco, se mudó siendo muy pequeña a Francia. De ahí le viene su afición por la cocina del país vecino, aunque también habrá tenido mucho que ver el hecho de que sus padres, y luego algunos de sus hermanos, hayan tenido sus propios restaurantes. Luego decidió irse a estudiar fuera y, a partir de ahí, no ha parado de viajar. Primero se mudó a Ámsterdam, luego a Londres,…“Siempre digo que mi casa es allí donde está mi ropa” (risas). Y, desde hace año y medio, todas sus pertenencias se encuentran en Madrid, que es donde ha decidido abrir su primer proyecto hostelero (seguro que habrá más). Y lo ha hecho en el barrio de Salamanca, a muy pocos metros de la Plaza de Felipe II o de calles tan emblemáticas como Goya y Alcalá.
Él, en cambio, prefirió quedarse en el sur de Francia para seguir forjándose como pastelero, hasta que Gia le llamó por teléfono para proponerle esta locura hace ahora un año. Cabe destacar que Tortot empezó a hacer sus pinitos en el mundo de la pastelería con 12 años, en casa, y que con solo 17 ya era jefe en uno de los espacios de Mónaco donde recaló (generalmente hoteles y restaurantes). Antes se había formado durante dos años en una escuela de Cannes.
Hoy, Gia y Florent, son los dos pilares sobre los que sustenta una propuesta irresistible, que apuesta por los ingredientes de calidad, de la que te vamos a contar todos los detalles a continuación. Pero antes vamos a descubrir cómo se gestó este negocio que rezuma pasión y honestidad a partes iguales.
De Beaulieu-sur-Mer a Madrid, pasando por Ámsterdam y Londres
Si tenemos en cuenta que durante la corta -pero intensa- vida de Gia han sido muchas las ciudades europeas en las que ha ido recalando esta irlandesa de nacimiento, sorprende que finalmente hayamos sido nosotros los elegidos para dar el visto bueno a este proyecto al que presuponemos bastante recorrido por delante.
Nos cuenta que optó por Madrid, en lugar de Londres (que es donde ha estado viviendo hasta hace año y medio), porque “el ritmo de vida allí es muy estresante, prefería un lugar más tranquilo y donde la gente sea más simpática, me encanta España”. Tras estos piropos, comparte con nosotros el motivo que la empujó a decidirse por este formato tan poco habitual en la capital.
“He vivido en muchos países y en ninguno he encontrado una pastelería como la francesa, y creo que cuando alguien que viene a Galia, a través de los sabores, es capaz de sentirse como si estuviera allí”. Nosotros damos fe de ello tras devorar el chouquette que acompaña al café y un pain au chocolat que no tiene rival en varios kilómetros a la redonda.
Seguidamente, Gia añade: “Podría haber abierto un restaurante, pero decidí que tenía que ser una pastelería porque me di cuenta de que las de aquí son muy diferentes. Creo que en Madrid ya hay muy buenos restaurantes y cocineros, de hecho están algunos de los mejores del mundo”. Tanto le ha enamorado nuestro país que ha hecho todo lo posible por aprender nuestro idioma en tiempo récord, aunque reconoce que aún le cuesta.
“Con una de las camareras hablo en inglés, con el resto del equipo en francés y con los clientes en español (risas)”. Y aunque también sabe algo de polaco, de momento no ha tenido que ponerlo mucho en práctica. Lo que sí ha hecho es remangarse para ayudar a Florent: “Es muy buena, me ayuda a decorar algunas elaboraciones y lo hace mejor que algunos pasteleros”, comenta entre risas el joven francés.
Con las mejores materias primas del mundo y sin aditivos
Así es como trabaja el jefe de pastelería en esta casa en la que los productos frescos son siempre bienvenidos, todo está elaborado por ellos y no escatiman a la hora de ofrecer la máxima calidad. Da igual lo cueste traerlos: “La mantequilla nos llega de Normandía, la vainilla de Madagascar, el pistacho de Sicilia,… y el chocolate es de Valrhona, que es la mejor marca de Francia”, matiza la joven propietaria.
Con ellos trabajan a la hora de preparar recetas artesanales tradicionales, como el croissant, el pain au chocolat, la cookie o cualquiera de sus tartas y bizcochos. Pero también los pasteles de autor, firmados por Tortot, que obviamente no vas a poder encontrar en ninguna otra parte.
Los mismos con los que, durante su etapa en Mónaco, también cayeron rendidos desde la Princesa Chàrlene hasta el piloto de Fórmula 1 Max Verstappen. Algo que vas a entender perfectamente cuando te dejes caer por la pastelería francesa que los fines de semana se toma algunas licencias para confeccionar su brunch, que incluye desde croque-madame hasta crème brulée, crêpe Suzette, shakshuka o sándwich de pastrami.
Aunque lo que vas a querer pedir, aunque solo sea por comprarlo con la clásica torrija madrileña, es el pain perdu. Que no es otra cosa que la torrija francesa (también llamada french toast). “Lo hacían mi abuela y mi madre con el pan que se iba a tirar a la basura, lo dejaban durante 24 o 48 horas metido en leche con vainilla, luego lo pasaban por el huevo, seguidamente por la plancha y finalmente le añadían caramelo y chantilly”, recuerda Florent.
En todos sus dulces vas a encontrar desde el inconfundible aroma del limón hasta los matices que aportan la canela o el arándano, sin olvidar a la siempre adictiva avellana, además de unas texturas que te indican que Galia no es una pastelería al uso.
¿Qué esconde la vitrina de la pastelería Galia?
Sabemos que lo estabas deseando. Así que nos colamos al otro lado del mostrador para que Florent y Gia nos muestren algunas de las creaciones que diariamente disfrutan tanto los vecinos del barrio como aquellos que están de paso por la zona, ya sea por su atractivo comercial o porque están haciendo turismo. Ambos caen rendidos a diario ante la delicadeza de sus éclairs, su mayor reclamo.
Tienen siempre cinco opciones diferentes, tres de ellas son fijas y las otras dos van cambiando. “El que más le gusta a la gente es el éclair de pistacho, a pesar de que es el más caro (7,50€) de los pasteles que vas a encontrar en la vitrina”. Cuando pruebas el praliné y la crema que elaboran con el pistacho que les llega de la Sicilia Piamontesa se disipan todas las dudas relacionadas con su precio.
- El resto de la carta la componen diferentes tipos de sándwiches y bocados individuales que conquistan desde el primer bocado. Además de dulces que entran y salen de la carta en función de la época del año. Por ejemplo, este año pasado no se han atrevido con la galette des Rois porque llevaban poco tiempo con el local abierto y era “un poco arriesgado a nivel de producción”, pero nos aseguran que las próximas Navidades no faltará el equivalente francés al roscón de Reyes en la vitrina de Galia.
Vendremos a comprobarlo, por supuesto. Tampoco dejes de preguntarles por su café de especialidad, que es colombiano y de la marca Amor Perfecto, aunque también tienen una amplia variedad de tés, chai latte, matcha latte, chocolate, zumo de naraja, limonada casera,… ¡Tienen incluso vinos franceses! Así que entendemos que vayas a querer mudarte a la zona de Goya en cuanto se presente la ocasión.