Un bar en penumbra, que te recibe con ese aroma inconfundible -entre vinagre y clavo- a bodega de Jerez. Con una larga barra de madera en la que aún conservan la vieja costumbre de apuntar las comandas con tiza sobre el mostrador. Así es La Venencia. Un espacio con solera, botas antiguas de vino y una colección de botellas cubiertas de polvo. En las paredes, carteles antiguos de la fiesta de la vendimia jerezana a lo largo de los años (que, por cierto, me provocan ataques de nostalgia y me transportan a momentos muy felices de mi infancia en el sur).

botellas de jerez del bar la venencia, madrid
D.R.

En un rincón de la barra, sin darse mucha importancia, una obra genial del artista jerezano Chema Alvargonzález -si no me equivoco-. En la pared, entre los coloridos afiches, una placa esmaltada que reza: Consulado de Jerez en Madrid. Junto a la barra y al fondo, en un altillo, algunas mesas de madera oscura.

El ambiente, entre castizo y cosmopolita, lo forman grupos de lo más variopinto. Vecinos del barrio de toda la vida, turistas ávidos de tradición, grupos de jóvenes culturetas, amantes del vino de Jerez, coleccionistas de lugares únicos…

En este local con aires de tabanco -que toma su nombre del utensilio con el que se extrae el vino de las botas para escanciarlo-, solo se sirven jereces. A granel. Fino, oloroso, amontillado, palo cortado y manzanilla, con esa elegante declinación de tonos que van del dorado al ámbar, del castaño al topacio, del cobre al caoba. Para acompañarlos, nada como unas aceitunas (algo picantes), una tapita de queso o sus exquisitas chacinas.

cartel del bar la venencia, madrid
D.R.

Un refugio de autenticidad donde, bajo ningún concepto admiten propinas, está terminantemente prohibido hacer fotos y no se hacen reservas, perfecto para un alegrar un mediodía brumoso de invierno esperando que pronto llegue la ansiada primavera. Un lugar al que siempre quiero volver.

Headshot of Cristina Altozano

Restauradora de formación y comunicadora por vocación, su gran curiosidad, su pasión por los viajes, su fascinación por la buena cocina y por las grandes figuras actuales, le llevó en 2002 a aterrizar en la revista Elle. Cambió los pinceles por la pluma (o lo que es lo mismo, por el ordenador), y con la meticulosidad innata que le caracteriza, pasó de recuperar la belleza y el esplendor de una obra antigua, a sacar a la luz todo el talento y la pasión de grandes creadores de nuestra época. Ha visto nacer dos grandes proyectos: Elle Gourmet hace 8 años y ahora, la web de Elle Gourmet. Jefa de Estilo de Vida en Elle y Content Editor en Elle Gourmet, además de coordinar equipos, ha escrito de destinos, de restaurantes y hoteles. Ha entrevistado a cocineros, artistas, diseñadores de moda, arquitectos, interioristas, emprendedores, modelos y visitado más de cien destinos por todo el mundo.