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El silencio del campo, que no es silencio sino paz, un ambiente sosegado que parece encapsular el verano para siempre y el entorno vegetal propio de las fincas menorquinas formulan el escenario de esta nueva propuesta gastro.
Inmersa en la campiña menorquina, brilla tímida pero intensamente la terraza del nuevo hotel Vestige Son Vell. Símbolo de la calidez balear y la elegancia mediterránea, Sa Clarisa se ha convertido en el enclave perfecto para saborear el producto local.
A tan solo 20 minutos de Ciutadella se encuentra este exclusivo rincón en el que la materia prima autóctona y los bocados frescos son los cimientos de la propuesta. Un crisol de sabores mediterráneos que ha sido ideado por el chef Joan Bagur, natural de la isla. El menorquín recupera lo mejor de la despensa de proximidad, tanto del mar como de la tierra, y lo reinventa con una narrativa contemporánea. Una cocina sabrosa y equilibrada, con sugerencias para todos los gustos y un marcado carácter saludable, en la que las brasas, los arroces y el producto más fresco se alzan como principales protagonistas.
La experiencia gastronómica arranca con una variada selección de entrantes y platos para compartir, entre los que se encuentran los buñuelos de escarola o el cazón en adobo, entrepanes como la coca de recapte (elaborada según la estacionalidad del huerto) o platos a base de productos de la huerta, como el gazpacho de tomates y fresas; tampoco faltan las elaboraciones frías como el tartar de pez limón (conocido como “juevertada de peix”) o el carpaccio de lubina. Difícil escoger también entre los arroces, uno de los puntos fuertes del restaurante, que van desde el arroz seco de langosta hasta el falso “arroz” de trigo con verduras, pasando por el de conejo y espardeñas.
Una parte fundamental de la carta es la dedicada al producto menorquín. Destaca el pescado asado según disponibilidad, la Vermella Menorquina -una raza de ternera local-, el cerdo “faixat” -una de las razas de cerdo menorquinas- o la pechuga de pollo de Ciutadella. Todo ello acompañado de guarniciones a elegir: desde la escalivada de verduras o el pisto menorquín (conocido como “marranía”) hasta la patata asada y salteada con ajo, romero y pimientos del piquillo confitados.
No hay festín que se precie sin un momento dulce que lo selle. Entre sus postres (idóneos para los más golosos y para los que prefieren un final más ligero) encontramos clafoutis de pera caramelizada, almendra marcona y helado de yogurt de oveja o el coulant de cacahuetes con helado de lima, jengibre y cacahuete salado rallado, entre otros. Amantes de la fruta, oigan (y prueben) esto: Pêche Melba con melocotón fresco y confitado, helado de oveja y vainilla, almendras laminadas y frambuesas al natural y en coulis.
Además, para alargar la sobremesa (o la previa), Sa Clarisa se eleva como el refugio perfecto para disfrutar tranquilamente de un buen cóctel y aperitivo, tanto antes como después de comer.
Una experiencia integral que captura la esencia del verano mediterráneo durante todo el año.
Lucía Ruiz estudió Relaciones Internacionales y Comunicación y ahora continúa formándose con un Máster de Marketing de Moda. Escribe para aterrizar, para recordar, para existir. Es su manera de dar forma a la vida, de hacerla real. Por eso anota todo aquello que le hace feliz: la comida, los viajes y las nuevas experiencias no pueden faltar en la lista.