Ana Locking llegó al plató de ELLE para contar su experiencia con el cáncer de mama. Su humanidad y su franqueza nos dejó fascinados de tal forma, que sin saber a lo que se había enfrentado, no fue difícil empatizar con ella. Su historia, como ella la llama, empezó dos días antes del confinamiento total. Hoy, ha decidido compartirlo con nosotras y ser la tercera voz de nuestra ‘cadena de esperanza’.
PRIMEROS DÍAS DE DIAGNÓSTICO
“El cáncer es una enfermedad que no conectas con ella de verdad hasta que no formas parte de ella”. La primera sensación que tuvo Ana al recibir el diagnóstico fue un dolor muy intenso en el corazón, porque así es como se manifestó su miedo. Tras pasar el colapso inicial, reconoce que lo que le hubiera gustado oír en aquella clínica era no recibir la noticia.
Recuerda que el doctor que la atendió, ni siquiera la miró a los ojos y le dio un pronóstico mucho más negativo de lo que de verdad vivió. En la primera cita, su oncólogo le daba casi 7 u 8 meses de quimioterapia más otro tratamiento. Fue un día de abril muy lluvioso y estábamos en plena pandemia.
LA IMPORTANCIA DE LAS SEGUNDAS OPINIONES
Devastada, salió en busca de una segunda opinión. Esta vez mucho más favorable: el tratamiento sería una operación y varias sesiones de radioterapia. A parte, de los 5 años de seguimiento posteriores a las que todas las mujeres con cáncer de mama tienen que someterse. En su última sesión, decidió que era el momento de contarlo y usar su altavoz para que todas aquellas personas que estuviesen pasando por lo mismo no se conformaran y pidiesen una segunda opinión: “Es súper importante que escuches a diferentes médicos”.
POR QUÉ DECIDIÓ CONTARLO
Su situación fue peculiar, su pareja, estuvo con covid durante cuarenta días. Cuando salió del hospital, no podían verse y pasó de ser enferma a ser enfermera. Con apenas movilidad en el brazo cocinaba, limpiaba y hacía todas las labores domésticas porque nadie podía ayudarla. Con el tiempo se ha dado cuenta de que esto le sirvió para no pensar en lo que le sucedía.
No tenía por qué contarlo porque todos estábamos encerrados en casa, pero su círculo más cercano de amigos y familia fueron claves para su salud mental: “Fue muy importante no comerme mis emociones y mostrarlas. Eso me salvó”.
Cuando le preguntamos por qué lo hizo públicamente, nos recuerda que “fue increíble el cariño de la gente”. Para ella, contar momentos difíciles de su vida que sabe que pueden ayudar a otras personas es liberador y en este caso, desmitifica todas las metáforas que tenemos asociadas a la palabra cáncer dándonos otra perspectiva.
SORORIDAD FEMENINA
Lo que más le duele ahora, que ya no tiene cáncer, sigue siendo el cáncer. Cuando algún amigo le dice: “oye, tengo una amiga que tiene cáncer de pecho y está destrozada, no sabe por dónde tirar”, ella coge el teléfono y habla con una persona que no conoce de nada pero empatiza con su sentimiento. Llora, ríe y genera un vínculo de sororidad que aunque no la haya visto queda ligada para siempre: “Aunque solo sea una llamada de teléfono, es algo especial”
MENSAJE POSITIVO
Para terminar, le pedimos que nos diera un mensaje de aliento y esta fue su respuesta: “Les diría que se dejen llevar. Que se dejen llevar de la mano de su familia, de sus amigos. Que si necesitan ayuda externa, terapia, vayan a terapia. Que se muestren sus sentimientos. A mí me ha ido muy bien. Que si no están contentos con el primer médico, que busquen una segunda opinión o una tercera hasta que se sientan que están en manos de la persona adecuada y que es una aventura de la cuál se sale. Así que, que lleven esa aventura de la mejor forma posible y que se dejen querer. Que abran los brazos y que se dejen querer por los amigos y por la familia”.