Probablemente no hace falta que te explique lo que es la vergüenza corporal, porque estoy segura de que al menos una vez en tu vida la has vivido. Es esa vocecita que te ha dicho en la playa: “No deberías ponerte ese bikini, tápate”, o esa otra que cuando ibas a salir te arruinó el outfit diciendo: “Qué van a pensar de ti si con esa falda si se te ve la celulitis tía”. También las has encontrado alguna vez en tu clase de zumba: “Eres la más gorda del grupo, qué vergüenza”.

Es decir, eso que te hace creer que tu cuerpo no encaja, que no es lo suficientemente “bueno”. Y cómo no te va a pasar, si en todos lados ves imágenes de cuerpos “perfectos”, súperalimentos ideales, y estándares imposibles de moda y belleza.

Pero, ¿qué pasa si te digo que puedes vivir co menos vergüenza? Sí, es posible vivir sin tanta vergüenza corporal. Aquí van algunas recomendaciones:

Cuestiona los estándares

Los estándares de belleza cambian más que algoritmo de instagram, y son completamente arbitrarios. Lo que hoy consideramos ideal, en una década es otra cosa.

Un recordatorio amable: No es tu cuerpo el que necesita cambiar, es la forma en que lo miras.

Sigue cuentas en Instagram y TikTok donde haya diversidad corporal, si ves todo el día a mujeres delgadas, vas a pensar que tu cuerpo está mal, lógicamente. Lo que consumes en redes también es nutrición.

La salud no tiene una talla específica

Solemos asociar la delgadez con la salud, pero esa narrativa está desactualizada y es bien dañina. La salud es multifacética, no tiene una sola forma, o número en la báscula.

Cada cuerpo es único y tiene diferentes necesidades. La clave está en cuidar tu cuerpo con respeto, descanso, darle nutrientes y movimiento que te hagan sentir bien.

Obsesionarte con un número en la báscula, y con las calorías, no es saludable. Revisa o atiéndete con una nutricionista que enseña alimentación intuitiva y verás que existen formas de comer que no sea controlando, ni sintiendo vergüenza por tener el cuerpo que tienes.

Acepta que todos los cuerpos cambian

Aquí lo que te propongo es un poco más difícil, porque nos han vendido la idea de que tengamos la edad que tengamos, vamos a pensar siempre lo mismo. Ahora, nuestros cuerpos no son estáticos. Cambian con el tiempo, y eso es parte de ser humanas.

Desde la pubertad hasta la maternidad, la menopausia y otros eventos de la vida, nuestro cuerpo está en constante evolución. Pero, se nos exige entrar en nuestros vestidos de cuando teníamos 15 años.

Mira, no. En lugar de luchar contra estos cambios, reconoce que envejecer es un privilegio.

Tu cuerpo de ahora sirve y ha atravesado lo necesario para lo que necesitas hacer ahora, que no es lo mismo que hacías a los 15 años, a que no.

De igual forma te digo algo: cuando tenías 15 años también sentías vergüenza corporal a pesar de tener un tipazo ¿Será que entonces el problema no es el cuerpo, si no la mentalidad?

Ojo con el lenguaje

La forma en la que hablas de tu cuerpo tiene un gran impacto en cómo lo percibes. En lugar de criticarte frente al espejo, ¿qué tal si empiezas a practicar el lenguaje positivo y compasivo?

Decir cosas como "me cuido porque lo valgo" o "mi cuerpo me permite hacer cosas increíbles" puede transformar tu relación con él. El diálogo interno es clave para salir de la vergüenza.

Y si te cuesta, al menos agrégale algo positivo a cada crítica que hagas. Ejemplo: “qué piernas más feas… pero al menos se lo gozan en la pista de baile”.

Empieza a hacerte más fotos

Una de las cosas que más nos quita la vergüenza corporal es dejar de salir en fotos. Empieza poco a poco a hacerte fotos en casa. Prueba con diferentes luces, y prendas de vestir. Cuando vayan a hacerte fotos en alguna fiesta, no te tomarán desprevenida.

La vergüenza corporal es aprendida, pero puede desaprenderse

Nadie nace odiando y queriendo ocultar sus cuerpos. Es algo que aprendemos a lo largo de la vida. La buena noticia es que, si podemos aprender a avergonzarnos de nuestro cuerpo, también podemos aprender a dejar de hacerlo.

Liberarse de la vergüenza corporal no sucede de la noche a la mañana, pero cada pequeño paso cuenta.

Cuestiona los estándares, nutre tu cuerpo con compasión, y rodéate de diversidad. La verdadera belleza radica en la autenticidad y en sentirnos bien en nuestra propia piel, sin importar su forma o tamaño. Vivir sin tanta vergüenza corporal te libera, y la vida empieza a sonar de otra forma.